'Código del Hampa', la renovación del cine negro
Con menos poesía que Siodmak y más acidez, Siegel imprime una brutal propuesta con la muerte como eje esencial
Guillermo Balbona
Jueves, 2 de febrero 2017, 18:14
Seca y feroz, turbia y concisa. Su mirada redescubre el cine negro. Esta incursión de los sesenta en el género posee el pulso decidido del cineasta de 'Harry el sucio'. Ha pasado a la historia por su adaptación de un relato corto de Ernest Hemingway, por ser la última película del actor Ronald Reagan, quien fuera años después presidente de EE UU, y por mezclar con equilibrio y solidez la intriga, el drama y la entraña criminal. Desde ese implacable preludio del asesinato cometido en un centro para personas ciegas, al retrato de dos asesinos por encargo magistral Lee Marvin la cinta es una espiral imparable de encadenados y guiños en un enredo sobre el crimen organizado. Pese a ser un terreno abordado con profusión, Don Siegel en esta segunda adaptación del relato corto 'The Killers' la primera fue un ejercicio de estilo que se convirtió en 'Forajidos', de 1946, dirigida por Robert Siodmak y Burt Lancaster y Ava Gardner en los umbrales de sus carreras deja la pantalla sembrada de golpes bajos, extremos que bordean cierto aire paródico y subrayados de carácter que construyen un filme singular y una mirada renovada de uno de los géneros más populares. Aunque cabe reseñar la existencia de un cortometraje de Andrei Tarkovsky, realizado como prueba de carrera, que también adaptó el cuento del autor de 'Fiesta'.
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Curiosamente la producción tenía como destino natural el medio televisivo pero los factores humanos y artísticos del proyecto, que no sus escasos medios, y su tono de hiperviolencia provocaron el cambio de rumbo. Con menos poesía que Siodmak y más acidez, Siegel imprime una brutal propuesta con la muerte como eje esencial. El juego entre víctima y asesinos, la violencia que se mastica y las huella del crimen conforman un damero de estereotipos a los que el cineasta de 'Dos mulas y una mujer' muta en referentes con mucha personalidad visual e intensidad como sucediera después con los filmes en los que dirigió a Clint Eastwood. Junto a Marvin, Angie Dickinson (luego sería la popular 'mujer policía') y Reagan se entregan a las órdenes de un artesano que no deja resquicios y que se pasea con contundencia por los territorios del mal y del crimen en una obra marcada por la turbiedad y la densidad de su atmósfera. Los mercenarios, el acto de matar, la frialdad, la paranoia, la tensión, el latido denso de dureza que caracterizó el cine del director de 'El seductor' eleva la categoría de un filme que suple sus limitaciones técnicas, desde la falta de cuidado en la iluminación a la falta de cuidado en el detalle, con una potencia en la descripción de personajes, unos efectivos secundarios, caso de Norman Fell, y un vibrante ritmo apoyado en flash back que reconstruye la vida de la víctima pero de manera fragmentaria, sin llegar a desvelar del todo el perfil y las piezas, jugando con el espectador gracias a esa tensa espera permanente, entre la ansiedad y la expectación.
'Código del hampa' (1964), que influyó en miradas posteriores como la del Tarantino de 'Pulp fiction', se postula como un thriller tenso, que cuida su textura coherente y firme, y que transmite una emocionante carga de explosión moral y de chispazos subliminales. En este reparto, con ojos políticos y mirada en el tiempo, no deja de ser curiosa la presencia en la ficción de dos actores opuestos en singularidad: Reagan, el futuro presidente conservador que además sufrió un atentado, encarna a un villano sin escrúpulos, mientras comparte pantalla con John Cassavetes, adalid del cine independiente. John Williams, hoy uno de los dioses de la banda sonora, enmarca musicalmente con inteligencia esa caligrafía tan crispada como la que atraviesa el filme y en la que introduce el tema 'Too Little Time', de Mancini.
El laberinto que Siegel dibuja en 'The Killers' permite el diálogo entre representación y realidad, con personajes que se distribuyen perfiles plurales y una violencia que adquiere todos los matices y expresiones posibles, desde la más física a la moral, desde la sugerente a la sádica. Desde esa primera acción violenta sobre una mujer que muestra el personaje encarnado por Marvin (premio Bafta del cine británico por su actuación) a la bofetada de Reagan a Dickinson. Pese a los escasos medios, otro factor atractivo asoma en los planos, entre el retorcimiento y lo fragmentado, que desprende el trabajo del operador. Matar, un acto difícil o demasiado fácil, es una excusa para que Siegel se recree en las flores del mal a través del retrato de dos personajes que conviven con naturalidad con la muerte.
La profesionalidad de lo oscuro convierte en banal y trivial ese aliento criminal que muta en cotidiano y accesible lo inmoral y el dramatismo decadente de un asesinato con muchos interrogantes y puertas abiertas al abismo. El vértigo, el salto, la caída y la velocidad son también metáforas a veces visualizadas con las que el cineasta juega con inteligencia a la hora de ofrecer otra lectura de la acción de su historia. De lo inquietante a lo intrigante, del vacío al rompecabezas, Siegel exprime la trama y las excusas argumentales para profundizar en ese clima de turbulencias, de corrupción e impureza. La escuela de la serie B, el color pop y la estética peculiar de las criaturas que pululan por el filme envuelven un entramado de intriga y robo imposible.
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Un 'Atraco perfecto' que sirve de timón dentro de un enredo que supone una vuelta de tuerca a la apariencia de historia con matones y red criminal para convertirse en una inmersión peculiar en el paisaje de la oscuridad humana.
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