Vivimos una época en la que tener o no una cuenta en una red social presume algún tipo de beligerancia política. Un choque de sistemas. ... Una declaración de intenciones. Mientras, hay grupos en Whatsapp en los que casi toda la comunicación se restringe a una serie de «buenos días» por la mañana y otra serie de «buenas noches» al término de la jornada. Son hilos de conversación sin contenido, pero con buenas intenciones. Me recuerdan a unos versos de Kirmen Uribe: «La caligrafía de mi padre era inclinada, elegante./ Tejía el papel con precisión,/ como si esculpiera sobre la pizarra./ Sobre la mesa tengo la postal que envió desde la mili:/ 'Yo bien, tú bien,/ mándame cien'». La verdad es que me cuesta creer que las redes sociales sirvan para solucionar los grandes problemas que nos acucian; sin embargo, desde un plano humanístico, sí permiten comunicarnos con rapidez con otras personas. Dar señales de vida, como señales de humo. Poco más.
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