Procesamiento sin precedentes
La situación inédita en la que se encuentra el fiscal general del Estado supone una seria erosión de la institucionalidad
La confirmación por la Sala de Apelaciones del Supremo del procesamiento del fiscal general, imputado por el juez instructor Ángel Hurtado de haber revelado información ... confidencial de un justiciable investigado por fraude tributario –el novio de Isabel Díaz Ayuso, Alberto González Amador–, sitúa al Estado de derecho y al entramado institucional español ante un hecho insólito desde la instauración de la democracia. El rechazo del tribunal, con el voto de dos de sus magistrados y el discrepante del tercero, al recurso presentado por Álvaro García Ortiz convertirá a éste en el primer responsable del Ministerio Público en ser enviado al banquillo por la posible comisión de un delito. Es decir, el acusador pasará a ser el acusado. Una circunstancia tan anómala como para que el legislador no previera qué hacer en una tesitura semejante. El Estatuto Orgánico del Ministerio Fiscal sí fija para sus miembros el deber de guardar «el debido secreto de los asuntos reservados de que conozcan por razón de su cargo», con amenaza de castigo si se incumple; y esta normativa, incardinada con la ley que regula el Poder Judicial, abre la puerta a la suspensión de empleo y sueldo de los funcionarios en caso de procesamiento. Pero las previsiones no alcanzan a la figura del fiscal general, especialmente protegida por el peso de su función en el ordenamiento constitucional. De tal forma que es García Ortiz el que resuelve si continúa en el cargo, como ha sido su intención hasta ahora, o renuncia al mismo.
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Como cualquier encausado, él también tiene pleno derecho a la presunción de inocencia; y a argumentarla después de que las dudas jurídicas del procedimiento hayan quedado reflejadas en la división de la Sala de Apelaciones, en la decisión unánime de ésta de exculpar a la fiscal jefe de Madrid por falta de indicios suficientes y en el descarte, también por los tres magistrados, de la tesis del instructor de que García Ortiz habría instigado la filtración sobre el novio de Ayuso a instancias del Gobierno para perjudicar a una rival política. La enorme fragilidad que revela esta inédita situación del fiscal general, en todo caso, erosiona al límite la institucionalidad. Y se produce en un momento social y político de fuerte desprestigio de las instituciones y una considerable desafección ciudadana.
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