Las verdades absolutas
La búsqueda de la verdad es un viaje que nos enriquece y nos hace mejores personas. Al cuestionar nuestras creencias y estar abiertos a escuchar a los demás, podemos ampliar nuestra perspectiva del mundo y aprender a convivir con la diversidad
La idea de la verdad absoluta ha sido una constante en la historia de la filosofía, la religión y la política. Se trata de la ... creencia de que existen verdades que son válidas para todos, independientemente de su tiempo, lugar o cultura.
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La posición de poder intelectual o superioridad que proporciona esta idea, sin embargo, es muy peligrosa, ya que puede conducir a la intolerancia y la opresión, o simplemente convertirnos en necios. Cuando creemos que tenemos la verdad absoluta, nos sentimos seguros de que estamos en lo correcto y que el contrario está equivocado. Esto puede llevarnos a creer que no tenemos nada que aprender de los demás, y que nuestra opinión es la única válida.
Por ejemplo, un político que cree que tiene la verdad absoluta sobre cómo resolver los problemas del país puede tomar decisiones que no son adecuadas para la realidad del país, sin escuchar ni contar con nadie más. O, un padre que cree que tiene la verdad absoluta sobre cómo criar a sus hijos puede utilizar métodos de crianza que son perjudiciales para los niños.
La posición de poder intelectual o superioridad es muy peligrosa, ya que puede conducir a la intolerancia y la opresión o convertirnos en necios
Fijarse en el pensamiento de que las mujeres deben llevar falda y los hombres pantalones es un dogma social que se basa en la idea de que la vestimenta es un indicador del género. Este dogma se ha promovido durante mucho tiempo por la sociedad, y se ha reforzado a través de los medios de comunicación, la publicidad y la educación.
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Durante el franquismo se establecieron dogmas sociales que se utilizaron para justificar el régimen y su ideología. Estos dogmas se basaban en los principios del catolicismo, el nacionalismo y la autoridad. Y quizá, una de las destacadas verdades absolutas para el franquismo fue aquella que encumbraba en las monedas al dictador «caudillo de España por la gracia de Dios». Esto llevaba a la sociedad a pensar, por obligación o quizá por cierto convencimiento, en que, de algún modo, hay un componente divino en ello. Fijarse en las consecuencias tan graves que derivaron del dogma de que el matrimonio es indisoluble.
Esas verdades absolutas que nos conceden «el don de la sabiduría única» son, en la convivencia, un problema, pues crean un dogma originado de la opinión personal, interés, dispuesto a defenderse con enfrentamientos y que crean un ambiente social inquisidor y negativo. George Bernard Shaw, escritor y premio Nobel en 1925, decía que los dogmas son como los muros de una prisión: encierran a la mente y le impiden crecer.
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En el engranaje de las verdades absolutas manipulativas hay un apoyo social, que parece reclutado por varios ámbitos, como el uso de la autoridad: se presentan como verdades respaldadas por una autoridad reconocida, como una religión, un partido político o una institución. Se toman como indiscutibles y la crispación se extiende.
Otro es el uso de la emoción: se apela a las emociones de las personas, como el miedo, la ira o la esperanza. Cualesquiera de las emociones pueden hacer que las personas dejen de pensar críticamente y que acepten las verdades absolutas sin cuestionarlas.
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El miedo es una emoción muy poderosa que puede llegar a paralizarnos. En este sentido, el miedo hace que muchas veces se acepten dogmas, por lo que pueda pasar si no aceptan la verdad absoluta.
La esperanza es una emoción positiva que puede hacer que las personas sean más receptivas a las propuestas. Es capaz de que creamos que podemos conseguir algo que deseamos. Por ejemplo, una verdad absoluta que apela a la esperanza podría ser: «Si votas por este candidato, tu vida mejorará».
La ira es otra emoción muy poderosa que puede hacer que actuemos de forma impulsiva. Las verdades absolutas que apelan a la ira pueden hacer que las personas se sientan atacadas o amenazadas. Por ejemplo, una verdad absoluta que apela a la ira podría ser: «Los inmigrantes están robando nuestros trabajos». Esta afirmación puede hacer que los que estén en contra de la inmigración se sientan muy enfadados y, por lo tanto, estén mucho más dispuestos a aceptar la verdad absoluta de que los inmigrantes son un problema para la convivencia.
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Y, por supuesto, el uso de la repetición: se repiten constantemente, hasta que se empiezan a aceptar como verdaderas.
La búsqueda de la verdad sin condicionantes ni absolutismos, es otra cosa, no es un marcaje de intereses o razones atadas a una postura única por convencer de un mensaje cimentado con humo, es un viaje que nos enriquece y nos hace mejores personas. Al cuestionar nuestras creencias y estar abiertos a escuchar a los demás, podemos ampliar nuestra perspectiva del mundo y aprender a convivir con la diversidad. Cuando abrimos nuestra mente, nos damos la oportunidad de aprender y crecer. Nos damos la oportunidad de ver el mundo de una manera nueva y de encontrar soluciones a los problemas que nos enfrentamos.
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