JOSEMARI ALEMÁN AMUNDARAIN

Mujer y paradigma relacional

Resulta demoledor que se haya consolidado una cultura de dominio permanente de un género sobre otro, en el que no hay diversidad sino imposición

Domingo, 11 de abril 2021, 08:23

La cuestión de género es el desafío más importante al que se enfrenta la sociedad en su camino para progresar en el bienestar. Una historia ... plagada de prejuicios y condicionada por estructuras de poder ha ido consolidando paradigmas, formas de ver el mundo en el que el papel de la mujer ha sido relevado en el mejor de los casos a una labor de acompañamiento, condicionada al hombre. Es difícil romper paradigmas consolidados a lo largo de la historia de la humanidad, aunque resulte bochornoso, para cualquier mente civilizada, el dominio de la mujer por el hombre a lo largo del tiempo, relegándola a un papel secundario, condicionado al hombre, cuando no a verdaderas situaciones de esclavismo. Pensar que todavía en el pasado reciente la mujer tuvo que conquistar el derecho al voto en las sociedades más avanzadas dice bastante de un modelo de relaciones sociales que resulta insostenible. Todavía hoy, el desafío por romper el statu quo vigente resulta de tal calibre que muchas veces parece insuperable. Sin embargo, el mundo avanza inexorablemente hacia un paradigma relacional en el que la mujer está llamada a jugar un papel protagonista.

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La historia del dominio del hombre refleja con claridad la falta de respeto a la diversidad y la imposición de modelos uniformes por parte de las clases dominantes, en este caso del género dominante. Se nos llena la boca con palabras que hablan de innovación, de respeto a la diversidad y no somos capaces de abordar el reconocimiento más básico de esa diversidad: la diversidad de género. Es evidente que no somos iguales los hombres y las mujeres, como tampoco somos iguales cualquier ser humano a otro. Lo que resulta demoledor es que se haya consolidado una cultura de dominio permanente de un género sobre otro, en el que no hay diversidad sino imposición.

El debate acerca de las diferencias entre los hombres y las mujeres es un debate abierto. Así, para la neurocientífica Daphna Joel, «cada cerebro es un mosaico de características [...] Algunas características son más comunes en hombres y algunas en mujeres, pero no hay un cerebro masculino o un cerebro femenino». Desde esta perspectiva, las diferencias de comportamientos tendrían que ver más con aspectos culturales que con ninguna base fisiológica. Por otra parte, Ragini Verma señala que «los mapas de la conectividad cerebral muestran diferencias impactantes, aunque también complementarias, en la arquitectura del cerebro humano, que ayudan a elaborar una potencial base neuronal que explique por qué los hombres son brillantes en algunas tareas y las mujeres en otras». Para esta investigadora los hombres son en promedio más aptos para aprender y ejecutar una sola tarea, mientras que las mujeres tienen una memoria superior y una mayor inteligencia social, que las vuelve más aptas para ejecutar tareas múltiples y para encontrar soluciones para el grupo.

Cuando Allan y Barbara Pease escriben su libro 'Por qué los hombres no escuchan y las mujeres no entienden los mapas' están proyectando, en mi opinión, dos paradigmas en juego. El paradigma espacial –leer mapas– y el relacional –ser capaz de escuchar y hacer dos cosas a la vez–. Así, cuando estamos conduciendo el coche y perdidos, la mujer insistirá en que paremos y preguntemos, y el hombre se empecinará en no hacerlo, porque estará a punto de desentrañar el misterio y dar con el camino adecuado. El conflicto entre paradigmas está servido.

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Pues bien, en un mundo en transición de un paradigma espacial a un paradigma relacional, en el que se irán imponiendo las relaciones sobre cualquier otra cosa, el papel de la mujer resulta incuestionable. Todavía estamos instalados en un paradigma espacial, caracterizado por ser propietario, autoritario, defensivo, de fronteras, ostentativo, territorial, jerárquico, muy de mapas, muy focalizado, muy volcado en soluciones simples, y que ha construido un lenguaje que sitúa al hombre en el centro. Es un paradigma masculino en el que el varón se encuentra a sus anchas.

Pero la transición a un nuevo paradigma relacional ya se está dando. Un paradigma caracterizado por la importancia de las relaciones, la búsqueda del acceso al uso más que la propiedad, abierto, que identifica espacios de cooperación más que fronteras, no es ostentativo, no es territorial, no es jerárquico, es relacional, no entiende de mapas sino de experiencias, no es tan focalizado, y es complejo porque se empeña en armonizar la diferencia con la integración. Un paradigma cada vez más presente que irá dando forma a un nuevo lenguaje en el que la mujer está llamada a tener un papel preponderante. El futuro se construirá en clave de mujer, porque ha llegado su hora, porque el futuro se construye ya a través de un paradigma relacional que empodera cada vez más a las mujeres. Cuanto antes nos demos cuenta y dejemos que también manden ellas... mejor para todos.

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