La posibilidad, sugerida por el Ministerio de Transportes, de que la conexión del TAV entre Euskadi y Navarra se haga por Vitoria, en lugar de ... a través de Ezkio-Itsaso, ha abierto el debate en Euskadi, con las diputaciones de Gipuzkoa y Álava defendiendo su conexión y con el lehendakari Pradales pidiendo tiempo y paciencia, remarcando la necesidad de esperar los informes técnicos para tomar una decisión entre todas las instituciones implicadas al considerarlo un «proyecto de país».
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Si es un proyecto de país, el debate surgido no debería escandalizar a nadie. Bienvenida sea la discusión sobre un medio de transporte estratégico de primer orden que lleva décadas de ejecución e inversión y que un mal remate podría provocar conexiones fallidas.
Si es un proyecto de país, el Ministerio de Transportes hace bien en extremar la prudencia antes de decantarse por una opción «plausible». La discusión carece de los informes técnicos precisos, algo totalmente imprescindible en una sociedad que solo puede considerarse madura si participa o comprende y se le explican las decisiones que están sobre la mesa.
Si es un proyecto de país, Euskadi deberá mirar por el interés general de los vascos y el Gobierno Vasco tener un papel decisivo. Resulta lógico que el lehendakari Pradales alerte de que para tomar una decisión hay que analizar muchos indicadores y cite precisamente los que defendió el Gobierno Vasco en 2018 ante el Ministerio, cuando enmendó la conexión por Vitoria y reivindicó Ezkio por su menor coste a largo plazo, la duración del recorrido, la mejor conexión con el arco atlántico y el corredor del Mediterráneo, y el riesgo de saturación de la línea de Vitoria. Resultaría extraño que ahora el Ejecutivo vasco enmendara a sus propios técnicos.
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Si es un proyecto de país, las políticas bajo el radar y de hechos consumados tomadas durante demasiado tiempo sobran en la sociedad actual. Solo un análisis político de regate corto y poca profundidad puede escandalizarse de que haya un debate sobre esta conexión. Son muchas las decisiones que se han adoptado en este país sin el contraste general. Las últimas, sin ir más lejos, relacionadas con el TAV, fueron las inversiones milmillonarias para soterrar las estaciones de Vitoria y Bilbao. Un acuerdo político las avaló sin excesiva alarma, quizá por los hábitos adquiridos en algunas latitudes.
Si es un proyecto de país, bienvenida sea la incorporación de EH Bildu al debate sobre la alta velocidad. El portavoz Pello Otxandiano califica de «esperpento» el debate entre diputaciones. Algunos calificarían de esa misma manera la oposición sistemática de su formación a todos los proyectos de progreso de este país, cuyo último legado fue la paralización de la incineradora con costes millonarios y su sustitución por los postes de basura en las calles. Como esperpéntico también resulta el pasado luctuoso que ha teñido la construcción del TAV debido a la etapa reciente más oscura que ha vivido Euskadi.
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Si es un proyecto de país, los aspectos técnicos deben priorizarse y acelerarse, y el impacto medioambiental evaluarse con rigor, pero el debate también debe tener contexto. Forma parte de la discusión constructiva poner en cuestión la conexión de Ezkio por la necesidad de hacer túneles bajo Aralar, pero antes habría que recordar que el 80% de la plataforma del TAV por Gipuzkoa transcurre, precisamente, bajo túnel, porque reduce su impacto ambiental.
Si es un proyecto de país, ante el enorme retraso y escepticismo que sufre la alta velocidad en Euskadi, serán necesarios acuerdos políticos de país que beneficien al conjunto de la ciudadanía. El informe del Gobierno Vasco de 2018 empezaba por ahí: la conexión del TAV entre Euskadi y Navarra por Ezkio favorece al 85% de los vascos. La vitoriana al 15%.
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