Que vienen los comunistas!'. A estas alturas de la historia, ¿puede influir en los votantes ese latiguillo neofranquista? 'Spin doctors' tiene Ayuso que lo sabrán ... explicar. En todo caso, si el debate fuera racional y argumentado, como corresponde a una democracia deliberativa madura, sería bueno saber qué entienden por tal cosa quienes propagan la especie.
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Pues el comunismo, en tanto comunidad de iguales, forma parte de la historia social de nuestra especie desde tiempos remotos. Incluso de la historia de la cristiandad: mirándose en el ejemplo de los apóstoles que «compartían sus bienes entre sí según la necesidad de cada uno», los primeros cristianos se agrupaban en comunidades alternativas al egoísmo disgregador y pagano. Tampoco parece que la alarma 'peperil' ante la llegada del comunismo haga alusión al castizo de los comuneros en su alzamiento contra el poder imperial, que funda la lucha por los derechos civiles en España. Los tiros no van por ahí ni por las utopías de un san Agustín o de un santo Tomás Moro, y menos aún respecto a las que emergieron como antítesis del sistema explotador industrial.
Comunismo en boca de Ayuso y compañía equivale a sovietismo. Lo cual no deja de constituir todo un ejercicio rememorativo justo cuando se cumplen cien años del final real de la experiencia comunista en la antigua URSS. Sucedió en marzo de 1921 en la base naval de Kronstadt, cerca de San Petersburgo: su contingente de soldados, considerados «el valor y la gloria de la Rusia revolucionaria», se alzaron en armas reclamando la liquidación del 'comunismo de guerra' y de «los soviets fantoches manipulados por el partido». Tras diez días de asedio militar, la sublevación fue aplastada dejando miles de cadáveres de bolcheviques hasta entonces venerados. Ahí, en puridad, acabó el sueño comunista. Lo que siguió hasta la extinción de la URSS 70 años después poco o nada tenía que ver con el idealismo inicial: un capitalismo de estado organizado de manera burocrática y represiva a las órdenes de una oligarquía de partido, la 'nomenklatura', ayuna de cualquier aliento utópico.
Evidentemente, no parece que los publicistas de Ayuso pregoneros del eslogan 'Libertad o comunismo' tengan nada de esto en la cabeza, pero sí la ambición de capturar en los caladeros electorales de la extrema derecha. Porque para algunos los votos son como el dinero según lo concebía el emperador Vespasiano al crear un impuesto a las letrinas: no huelen ni aunque vengan excrementados.
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