Hemos visto perseguir judicialmente manifestaciones tenidas por ofensivas contra la sensibilidad religiosa de algunos creyentes católicos, como fuera el caso de Willy Toledo. Conviene comparar esto con las declaraciones del padre Báez, para quien la infidelidad justificaría o al menos explicaría los atroces asesinatos cometidos por un demente. Parece obvio que se debería separar al párroco de su ministerio y someterlo a tratamiento psiquiátrico. ¿Qué puede aportar alguien con ideas tan delirantes a su feligresía? Esto sí se debería perseguir de oficio como un atentado contra la sensibilidad cívica más elemental. A mi juicio, este sacerdote no tiene perdón de Dios. Hace flaco favor al credo que presume defender y reniega de las enseñanzas evangélicas.
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