Los guionistas que nos escriben La Realidad de cada día pecan o de falta o de exceso de imaginación, y de vez en cuando rocambolescos ... acontecimientos extraen lo mejor de unos y otros. Fue lo que ocurrió este pasado martes en el tren de Renfe que quedó averiado sobre las vías, durante tres horas y a escasos metros de la estación del Norte y el apeadero de Gros.
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Como en la letra del 'Niño futuro' de Rafael Berrio, el incidente del convoy averiado lo tiene todo. A saber: una abogada, un procesado, la hija de una mujer de 91 años que se tuvo que ir sola al hospital, un usuario de metadona, un hombre con claustrofobia, una señora que miccionó entre dos vagones y, en el ojo del huracán, el maquinista, encarnación del héroe anónimo abandonado a su suerte por sus jefes que protagoniza tantos y tantos telefilmes. Y seguramente, votantes jeltzales, abertzales, socialistas, populares, desencantados y abstencionistas. Ítem más: estudiantes, creyentes, agnósticos y ateos. Así, hasta 200 personas. Sólo faltó la embarazada que da a luz en el vagón. Fuera de plano quedan los ocupantes de los despachos, cuyo perfil cabe imaginar. No fue un episodio aislado, sino una atávica tradición guipuzcoana. «Lo usaba de estudiante y recordaba los retrasos», comentaba en DV la pasaitarra Karol Valbuena. Cualquiera que siga en redes a Ander Izagirre sabe que las averías son recurrentes.
He aquí el resultado de tantas proclamas sobre «poner a las personas en el centro». Quizás sería mejor que nos dejaran un poco de lado y concentraran sus esfuerzos en la gestión de los recursos públicos, en este caso, del calamitoso transporte ferroviario. Y usted que lo vea, que diría el mentado Berrio.
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