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Otsabio, el guardián de los gigantes
La próxima salida de Mendira, el día 18, nos acercará hasta Altzo, donde se localiza la primera mención de 'Ipuscua' hace mil años, sin olvidar a 'Handia'
Una densa niebla cubre los caserones de Altzo Muinoa, un rincón precioso de Tolosaldea al que nos llevará el próximo sábado, día 18, una nueva salida de Mendira. Desde la plaza de Altzo partirá la marcha que nos permitirá conocer el museo dedicado al 'Gigante de Altzo', Miguel Joaquin Eleceigui o el enorme haya trasmocha del bertsolari Imaz. A un kilómetro y medio del casco urbano se encuentra Altzo Azpi, que con su iglesia de San Salbador de Olazabal, la casa de serora, el molino... Ambos espacios, pertecientes al mismo municipio, albergan grandes e importantes tesoros que destacan en la historia de Gipuzkoa. De hecho, este año en el que se conmemoran los mil años de la primera mención escrita de la palabra 'Gipuzkoa', nos conduce directamente a Altzo Azpi, de donde procede el documento histórico fechado en 1025 en el que aparece la denominación 'Ipuscua'. Consta en un escrito recogido en el libro gótico o cartulario de San Juan de la Peña (Huesca), ya que hace mil años el señor de Ipuscua, Garcia Acenariz, y su esposa, Gayla de Iputza, donaron, en el contexto del Reino de Pamplona, al cenobio de dicho monasterio oscense el monasterio de Altzo, junto con otras tierras que estaban bajo su custodia. En el propio documento, se pueden leer cuatro lugares de Altzo - tres caseríos y un monte. Además, los manzanos y la sidra son otros de los elementos destacados en el texto de 1025 que pueblan los terrenos que rodean a la iglesa de Altzo Azpi.
Mil años después los muros de la iglesia de San Salvador de Olazabal cobijan la exposición 'Ipuskoa, izenetik izena, 1025-2025', en la que se pueden ver obras de artistas como Koldobika Jauregi, Elena Cajaraville, Elena Arrese, Iñaki M. Ruíz de Egino, Julia Otxoa, Ricardo Ugarte, Ramón Ruíz Cabestany, Pablo Zuriarrain, Iker Valle, Nisa Goiburu, Uxue Lasa, Ángel Navas, Natalia Cambronero Nieto, Mª Jesús Cueto y Antton Mendizabal.
Altzo Azpi es un rincón desconocido para muchos, pero precioso que bien merece una visita. Una vez en él, no podemos dejar de acercarnos al caserío Ipintza. Tal vez, este antiguo caserón no destaque por sus peculiaridades arquitectónicas, pero es bien conocido por muchos, porque en su interior nació y vivió el 'Gigante de Altzo', Miguel Joaquín Eleicegui Arteaga. Llegó al mundo en 1818, y su infancia transcurrió como la de cuaqluier niño de la época, hasta que al cumplir los 20 años sufrió una enfermedad grave tras la cual empezó a crecer desmesuradamente. Según fuentes de la época Eleicegui «medía 2,42 metros y pesaba 203 kilos. Comía lo equivalente a tres personas y bebía diariamente 23 litros de sidra».
Información MIDE
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Acceso Para llegar a Altzo Muinoa debemos seguir la N-1 hasta el cruce de Alegia y después dirigirnos hasta el casco urbano por la GI-2131.
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Horario El recorrido ronda las 2,5 horas. En algunos tramos transcurre por la carretera de acceso a Altzo Muinoa, por lo que hay que tener precaución por el paso de vehículos.
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Distancia 10 km
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Desnivel positivo 285 m
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Severidad del medio 1
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Dificultad orientación 1
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Dificultad del terreno 1
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Esfuerzo necesario 1
Una figura de cemento en una pared cercana al caserío recrea al gigante y muestra su gran corpulencia y altura. Una abarca destaca su gran pie de 42 (un equivalente a un número 63 actual), como la hacen también otros objetos personales como una silla que mide 64 centímetros de alto, unos guantes de 33 centímetros. Además, en el museo de Altzo muinoa se puede ver en el museo instalado junto al ayuntamiento una camisa y una enorme americana, así como otros objetos que se utilizaron en la película 'Handia'.
A pocos metros se encuentra otra escultura con la imagen de Miguel Joaquín Eleicegui, un altzoarra que en el siglo XIX comenzó a viajar y a exhibirse vestido de turco o de general de la armada española, primero por España y luego por Europa. existen documentos que acreditan que visitó en Madrid a Isabel II, en Francia al rey Luis Felipe, en Portugal a la reina María de la Gloria y en Inglaterra a Victoria I. Precisamente en Gran Bretaña le buscaron una novia que le llegaba por la barbilla y quisieron que se casara con ella, ya que le podía beneficiar para su espectáculo, pero él lo que quería era volver a su pueblo, Altzo. Murió con 43 años en su pueblo natal por una tuberculosis pulmonar y su cuerpo fue enterrado en el cementerio de Altzo, pero cuenta la leyenda que alguien robó sus huesos, ya que la gente del pueblo dice que cuando llegó el momento de exhumar su cuerpo su esqueleto había desaparecido.
La historia de Miguel Joaquin no debió ser muy fácil y quiso volver a su pueblo, donde se puede suponer, gozaba de una tranquilidad que no quiso sustituir con la fama o las ventajas de las cortes que visitó.
Pocos años después de que naciera Miguel Joaquín, en 1836, el bertsolati Manuel Antonio de Imaz plantó un árbol el mismo día que se casó con su amada, Paula Jauregi. La plantación se llevó a cabo un 22 de septiembre y según los estudiosos el enorme haya, que ha llegado hasta nuestros días, era «como símbolo de su vida y hogar». El bertsolari altzoarra disfrutaba midiendo el grosor del haya trasmocho con su 'gerriko', que ha alcanzado una altura de 23 metros, un diámetro de copa de 28,51 metros y 680 centímetros de perímetro a 1,30 metros de altura. El árbol es uno de los 10 catalogados como singulares en Gipuzkoa,
La salida de Mendira del día 18 nos acercara a todos estos rinconces como Gaztaña-Motzeta en el que se encuentra el haya, al caserío Ipintza o la iglesia del Salvador de Olazabal. aunque la cima de esta semana, se encuentra en Otsabio.
Desde Altzo Muinoa a Otsabio
La ascensión hasta la cruz de Otsabio desde Altzo es un regalo para muchos sentidos. Después de aparcar muy cerca de la iglesia, comenzamos la ascensión por la pista asfaltada de la derecha. Continuamos la carretera asfaltada por el collado de Arrima (330 m.), hasta llegar a la estación de gas, al este de la loma de Elordi (370 m.). Muy cerca se encuentra un cruce y nosotros continuamos por la izquierda siguiendo las pinturas amarilla y blancas.
Durante el trayecto disfrutamos de unas magníficas vistas de Tolosaldea. Entre ellos Larrunarri, Auza Gaztelu, UZturre, la línea de Hernio. El camino es en cuesta todo el rato aunque se hace más que asequible y no exige demasiado esfuerzo. Poco a poco, dejamos atrás los pinos, nuestros compañeros de camino hasta entonces, y comenzamos a adentrarnos entre hermosos bosques de hayas que siempre despiertan en nosotros una energía diferente. Casi sin darnos cuenta, comienzan a destacar algunas rocas gris-blancas, señal evidente de que pronto llegamos a nuestro objetivo, Otsabio. Y sin quererlo, casi escondida entre los enormes árboles, se encuentra la cruz de Otsabio, el buzón y un vértice geodésico.