Belkoain, en recuerdo de unos valientes

Discreto donde los haya, Belkoain no es uno de esos destinos más visitados por los mendizales, pero merece la pena conocer la historia que recogen sus piedras. Mendira nos acercará desde Andoain,el próximo día 17, hasta este monte que pertenece al macizo de Andatza, que domina la margen izquierda del curso del río Oria a su paso por Andoain, y es el testigo silencioso de los enfrentamientos bélicos que se produjeron en Gipuzkoa hace 87 años. Ya están abiertas las inscripciones en la web de El Diario Vasco.

Comenzamos por destacar que Belkoain es una cima peculiar ya que se trata de una doble cumbre. Posee una cima occidental y otra oriental separadas por un pequeño descenso (472 m.) en el que se encuentran los restos de su dolmen. La gran cruz de Belkoain se encuentra en la cumbre occidental (488 m.), mientras que la oriental es algo más elevada (492 m.).

Belkoain se sitúa en el macizo de Andatza, que se inicia en el puerto o alto de Andatzarrate (430 m.), punto más meridional del mismo, en el que entraría en contacto con Hernio y se prolongaría hacia el norte en dirección a Usurbil (34 m.). Su cordal principal tendría las cumbres de Hirumuño (503 m.), Aitzondo (445 m.), Zarateko haitza o Zarateaitz (486 m.), Eskaltzu (508 m.) y Andatza (562 m.), punto culminante del mismo, como principales alturas. De la amplia cima de Eskaltzu un cordal se desprende en dirección este hacia Andoain (48 m.), rematando la doble cumbre del Belkoain (488 m.).

La historia ha dejado su rastro en la cumbre de esta montaña y a pocos metros de la misma se encuentra el dolmen de Belkoain, un monumento megalítico que constata la presencia humana en la zona. Se trata de una construcción funeraria de inhumación de la época del Neolítico-Bronce. El monumento más antiguo es el dolmen de Belkoain, una construcción funeraria de inhumación que puede datar del Neolítico-Bronce (IV-II milenio a.C.) y que está conformada por una cámara fabricada con piedras para acoger la inhumación, ya sea individual o acumulativa, y un túmulo de piedras y tierra que cubre el monumento con unas medidas totales de 11 m. de diámetro y alrededor de un metro de altura.

No es el único monumento funerario que se localiza en Andoain ya que junto al de Belkoain destacan los 4 cromlechs de Eteneta II., de la Edad del Hierro, el poblado de Buruntza, de la IIª Edad del Hierro, y el yacimiento de San Esteban de Goiburu, primer yacimiento de época romana del valle de Oria. Los estudiosos recogen que desde la Prehistoria destaca la posición estratégica de Andoain como un nudo en las vías naturales de tránsito que ha facilitado la circulación por ella, conectando costa e interior a través de los valles de Oria y Urumea, y el tránsito Este-Oeste por el corredor litoral y el valle del Leitzaran». A pocos metros del dolmen de Belkoain nos encontramos con un panel informativo que recoge otro de los episodios históricos que se vivieron en la zona. Belkoain es un punto neurálgico de la línea de resistencia que se levantó en Gipuzkoa para detener el avance franquista en la guerra civil. «Cándido Saseta (nacido en Hondarribia) fue uno de los pocos militares profesionales que formaron parte del ejército vasco. Encargado de organizar y dar estructura a las milicias vascas de las que más tarde pasaría a ser jefe. Organizó la línea de defensa entre las localidades de Asteasu, Aduna y Zizurkil a través de los montes de la comarca, el conocido como sistema de defensa Saseta. Aguantó 35 días antes de caer ante la notable superioridad numérica y material de los sublevados. Falleció en la batalla de Areces (Asturias) el 23 de febrero del 37. A su funeral, celebrado en Bilbao, acudieron el lehendakari Aguirre y varios consejeros del Gobierno Vasco», según queda recogido por Aranzadi.

En nuestra salida a Belkoain descubrimos los restos del punto de resistencia Saseta en el que, durante agosto y septiembre de 1936, los milicianos vascos se enfrentaron a las tropas franquistas tras la caída de Tolosa el 11 de agosto de 1936. «Hubo un gran enfrentamiento que causó alrededor de cien víctimas documentadas hasta ahora», recoge Aranzadi. «Mientras los muertos del bando franquista fueron recuperados y enterrados, los combatientes del sistema de defensa Saseta no tuvieron esa suerte».

Al igual que en otros municipios vascos, las nuevas autoridades locales de Aduna decidieron llevar a cabo la construcción de esta cruz de hormigón en la cima del monte Belkoain, lugar en el que los gudaris comandados por Cándido Saseta habían resistido durante varias jornadas del mes de agosto el ataque de los requetés. La cruz fue inaugurada el 24 de septiembre de 1939 para conmemorar la victoria de los sublevados sobre los defensores republicanos en la línea de trincheras del monte Belkoain. «La idea de levantar este monumento religioso y de exaltación del régimen franquista 'En memoria de los que cayeron por Dios y por la Patria' fue de la Falange Española Tradicionalista y de las Jons de Aduna, y dio inicio en el año 1939 tras ser autorizado por el Ayuntamiento», destacan.

En esta ocasión nos acercamos hasta la cima de Belkoain tras aparcar en la zona de Bordaberrialdea de Andoain. Comenzamos la ascensión siguiendo la carretera asfaltada pasando por delante del caserío Bazkardo. A escasos metros tomamos la derecha hasta llegar el cruce de Bordaberri. A continuación continuamos la carretera de frente. Alcanzamos una señalización que nos indica a Kapelagorri, que seguiremos para avanzar por la pista que nos adentrará por un bosque hasta llegar a Mendiola. Seguimos el camino para acercarnos a la calera de Erramueta, totalmente recuperada. Avanzamos por la pista asfaltada para proseguir ascendiendo hasta llegar a una antena. Ahí finaliza el camino de brea y comienza la pista forestal que de manera ascendente en todo momento nos lleva hasta Belkoain enfilando un sendero estrecho entre altos pinos. Primero observamos un mojón y pronto avistamos el punto geodésico que nos anuncia que pronto llegaremos a la cima de Belkoain, aunque antes rodearemos el dolmen.

Una vez en la cruz comienza el descenso por un poblado bosque en el que se encuentran las líneas de piedras de las trincheras. Seguimos el camino hasta un cruce en el que tomamos el camino de la derecha que nos llevará directamente hasta nuestro punto de partida. En algunos tramos nos toparemos con marcas de pintura, aunque diversas señales nos conducen hasta Bordaberrialdea.