Cosmética africana con alma guipuzcoana

Es, sin duda alguna, una de las novedades cosméticas de los últimos tiempos. Una marca 100% 'made in Gipuzkoa' con corazón africano cuya producción es a pequeña escala y en la que los principios de la economía circular están más que arraigados. Una firma que presta mucha atención a la selección de ingredientes de primera calidad y a su propia filosofía. Una identidad propia a la que nunca ha renunciado ni renunciará.

De hecho, 'pole pole' es una palabra suajili que da nombre a la empresa y que significa, «poco a poco, todo llega. Porque la vida en África transcurre 'pole pole'».

Esta firma vasca conoce de primera mano el ritmo acelerado en el que nos zambullimos a diario y por eso nos invita a detenernos y a disfrutar de los aromas naturales y de las propiedades de plantas veneradas durante miles de años, como el baobab o el propio ylang ylang.

«Con el propósito de ayudar a cuidar la piel de una forma natural, formulé una línea facial que consta de cremas, serums y limpiadoras; y otra de corporales. Mi amor por el continente africano es la esencia y la base principal del proyecto, que no sólo se aprecia en el nombre y en el uso de sus materias primas sino que, además, cada producto tiene un identificativo de mujer de origen keniata», desvela Esther Cilla. Por ejemplo, 'Waceera', uno de los 'best sellers', significa «la viajera, la nómada», y contiene ingredientes como el argán, ylan glang o el higo chumbo, considerado el bótox de la cosmética natural. «Este producto ayuda a regenerar, repulpar y atenuar las arrugas», apunta.

Otra de las cuestiones fundamentales de la línea, la idea de colaborar con la fundación 'Save the Lion Masai Mara', surgió en Kenia cuando la protagonista vio en primera persona un incremento de la mortalidad de los leones. Esta fundación busca proteger a dichos animales salvajes de la sabana africana resolviendo el conflicto hombre-animal. La empresaria jamás dudó en sumarse a la causa.

Se trata de una emprendedora donostiarra y una apasionada de la naturaleza. Ya desde joven se dedicó a recolectar flores silvestres convirtiéndolas en «pócimas» a las que ella llamaba «colonia».

La inquietud por este mundo siempre estuvo en su interior, aunque sus estudios universitarios no tuvieron nada que ver con la cosmética.

Haciendo caso a su necesidad interior y exterior, terminó formándose en plantas medicinales, aromaterapia y cosmética natural, y los viajes al continente africano fueron nutriendo sus conocimientos. Cilla consiguió aprender de las mujeres locales los usos y beneficios de sus materias primas y de esa manera, lo que empezó siendo un hobby, hoy en día se ha convertido en una profesión.