Los Amigos del Pueblo Sirio reparten comida enviada por la ONG guipuzcoana. Zaporeak

Zaporeak amplía horizontes

Solidaridad ·

La ONG guipuzcoana, que sigue dando más de 2.000 raciones diarias a los refugiados de Lesbos, colabora también con los Amigos del Pueblo Sirio

Estrella Vallejo

San Sebastián

Viernes, 12 de febrero 2021, 06:43

Grecia, Bosnia, Uganda... Hay tantos posibles frentes en los que poder ayudar que es complicado centrarse en los objetivos justos. El proyecto Zaporeak, que lleva ... cinco años proporcionando alimentos a los refugiados que llegan a las islas griegas, refuerza su colaboración con la Asociación de Apoyo al Pueblo Sirio, una organización que ayuda a las personas que viven en condiciones infrahumanas en los campos ubicados en Alepo.

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La organización guipuzcoana ha enviado recientemente varios palés con alimentos secos a los habitantes de esta localidad reducida a escombros por la guerra, en la que la ONG trata de reforzar la educación de los niños refugiados. Asimismo, mediante la colaboración con otras asociaciones a las que también se les envían paquetes de comida en seco, Zaporeak asiste a los refugiadas que están en Atenas y en Patras. Pero sus fogones continúan en Lesbos, y lo hacen además a pleno rendimiento. De hecho, ayer celebraron su segundo aniversario en esta isla griega, donde ya han repartido cerca de 1,2 millones de raciones de comida.

A finales de este mes se cumple un año desde que Peio García Amiano, su hermano Zazpi, e Iñaki Alkiza, los tres fundadores de Zaporeak, estuvieron visitando la isla griega.

Aquel viaje se realizó, entre otras cuestiones, con la intención de crear nuevos lazos con organizaciones de islas vecinas, pero la creciente tensión con la población griega, unido al estallido de la pandemia apenas dos semanas después, el confinamiento, y el incendio que a comienzos de septiembre destruyó por completo el campo de Moria, ha cambiado en doce meses un panorama que ya era tremendamente desolador.

Ahora, las pésimas condiciones que padecen las 7.200 personas solicitantes de asilo que malviven en el nuevo campo Kara Tepe, el 37% de los cuales son menores, se ven recrudecidas con el azote de un invierno que inunda sus tiendas, empapa todas sus pertenencias, «y donde las fuertes rachas de viento dejan el campamento patas arriba. El panorama es desolador», lamentan.

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«Los continuos cortes en la corriente eléctrica obligan a hacer hogueras, pese al riesgo de provocar incendios que entraña»

Peio García Amiano | Fundador de Zaporeak

A esta situación se le añade que debido a la pandemia, el campo está en cuarentena, por lo que la mayoría de las ONGs no tienen acceso a su interior. Una medida adoptada por el covid, pero que para el Gobierno griego está siendo el motivo idóneo para justificar el encierro de los refugiados en este nuevo recinto, que sirve a su vez para aliviar la tensión entre la población autóctona.

«Cada vez es más complicado que los refugiados puedan salir a recibir ayuda externa», explica Peio. Pero pese a los impedimentos, Zaporeak «ha redoblado sus esfuerzos». A las más de 2.000 raciones de comida cocinada que reparten diariamente, están entregando una vez al mes comida en seco para todos los habitantes de Kara Tepe. A finales del año pasado además, pusieron en marcha una panadería en las cocinas de Lesbos, donde elaboran 500 panes de pita diarios.

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Sin una vida digna

La vida en el nuevo campo, insiste Peio, es inhumana. No hay duchas y «los continuos cortes en la corriente eléctrica hacen que sea imposible mantener el calor en el interior de las tiendas». La única alternativa que les queda para hacer frente a las bajas temperaturas es hacer hogueras, con el riesgo que conlleva. «En enero se quemó una tienda y aunque no hubo que lamentar heridos, las dos familias que vivían allí volvieron a ver todas sus pertenencias reducidas a cenizas», explica Peio.

«En todos estos años, hemos tenido tanto apoyo de la sociedad vasca, que quizás es momento de devolver esa ayuda»

Peio García Amiano | Fundador de Zaporeak

Este campo supuestamente provisional, «está afectando a la salud, tanto física como psicológica» de las miles de personas que habitan en él, «y por si esto no fuera suficiente, el Gobierno de Grecia ha reconocido recientemente que el suelo en el que está ubicado el nuevo campo está contaminado con plomo», señala el último boletín de la organización guipuzcoana. Varias ONGs han solicitado al Ministerio de Inmigración y Asilo de Grecia «el desalojo inmediato del campo», sin demasiado éxito.

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La realidad de Kara Tepe consigue cruzar la alambrada con cuentagotas, y los habitantes de este nuevo campo denuncian el control de la policía para no difundir imágenes del interior, una presión, cuentan, que también es ejercida sobre las organizaciones y los periodistas.

Pese a la situación cada vez más complicada, Zaporeak continua haciendo recogidas, y próximamente anunciará una campaña para enviar leche. Además, han recogido 30 palés con juguetes gracias a la asociación vecinal Morlanstarrak que están enviando a Lesbos y Siria. «En estos años hemos tenido tanto apoyo de la sociedad vasca, que viendo la situación que están pasando muchos, quizás es momento de devolver esa ayuda», reflexiona Peio.

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