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Los últimos adioses de las monjas de Kristobaldegi
El convento donostiarra se prepara para cerrar sus puertas después de 158 años. Las seis monjas que residen en él serán trasladadas a otros monasterios
Sor Presentación levanta la tapa del órgano y comienza a improvisar una melodía. Las notas resuenan en la vieja iglesia por primera vez desde hace ... años. «Aquí ha habido bodas, bautizos y comuniones», dice la abadesa del convento de Kristobaldegi, en el barrio donostiarra de Txomin Enea. Hay muchos recuerdos entre esas paredes que ahora huelen a humedad.
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Hace frío. La iglesia y el viejo convento llevan años en desuso. En el coro, presidido por una imagen de la Dolorosa, los bancos antes repletos de monjas aguardan vacíos su futuro. En otros tiempos la religiosas oían misa desde allí, pero no la veían. Una cortina negra colocada sobre una verja les impedía ver y ser vistas. «Solo se abría en la consagración», recuerda sor Presentación. Eran años de estricta clausura, en los que quien cruzaba las puertas del convento «no salía ni a los funerales de sus padres. Se entraba para morir aquí», dice.
La abadesa mira hacia un pasillo que desemboca en el coro. Allí se encuentran las viejas celdas de las monjas. «Recuerdo el frío que pasábamos y la humedad que había. Entonces no teníamos calefacción. En febrero de 1956 la temperatura bajó tanto que el agua se congelaba».Recuerda también las duras reglas de las Franciscanas Concepcionistas Descalzas. «Nos levantábamos a rezar a la una de la madrugada, que era cuando mejor se estaba en la cama. En invierno hacía mucho frío, llevábamos unos hábitos gordos y capas azules, pero éramos jóvenes». En 1950, cuando ella entró después de varios años de misiones en Guinea Ecuatorial, había 28 monjas, «muchas de caseríos de las cercanías». Ahora son seis, la más joven de 75 años.
Son días de despedidas, de repartir adioses. Suena un teléfono y sor Patrocinio se dirige a cogerlo a una velocidad sorprendente para su edad. Tiene 92 años y es la que lleva más tiempo en el convento, que dentro de unos meses cerrará sus puertas después de 158 años de existencia. El obispo de San Sebastián, Fernando Prado, oficiará mañana en la pequeña capilla de Kristobaldegi una misa de despedida a las monjas. Tres de ellas ingresarán la próxima semana en el convento de la misma orden en Estella. El resto irá a Peñaranda de Duero dentro de unos meses, aún no saben cuándo. «Nos va a dar mucha pena separarnos, llevamos juntas muchos años», reconoce la abadesa.
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La tapia y el gallinero
Las monjas residen en el nuevo edificio que se construyó hace diez años, cuando una de tantas crecidas del Urumea inundó el viejo convento. El inmueble y el huerto que servía de despensa a las religiosas se hallaba construido en zona inundable y sufría periódicamente los estragos del agua. «Ha habido muchas inundaciones, la de 1953 se llevó la tapia y el gallinero. El agua alcanzó metro y medio de altura», afirma sor Presentación.
No ha sido el río sino la edad el motivo del traslado. «Nos vamos porque nos lo manda la Santa Sede», explica la abadesa, que no se muestra demasiado optimista sobre el futuro de los conventos. «Ya no entra nadie», reconoce. El inmueble y el terreno saldrán a la venta y en el solar se construirán viviendas.
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El edificio fue construido en 1860 por Teresa Bergué, que quiso destinarlo a refugio de jóvenes desamparadas, pero el proyecto no se llevó a cabo y el edificio quedó vacío. Años más tarde, María de los Dolores y Patrocinio adquirió el inmueble y fundó el convento, que se inauguró en agosto de 1866. A su alrededor había cultivos y algunos caseríos. «Los caseros dejaban de trabajar y se quitaban la txapela cuando oían las campanas del Ángelus. Cuando yo entré apenas había casas, hemos visto cómo ha cambiado todo», dice sor Presentación.
El huerto está repleto de gatos que han creado en él su paraíso privado. Antes había más terreno, pero se fue vendiendo: mientras Txomin crecía, el convento menguaba. Hay en el huerto una estatua del Sagrado Corazón y otra de la Inmaculada. «Latrajeron en 2009, cuando cerraron el convento de Eibar», dice sor Presentación. Nadie sabe cuál será su próximo destino.
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Un goteo constante de cierre de conventos
Dos de las monjas que residen en Kristobaldegi llegaron a SanSebastián en 2009, después de que se cerrara en Eibar el convento de Ipurua. Ahora, deberán volver a mudarse. El goteo del cierre de conventos debido a la avanzada edad de las religiosas y la falta de relevo ha sido constante en los últimos años. En 2015 se marcharon de Aretxabaleta las agustinas que vivían en el convento Nuestra Señora de la Consolación. En 2017 se despidieron de Zarautz las monjas de clausura de Santa Clara, en 2018 les tocó el turno a las clarisas de Elgoibar y dos años después a las Carmelitas Descalzas del convento de Santa Teresa, en SanSebastián. En 2022, la Compañía de María abandonó Bergara.
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