Turno de noche, turno tranquilo

Toque de queda. Jornadas laborales silenciosas es lo que se encuentran aquellos que trabajan en horario nocturno, desde que se limitó la movilidad entre las 22.00 y las 06.00 horas

Estrella Vallejo

San Sebastián

Domingo, 15 de noviembre 2020, 07:38

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Mónica López | Titular de farmacia

«Las farmacias de guardia no hemos notado cambio»

Mónica López. Usoz

El toque de queda no ha alterado la actividad de las farmacias de guardia. Mónica López es titular de la que está situada en la ... calle Idiakez de San Sebastián y señala que «quien necesitaba un medicamento de urgencia antes, lo sigue necesitando ahora», por lo que la restricción de la movilidad entre las 22.00 horas y las 06.00 de la mañana no afecta en exceso ni a su actividad ni a las personas que precisan de acudir al establecimiento. Un desplazamiento, recuerda, que sí está permitido, siempre que se trate de una emergencia.

Hilando fino, sí reconoce que fundamentalmente en producto de parafarmacia «quizás hay gente que en vista del toque de queda adelanta un poco la compra», pero por lo general, insiste, «no hemos notado mucho cambio». Además, durante el turno de noche, que arranca a las 22.00 horas, «se cierra la farmacia y solo atendemos con el torno», por lo que tampoco perciben en exceso el silencio que se crea en las calles a partir de dicha hora.

Para Mónica, donde sí ha percibido un cambio es en el estado de ánimo de quienes acuden a su establecimiento. Quizás no hay tanta tensión como en marzo, «pero hay más tristeza», expone. «La gente está cansada, no ve la luz al final del túnel. Aceptan que las restricciones tienen que ser así, pero desesperan, y ya no solo es miedo al contagio, sino también tristeza y agobio. Se nota la preocupación. A excepción de que la vacuna parece que está cada vez más cerca, el resto de noticias son negativas, y eso genera dudas a la gente, que tira mucho del farmacéutico, como sanitario, buscando aclaración».

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En este sentido, apunta que «de la cadena de salud, los farmacéuticos somos los más accesibles, porque estamos a pie de calle», lo que propicia que los clientes-pacientes vuelquen en ellos las dudas que tienen. «Para ir a un ambulatorio hay que coger cita, pero aquí no. Y con los años, hemos conseguido que la gente confíe, y que en estas situaciones puedan contar con nosotros para resolver las dudas que tengan», explica. Para esta farmacéutica, «que confíen tanto en ti y la cercanía con las personas, es lo más agradecido de este trabajo».

Óscar Álvarez | Limpieza

«Extraña ver a alguien por la calle de madrugada»

Óscar Sánchez, encargado del servicio nocturno de baldeo de agua, en el Boulevard de Donostia. arizmendi

En pleno otoño, tener más o menos tráfico en la calle, más o menos gente danzando a altas horas de la mañana casi es el menor de los problemas de Óscar Álvarez y su equipo. La caída de la hoja copa toda su atención y esfuerzo para que por la mañana, cuando la ciudad despierte, haya las menos hojas posibles, ya que retirarlas por completo ya avanza que es imposible. «El vendaval de esta época y la caída de la hoja, sobre todo en la avenida de Tolosa y el paseo de Bizkaia, es impresionante, pero ya estamos acostumbrados», señala. Lo que sí reconoce es que desde que se decretara el toque de queda, el silencio infinitivo, que tanto recuerda a los meses más duros de la pandemia y que «parece de ciencia ficción», les permite trabajar con algo más de tranquilidad.

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Óscar lleva diez años como encargado del servicio nocturno de limpieza de Donostia. Un camión cisterna, en el que va el conductor y un operario «con manguera lateral», va echando agua para retirar los residuos. «Y luego también nos encargamos del barrido con sopladoras eléctricas, para no hacer ruido», explica.

El turno de noche cubre el horario de 23.00 a 06.00 horas y desde que se decretara el toque de queda, «rara vez vemos a gente por la calle, quizás a alguien que viene o va a trabajar o a alguna persona sin hogar, que duerme en la calle, pero poco más. Aunque sí que es cierto que si ves a lo lejos a alguien te extraña y te preguntas 'y este quién será' o 'qué hará en la calle a estas horas».

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Cuenta que el recorrido que hacen con los camiones de baldeo de agua «están pensados para evitar ciertas zonas a ciertas horas», como podía ser, por ejemplo, la Parte Vieja en cualquier fin de semana de la era precovid. Ahora, reconoce que no tienen ese problema «porque no hay nadie en la calle» y todo se hace de manera más «tranquila».

El fin de semana, y sobre todo desde que se ordenara el cierre del ocio nocturno inicialmente a la una de la madrugada, empezó a notarse el cambio, aunque apunta que la verdadera diferencia la percibió tras las crisis económica de 2008. «Ahí se notó muchísimo». «Desde el jueves, las calles ya eran un festival y la Parte Vieja y la zona Centro procurábamos hacerla a primera hora o estar alejados del mogollón hasta que la gente empezara a irse a su casa. De eso ya no queda nada». Señala que los que estarán notando mucho cambio «serán los del servicio de recogida de basuras, con el cierre de la hostelería».

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Germán Contreras | Trabajador de gasolinera

«De noche hay que quemar las horas. Se hacen eternas»

Germán Contreras, en la gasolinera de Behobia donde trabaja. Lusa

El panorama habitual, cualquier día de buen tiempo y más aún en verano, en la gasolinera en la que trabaja Germán Contreras es una cola de «hasta treinta minutos» para repostar. Al estar situada junto a la muga, entre los franceses, los camioneros que continúan su ruta hacia Europa y los vehículos de particulares, la estación de servicio de Behobia siempre ha sido una de las más concurridas del territorio. Sin embargo, el cierre de fronteras con Francia, por un lado, y el toque de queda, por otro, han reducido la actividad a mínimos. «Por las noches, hay fácilmente un 80% menos de clientes».

El turno de noche en esta estación de servicio cubre justamente el horario del toque de queda, de 22.00 a 06.00 horas. Ocho horas que a este trabajador, que lleva dos años y medio en esta gasolinera, le parecen el doble.

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Los primeros días, tras la implantación del toque de queda, «aún había algo de movimiento», pero ahora, apenas se mueve un alma. Tiene asumido que hasta que levante esta medida no le queda más remedio que buscarse un entretenimiento para esas noches en vela.

«Aprovecho para hacer cosas que durante el día no da tiempo, como barrer, limpiar las máquinas, ordenar la tienda, leo un poco, estoy con el móvil...». A fin de cuentas, resume, «intento quemar las horas, porque se hacen eternas».

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Con suerte, reconoce, «pasan tres o cuatro camiones que van hacia Rumania, un particular que entra a trabajar a las 6.00 de la mañana y te viene a menos veinte a repostar, y puede que algún coche patrulla, pero poco más», relata este irundarra.

Ahora, por las noches, solo se escucha el silencio y, en ocasiones, aunque pueda transmitir cierta tranquilidad, «algo de inseguridad también genera». «En el turno de noche trabaja solo una persona. Si hay movimiento, estás más activo, y también la policía pasa más veces por aquí delante, pero al no haber tráfico, por aquí no se mueve nada. Y ya he pensado alguna vez que como aquí me pase algo, no se entera nadie hasta dentro de varias horas. Pero bueno, se lleva bien».

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Germán ha presenciado de un día para otro la desaparición casi total de los vehículos con matrícula francesa. «Algún coche sí que pasa, porque igual trabajan a este lado de la muga, pero es algo puntual, nada que ver con la situación que se vivía antes del cierre de fronteras».

Ahora bien, si algo ha conseguido el covid, dice, es un cambio de mentalidad a la hora de pagar. Subraya que «ya se usa muy poco dinero en efectivo», porque la «mayoría de la gente paga con tarjeta», o directamente con el móvil.

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Manuel Sánchez | Técnico emergencias sanitarias

«Al no haber tráfico llegamos antes con la ambulancia»

Manuel Sánchez suma 15 años de experiencia en una ambulancia medicalizada. Lusa

Amenos tráfico, más rapidez para desplazarse de un lugar a otro. Si hubiera que hacer un listado con los aspectos positivos del toque de queda, la comodidad y efectividad con la que trabajan los técnicos en emergencias sanitarias estaría en los primeros puestos.

Para Manuel Sánchez, que lleva 15 años a bordo de una ambulancia medicalizada, los turnos de noche se parecen mucho a las semanas más duras de la pandemia, cuando solo se permitía la movilidad a las actividades consideradas esenciales. «En la carretera estamos solos y hay una paz..., pero que al mismo tiempo te recuerda a una película catastrofista».

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Cuenta que en el turno de noche, que abarca de 21.00 a 09.00 horas y que está formado por el especialista en medicina, enfermería y técnico en emergencias, «solo nos cruzamos con algún camión y poco más. Nadie te molesta, y eso inevitablemente se traduce en que el tiempo de respuesta ante cualquier emergencia es menor», comenta.

En su caso, señala que la «carga de trabajo es la misma», porque a menos que se dé un caso excepcional, «hasta que no terminamos con un paciente no vamos al siguiente». Sí percibe, no obstante, un ligero cambio en la tipología de las emergencias. «Como es lógico, hay menos avisos por accidente en la vía pública, y más asistencias domiciliarias o traslados interhospitalarios», sobre todo, para aquellos pacientes covid que precisan ser trasladados en un soporte vital avanzado.

Después de ocho meses de crisis sanitaria, los protocolos para llevar los equipos de protección individual, tan molestos en marzo, «ya los hemos normalizado, y hay veces que llevo la mascarilla puesta y ni me entero. Y no me refiero solo trabajando, también haciendo deporte».

Los protocolos indican que ante cualquier salida deben llevar «guantes, mascarilla, bata impermeable de contacto...». Pero si la emergencia precisa que se le atienda a una persona con dificultad respiratoria, «ya nos ponemos el buzo completo, doble mascarilla, pantalla y guantes».

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Tras el repunte de casos en Gipuzkoa, asevera que «todos los días hay mínimo dos traslados de algún hospital comarcal a la UCI del Hospital Donostia». La tensión que se vivió en marzo no tiene nada que ver con la actual, aunque se sigue percibiendo cierto nerviosismo. «La otra noche fuimos a casa de una mujer mayor y entramos cinco personas con el traje de astronauta. La señora nos miraba y solo nos decía que tenía miedo. Normal...».

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