La ceniza de Berazubi y el barro del cross
Los korrikolaris son el antecedente de este deporte en Gipuzkoa, que ha sido pionera desde comienzos del siglo XX
«El antecedente del atletismo hay que buscarlo en los korrikolaris», recuerda Valentín Rocandio, velocista olímpico en los Juegos de Seúl de 1988. «Había mucha tradición hasta que se prohibieron. El motivo fue un desafío en 1922 entre el aiarra Jacinto Etxenagusia y el belga De Nys a recorrer los 13 kilómetros que separaban Zarautz y Aia. El belga dio cuatro minutos de ventaja, pero alcanzó al guipuzcoano, que al tratar de seguirle, bajo un sol de justicia, se desplomó y acabó falleciendo. El gobernador civil prohibió las apuestas.
Así que cuando desembarca el atletismo ya hay un caldo de cultivo. «Desde que se inicia a comienzos del siglo XX, Gipuzkoa siempre ha sido pionera. El primer campeonato de España se disputa en 1917 en la campa de Atotxa. Y la primera vez que el COE manda equipo a unos Juegos Olímpicos, en Amberes 1920, hay cuatro guipuzcoanos, entre ellos Juan Muguerza y Félix Mendizabal, semifinalista en los 100 metros. Tolosa fue pionera, con una instalación como Berazubi, el primer estadio en construirse, en 1923. El primer campeonato de Europa indoor se celebra en el velódromo de Anoeta en 1977».
No hace falta recordar la importancia de crosses como Elgoibar, San Sebastián o Gimnástica de Ulia, pero también hay hitos menos conocidos, como el récord del mundo de maratón que logró el 1 de mayo de 1977 la francesa Chantal Langlacé en Oiartzun (2h35:16). Rocandio destaca que «había bastante tradición en toda Gipuzkoa. Hasta en Pasai Donibane. Cuando bajaba la marea había una pista y competían, donde luego pusieron la central térmica».