«Balenciaga siempre tuvo muy presente a Gipuzkoa»
El modisto de Getaria, que comenzó a ejercer de sastre en la Donostia de la Belle Époque, transformó la moda, una revolución estética en los patrones femeninos, espejo de los cambios sociales
Se dice que cuando Cristóbal Balenciaga movía la línea de la cintura de una de sus piezas, la Séptima Avenida de Nueva York temblaba. De miedo, porque todo el mundo sabía que la influencia del getariarra era tal que una pequeña modificación podía cambiar el rumbo de la industria. Y así era el modisto: autodidacta, visionario y fiel a sus orígenes en Gipuzkoa. Desde la Belle Époque a Balenciaga, un hilo invisible ha cosido la vanguardia de la moda en un territorio que ha sido cuna de grandes diseñadores. El modisto de Getaria, siempre atento a las raíces, revolucionó la moda y la silueta femenina que esta planteaba sin necesidad de grandes trucos. La comodidad y la abstracción rompieron con lo establecido, alejándose de la norma a la vez que se acercaba a sus raíces. Balenciaga no hablaba de inspiraciones, pero los colores o las tradiciones, así como la vida marina y pesquera del territorio, demostraban que, al igual que la historia de Ipuscua, su trabajo partía de lo que conocía y vivía en su tierra.
Visión revolucionaria. La moda en la Belle Époque (desde 1871 a 1914, aproximadamente) era un reflejo de la situación económica y social de aquellos años: optimismo, progreso y bienestar, por lo que las prendas tenían que mostrar lujo y, las mujeres, ser bellas. Y es que este movimiento se centraba principalmente en dotar de protagonismo a la mujer. Sus prendas dejan constancia de ello: recargadas, llamativas. Llenas de mangas abullonadas, corsés apretados y faldas largas. Pero Balenciaga siempre fue «quien marcaba el ritmo, la dirección y el camino de la moda del futuro», explica Igor Uria, director de Colecciones en Fundación Cristóbal Balenciaga. Y es que mientras los diseños de Christian Dior buscaban «marcar la cintura, Balenciaga hacía todo lo contrario y la escamoteaba». Esta nueva visión del getariarra marcó un antes y un después en la moda femenina. En vez de resaltar la silueta, lo que hacía era jugar con «abstracciones». Distorsionarla, pero sin perder «los contornos del cuerpo femenino». El diseñador guipuzcoano «jugaba mucho con efectos visuales para generar esa ilusión de silueta abstracta».
Comodidad y elegancia. Su interés por la tradición y lo histórico, sumado a la constante búsqueda de la comodidad y la practicidad, hizo que los diseños del getariarra revolucionaran la moda femenina y los estándares. Atrás quedaron los apretados corsés. «Las señoras, sus clientas, no querían ir constreñidas. Querían ir elegantes, pero cómodas», señala Uria. Así, Balenciaga «comenzó a utilizar nuevos materiales con estos objetivos en mente». Además, buscaba «generar una silueta -que es en lo que fue revolucionario- y a la vez cubrir con una clientela a la que quiere vestir de manera elegante y distinguida. También conseguir que sus prendas se distinguiesen y que cuando entrase una señora a cualquier sitio todo el mundo dijera: 'Va vestida de Balenciaga'». La visión «revolucionaria» del de Getaria planteó una moda «mucho más abstracta de lo que se estaba dando en el momento. Tiene una visión de comodidad muy grande, que no era lo que en su momento primaba para el resto porque se pensaba más en una cuestión estética». Eso sí, Balenciaga, con su maestría, «planteó una comodidad muy elegante pero a su vez muy fácil para llevar para cualquier señora; algo que todas buscaban».
Inspiración o ¿interpretación? Corsés apretados. Esto es la norma hasta que llega Cristóbal, y eso es porque el diseñador «buscaba en la tradición. Era un investigador tanto de la moda contemporánea como de la histórica y, en especial, de la moda etnográfica: esto es, los trajes populares, la vestimenta tradicional y la forma en la que la gente se vestía en diferentes años y lugares», explica Uria. Este interés por las piezas tradicionales, sumado a su origen guipuzcoano, puede dar lugar a «interpretaciones. No me gusta hablar de inspiraciones porque nunca llegó a confirmar que estuviera inspirado por algo», insiste Uria, fiel a las palabras de Cristóbal Balenciaga. Eso sí, «más que de inspiración creo que habría que hablar de realidad. Los colores verde y azul o las influencias del mar y las montañas... los tendría en mente».
El vínculo con Gipuzkoa. De esta misma manera, Uria señala que «Balenciaga estaba muy vinculado a Gipuzkoa, eso está muy claro. Nunca olvidó sus orígenes». Es más, el experto utiliza varias curiosidades para demostrar el cariño que el diseñador sentía por su tierra: «Adquiere una casa en Igeldo para que su madre pudiera ver Getaria desde la terraza de su casa en Igeldo». No solo eso. «Su vinculación era tal que hay gente que dice que hasta se llevaba productos locales a París, por ejemplo». Y por si eso fuera poco, Balenciaga era el tipo de guipuzcoano que «iba al mercado y, solo con verlo, podía decir qué pescado era del día y cuál no». Anécdotas que no solo demuestran su aprecio por Gipuzkoa, sino que también demuestran que «creció como una persona cercana al mar, educado sobre él en el día a día».
La pesca de su tierra natal. Uniendo todas estas características que le hacían tan él -su interés por la moda regional y tradicional, su amor a Gipuzkoa y su revolucionaria visión de jugar con materiales y formas de manera abstracta- damos con la pieza clave de Balenciaga y sus diseños más icónicos. El de Getaria aplicó todos estos estándares y creó una gabardina con un sombrero a juego, ¿hay algo más guipuzcoano que eso? De nuevo, con Balenciaga nunca se puede deducir, pero hay una imagen de José Oritz Echagüe (Guadalajara, 1886-1980) -la que acompaña esta información-, «en la que se ve a un pescador que va a la mar y lleva una protección encerada para no mojarse», describe Uria. El trabajador llevaba «un gorro con el ala hacia atrás y luego hay un sombrero de Balenciaga que tiene el mismo efecto». Que estos trajes hubieran sido fuente de inspiración no es una idea tan descabellada; Cristóbal Balenciaga nació en la localidad pesquera de Getaria y su padre trabajaba en la mar -aunque falleció joven debido a un naufragio-. El mar y este primer sector son parte de su ADN, por lo que es normal que el modista buscara inspiración en la indumentaria de los pescadores de su tierra natal. Es más, el propio Cristóbal Balenciaga Museoa hizo toda una exposición sobre esta rama de los diseños del getariarra: 'Carbón y terciopelo. Miradas de Ortiz de Echagüe y Balenciaga sobre el traje popular'. «El fotógrafo y Balenciaga no tenían relación, pero él conocía perfectamente el mundo pesquero de Orio y Getaria y es fácil que le influenciara su entorno natal».
Siglo XXI. Balenciaga falleció en 1972, pero su moda perdura en el tiempo. Con él, los recursos que le ataban a Ipuscua: los colores y las influencias pesqueras del territorio. «Es un referente de la historia del siglo XX, pero también del siglo XXI. Diferentes diseñadores revisitan lo que Cristóbal planteó porque su moda era mucho más abstracta de lo que se daba en aquel momento. Fue un revolucionario», insiste Uria. «Un innovador, sobre todo a nivel de silueta. Marcó en su momento la dirección de lo que era la moda del futuro y en muchos aspectos es la que ha marcado la moda del siglo XXI». Balenciaga supo romper con lo establecido e imponer sus propias normas a la moda de la Belle Époque. Y en una sociedad en la que la moda rápida llena tiendas y escaparates, su legado nos recuerda que la tradición y precisión de sus manos no entienden de tendencias. Quizás deberíamos aprender algo de él. Al final, detrás del revolucionario de las pasarelas estaba el hijo de un pescador de Getaria que nunca olvidó el olor a salitre ni el peso de la moda regional. Quizá ahí esté la clave de su permanencia: la moda de Balenciaga no se entiende sin la Ipuscua que lo vio nacer y dar sus primeras puntadas.