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El fallecimiento del Papa Francisco ha generado una honda conmoción en la comunidad eclesial de Gipuzkoa. Desde diferentes rincones de la Iglesia vasca, voces con larga trayectoria y compromiso han querido destacar en estas páginas el legado espiritual, social y humano de un pontífice que, sin duda, ha dejado huella. Un Papa que eligió llamarse Francisco y que supo parecerse, en lo esencial, al santo de Asís: «austero, libre, incómodo para los poderosos y cercano a los últimos», como convienen los religiosos. Porque, más que cerrarse una etapa, sienten que se «abre un camino que él ayudó a desbrozar».
Joxe Mari Arregi Franciscano
En el corazón de Arantzazu, rodeado de piedra y silencio, el propio provincial de los franciscanos, Joxe Mari Arregi, confiesa haber sentido la muerte del Papa como una sorpresa triste. «Sabíamos que estaba muy tocado… pero aún así, no lo esperábamos. Ayer mismo le vimos en la plaza de San Pedro», dice. Lo sentían «como de la familia». Su estilo directo, sencillo, nada afectado. Sus intuiciones, tan en sintonía con el espíritu franciscano. Para Arregi, Francisco ha sido alguien imposible de separar de la tradición de Arantzazu. En esa Iglesia inclusiva, plural, misericordiosa, el franciscano de Gipuzkoa encuentra reflejo de su propio camino. «No sé medir su huella… pero a partir de ahora no podremos comprendernos sin ella».
Cree que su figura será clave para la formación de nuevas generaciones: no como ídolo, sino como referencia ética y espiritual. «Como Francisco de Asís, Teresa de Calcuta o Martin Luther King». «Un hombre que amó a Dios, sí, pero también a la vida y a la Tierra en todas sus formas. Que miró al mundo con ojos de compasión y palabra de paz». «Cabeza jesuítica, corazón franciscano» resume Arregi con precisión. Recuerda que fue el primer Papa que eligió llamarse Francisco, no por Javier, sino por el de Asís. «El Papa es el proyecto franciscano de la fraternidad universal vivido y expresado jesuíticamente», concluye.
J. J. Etxeberria Rector Univ. Deusto
La Universidad de Deusto también se unió con profundo respeto y recogimiento a la oración de la Iglesia universal por el fallecimiento del Papa Francisco. En palabras de su rector, Juan José Etxeberria SJ, el pontífice argentino deja tras de sí «un legado histórico» que ha abierto caminos nuevos en la misión eclesial: «Ha trazado vías sobre direcciones muy diversas, alentando en la Iglesia un atrevimiento misionero más convencido y pertinente». Francisco -afirma- ha querido «una Iglesia misericordiosa, cercana y próxima, una Iglesia pobre y para los pobres, que permanece en las fronteras, abierta al diálogo y al discernimiento también en cuestiones que la interpelan».
Ese compromiso con la realidad también se expresó en el trato personal que el Papa mantuvo con quienes se acercaron a él con corazón abierto. El rector de Deusto recuerda con especial emoción la audiencia privada que mantuvo con Francisco el pasado 8 de octubre de 2024, en compañía del decano de la Facultad de Teología, Francisco José Ruiz Pérez SJ. En aquella conversación, el Papa pidió a la comunidad universitaria que «no pierdan la alegría». «A pesar del dolor por la pérdida de un padre bueno», dice Etxeberria, «damos gracias a Dios por el testimonio y el legado del fallecido pontífice».
Koldo Kutxa Jesuita
Desde Durango, el jesuita Koldo Katxo habla con el peso de una tristeza serena. «Profunda pena… porque ha sido un pontificado muy enriquecedor. Y ahora nos queda un legado extraordinario». Lo dice con respeto y gratitud. También con la conciencia de que se ha ido un pastor en tiempos revueltos, alguien que supo hablar cuando otros callaban. «A muchos nos queda una sensación de orfandad», confiesa. Francisco, recuerda Katxo, fue un Papa inesperado: el primer latinoamericano, el primer jesuita, y el primero en poner sobre la mesa temas como la sinodalidad con tanta claridad. «Él pidió consejo no sólo a cardenales, sino también a laicos, a otras iglesias, a personas de buena voluntad», destaca. Ese gesto de escucha le parece clave: una manera de gobernar distinta, más abierta, más real.
Para Katxo, el Papa fue «casi un párroco del mundo». Cercano, sencillo, sin boato. También contundente: especialmente con los abusos y con la necesidad de reformar episcopados enteros. «En Durango ha influido muchísimo. Su forma de nombrar obispos, su estilo, nos ha marcado». Cuando se le pregunta qué gesto personal le ha tocado más, no duda: «La sencillez. Desde el primer día pidió que fuéramos juntos. Eso vale muchísimo».
Lourdes Uranga Emakumeen Aldarriak
Desde el compromiso silencioso y constante de las mujeres en parroquias y espacios de fe, se percibió en el Papa Francisco una esperanza de transformación. Lourdes Uranga, integrante de Emakumeen Aldarriak, un colectivo de mujeres vinculadas a la iglesia, lo describe como un pontífice «cercano, humano y profundamente comprometido con los más vulnerables».
Jorge Mario Bergoglio no solo predicó con palabras, sino que «abrió grietas en estructuras históricamente cerradas». Su apuesta por una Iglesia sinodal y por reconocer el «genio femenino» se tradujo en hechos concretos, como el nombramiento de mujeres en cargos de liderazgo dentro del Vaticano, incluido el Sínodo, donde por primera vez 54 mujeres tuvieron derecho a voto. Para Lourdes Uranga, estos gestos son inéditos y marcan un antes y un después: «no se había dado nunca antes», afirma.
Ahora, tras su partida, la mirada se dirige hacia el futuro. Lourdes y muchas otras mujeres de Iglesia esperan que el próximo Papa no solo mantenga abierta la puerta que Francisco entreabrió, sino que la convierta en un umbral de igualdad real. «Nos gustaría que la situación de la mujer dejara de estar entre comillas, y fuera ya un proceso natural e inclusivo».
José Agustín Arrieta Organizador de la Marcha de Itziar
Jose Agustín Arrieta, uno de los organizadores de la Marcha de Itziar, recuerda al Papa Francisco como un hombre transversal, que no levantaba el dedo para condenar, sino que ponía la mirada en «la justicia social, el dolor de los otros, y en la posibilidad de una Iglesia menos rígida y más humana». «Él quiso una Iglesia más participativa, más horizontal. Apostó por la sinodalidad», subraya. Le reconoce el valor de haber retomado el Concilio Vaticano II, aunque le duela que ciertas reformas -como el sacerdocio femenino- no hayan avanzado «más».
Francisco, dice, también plantó cara al escándalo de los abusos sexuales: «Intentó acabar con ello», señala sin ambages. Y agrega que esa actitud le granjeó una oposición feroz dentro de la propia Iglesia.
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