Olas en el Peine: la pasión ahora es por Instagram
Pensábamos que la foto de Semana Santa era la cola ante la tarta de queso de La Viña, pero el mar se enfadó
Cuando me llegaron las primeras imágenes al móvil pensé que eran 'fake': una gran ola derribaba a quienes andaban por el paseo del Peine del Viento ... y los arrastraba en un impresionante remolino. Luego llegaron vídeos que confirmaron que el espectáculo era real, como una película de catástrofes en versión donostiarra. Sorprende porque pocas veces hemos visto el mar barrer así esa parte del Peine: puede ser consecuencia del cambio climático o deberse, simplemente, a que ahora siempre hay un móvil donde ocurre algo.
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Yo venía a hablar aquí, en este Domingo de Pascua, de esos crucificados de 'La vida de Brian' que cantan en sus cruces lo de 'Mira el lado brillante de la vida', inasequibles al desaliento. Pero la Semana Santa no se rige ya por el humor de los Monty Python, sino por los selfies de Instagram. El turismo todo lo invade para ser luego contado en las redes sociales, y ahí también me incluyo yo, adolescente veterano que juega a ser Dulceida. Hay que vivir la experiencia para contarla, apurando los límites y sin conciencia del peligro. Nadie piensa que algo puede ocurrirte mientras sonríes ante el iPhone.
No vengo a hacer moralismo: allá cada uno. Pero sí hay cierto infantilismo en asomarnos al precipicio y luego, en cuanto se complican las circunstancias, pedir que nos rescaten. Hay quien sube a la punta del monte en plena alerta por tormenta y luego exige que le salven a los cinco minutos, o quien se acerca a las olas para lograr el mejor plano y cuando el mar le cala denuncia que el Ayuntamiento no ha cerrado el paso. Son las quejas que provocan luego en las instituciones un exceso de celo y te cierran el Paseo Nuevo 48 horas por la previsión del parte aunque la realidad sea de calma chicha.
«La desdicha empieza al salir de casa», decía Pascal. «Como fuera de casa, en ningún sitio», respondía Gamero
La ola del Peine se convierte en la foto de la Semana Santa y desbanca a la que ya habíamos entronizado como postal de las vacaciones: la cola ante la tarta de queso de La Viña, en la Parte Vieja. Si seguimos la doctrina positiva de los Monty Python no hay que burlarse de quien espera su ración de tarta, sino celebrar que los lugareños podamos degustarla sin agobios una noche de febrero. Mira el lado luminoso de la vida. Como decía el otro día Ignacio Peyró, ya nos mortificamos demasiado en el día a día como para encima flagelarnos por ser turistas estos días de vacaciones o por vernos rodeados de visitantes.
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«Toda la desdicha de los hombres se debe a una sola cosa, la de no saber permanecer en reposo en una habitación», decía Pascal. El filósofo Kant nunca viajó más allá de un perímetro de 20 kilómetros de su casa pero sistematizó una idea del mundo que aún pervive. También Woody Allen retrató en sus películas la condición humana sin moverse de unas cuantas calles de Manhattan (más aún: empezó a fastidiarla cuando salió de la 'gran manzana', como demuestra su película en Donostia). Pero moverse es siempre recomendable. «Como fuera de casa, en ningún sitio», decía el actor Antonio Gamero en frase felizmente citada. «Hotel, dulce hotel», canta provocadoramente Sabina frente a quienes proclaman el aburrido 'hogar, dulce hogar'.
Cuidado con las olas, que también sacuden las gabarras. Lo digo yo, que viví en Bilbao la última salida
Me he liado: la ola del Peine se ha llevado por delante también este artículo, que iba del Domingo de Pascua, el Aberri Eguna y el ir y venir de estos días. Cuidado con las olas, que pueden sacudir hasta las gabarras: uno ve con qué detalle organizan en Bilbao la celebración de la Copa aunque quede el pequeño trámite de ganarla. Atentos. Lo digo yo que viví en el botxo la última salida de la gabarra, cuando el Athletic ganó su segunda Liga: estudiaba Periodismo en Leioa y cualquier excusa era buena para brindar. Aunque el 'selfie', entonces, había que mandarlo a revelar a la tienda de fotos.
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