Imagen de archivo de carros en una cola de reparto de comida. G. Rvas

Lo normal

Aquí, en la cuarta ola ·

Aunque es pronto para la euforia, ya se empieza a colar por todos los resquicios el deseo de que todo vuelva a ser 'normal'. Es normal

Martes, 25 de mayo 2021

Observo que el personal está tomando posiciones (tal vez sea todavía pronto para hablar de agrupar o decantar) en torno a dos actitudes (tal vez ... sea todavía pronto para hablar de bandos y, dada la disparidad numérica que intuyo, dudo mucho que lleguen a existir). Veo, por una parte, a quienes tienen prisa por pasar página, por olvidar, por regresar cuanto antes al 'modus vivendi' (y 'operandi') anterior a marzo de 2020. No es que fuera la bomba, pero como ocurre a menudo con la infancia y otros momentos que tendemos a idealizar, por comparación con lo que tenemos desde entonces puede llegar a parecer un tiempo feliz.

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Veo también a quienes creen que la inversión individual y colectiva en sufrimiento, pérdidas y esfuerzo que estamos haciendo para salir vivos, y a poder ser airosos, de este trance, debería tener cierto retorno en términos de mejora personal y social. No porque vayamos a convertirnos en mejores personas -imposible metafísico-, sino porque nos convendría, por nuestro propio bien, empezar a ser un poco más eficientes.

No vamos a convertirnos en mejores personas, pero nos convendría ser un poco más eficientes

No viajo en el tiempo ni me tengo por pitonisa, pero en este caso concreto veo el futuro, y apostaría las escrituras de mi casa a que se impondrán los primeros y perderán los de siempre. Obvio, por eso pierden casi siempre.

Después del patinazo que supuso hace un año la patraña de la 'nueva normalidad' nadie se atreve a poner nombre al futuro inmediato, y la ralentización en la mejora de los datos invita a contener la euforia, pero ya se empieza a colar por todos los resquicios el deseo de que todo vuelva a ser 'normal'. Es normal.

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Tan normal como que, ahora que se mueren menos, las cifras terribles de muertes de personas mayores ya hayan sido blanqueadas por la estadística y en estos momentos la noticia sea el trajín en las notarías, que hay mucho testamento pendiente. Pero que nadie les llame viejos. Ni tan siquiera morirse sin atención es tan ofensivo. Vulnerables está mejor.

Vulnerables como esos niños que cruzan nadando una valla de agua y descubren que al otro lado del espejo, como le pasó a Alicia, las cosas suceden al revés de lo que esperaban. A los que ya estábamos en el lado bueno, por defecto y sin valorar todas las circunstancias, que qué pereza, nos parece normal pensar que estarán mucho mejor en nuestros centros que con sus familias, por pobres que sean. Nada más adecuado para ellos -qué pocas 'ellas' aspiran al famoso 'futuro mejor', por cierto- que un centro en el que tendrán cama, comida y nuevo nombre -mena-, no vaya a ser que lleguemos a conclusiones políticamente incorrectas. O, simplemente, políticas.

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Conviene recordar que el pack de normalidad incluye que cuando los niños acogidos con tanto cariño y tan escasas previsiones sobre su futuro cumplan 18 años, adiós muy buenas, nuevo nombre -exmena- y a otra cosa. A veces, de tantísima normalidad se deriva que un joven de nombre 'migrante subsahariano' se ahogue tratando de atravesar un río.

Que llegue el dinero para subvencionar coches pero no para que todo el mundo coma, ya si eso...

Al lado de casa pica más que en el Mediterráneo, pero no deja de formar parte de la normalidad vigente. Eso sí, el río deja de ser frontera si se tiene el color y/o la matrícula adecuadas. Aunque, en realidad, no es tan fácil. PCR para ir al bungaló de Las Landas. A 75 euros por cabeza, bueno se pone el finde.

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Parece formar parte de la normalidad la vacunación a la carta, no vaya a ser que quienes mandan hagan caso a los que saben, nos digan que se come lo que hay y nos enfurruñemos. La verdad es que no sé si en este caso tanta consideración es normal, o es alguna otra cosa.

Hasta nos parecen normales -en la neolengua de moda, las hemos naturalizado- las 'colas del hambre', agravadas por la pandemia. En un país desarrollado, con una importante capacidad de gasto público, chirrían esas colas, chirría el hambre y chirría que se alivien los síntomas sin cuestionar demasiado las causas. Que a las sucesivas capas de gobiernos que nos gobiernan les llegue para subvencionar coches nuevos y mil cosas más, pero no para garantizar que todo el mundo coma, ya si eso lo miramos otro día. Ahora lo prioritario es volver a la normalidad, a lo de siempre, a lo de antes. Que aproveche.

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