«Había ganas, como en Nochevieja»
El fin del estado de alarma se festejó ayer en varias localidades de Gipuzkoa, además de en San Sebastián, como «la noche de fin de año» y cientos de jóvenes salieron a la calle en cuanto el reloj marcó las doce
Pocos dudaban de que el fin del estado de alarma no fuera a ser interpretado por algunos como el inicio de una nueva normalidad ... . Tampoco había demasiadas esperanzas en que, pasada la medianoche del sábado al domingo, se fuera a cumplir la recomendación -ya no obligación- del toque de queda, el cierre perimetral o los grupos de máximo cuatro personas, en la que tanto énfasis había puesto el lehendakari Iñigo Urkullu para tratar de evitar escenas como las que se vivieron la madrugada del domingo. Por eso, la frase que tanto se ha repetido en las últimas jornadas de que este es «el fin del estado de alarma, pero no de la pandemia», parece que se convertirá en adelante en el eslogan de un nuevo episodio de esta crisis sanitaria.
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A las 00.00 horas del domingo como suele suceder la última noche del año, unos segundos después de que las agujas del reloj del Boulevard de Donostia marcaran la medianoche, empezaron a escucharse aplausos desde las ventanas, y algún que otro silbido de celebración, que daba el pistoletazo de salida a lo que para muchos, sobre todo jóvenes, fue la noche de celebración del fin del estado de alarma y de las prohibiciones vigentes durante seis meses.
Apenas habían transcurrido dos minutos, y ya se empezaban a ver pequeños grupos aislados, que caminaban entre la euforia y la timidez por las calles casi desiertas, como Aimar de Luis y Ainhoa Ortega, que se dirigían a Easo. «Aunque vayamos a estar una hora, porque a la una tenemos que estar en casa de vuelta, queremos aprovechar cada minuto, pero con cuidado y sin aglomeraciones, que el panorama no está para muchas fiestas todavía», comentaban estos amigos de 16 años con cierto sentido de la responsabilidad. «Solo estar más allá de las diez en la calle ya es una novedad».
Para el mexicano Mauricio Alanis y los venezolanos Nicolas Lafaverge y Sebastián Ricci, la sensación que tenían antes de salir de casa era «como la que tienes la noche de fin de año. Llevábamos mucho tiempo sin poder estar en la calle de noche. Teníamos muchas ganas, de primeras no hemos quedado con nadie, pero ya se verá», señalaban dispuestos a dar una vuelta, «ver el ambiente», e improvisar en una noche sin horario de retirada.
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Para la una menos cuarto de la madrugada, lo que se respiraba en zonas concretas de San Sebastián, como el Náutico, el Muelle o la playa de la Zurriola, entre otros lugares, era un ambiente festivo, de exaltación y «desahogo», donde algunos olvidaron que el consumo de alcohol en la vía pública sigue estando prohibido, donde se vieron menos mascarillas de las deseadas -muchas llevadas más como complemento de adorno a la altura de la garganta que como protector respiratorio- y donde, sin distancia de seguridad, otros cantaban «libre, como el sol cuando amanece, yo soy libre».
La temperatura animó a salir
No es menos cierto que la fecha y las condiciones en las que terminó el estado de alarma, esto es, en la medianoche de un sábado y con una temperatura veraniega de 22 grados de madrugada, pusieron en bandeja las quedadas de grupos de jóvenes en distintos puntos del territorio, con estampas que recordaban a la de cualquier noche de verano pre-covid, con botellones celebrados sin demasiado reparo, exaltación de la amistad y referencias a la recuperación de una libertad perdida desde hace quince meses por culpa de un virus que todavía sigue circulando. «Nosotras no hemos salido a liarla, vamos tranquilas, pero tampoco tenemos hora para volver a casa. Esta es una noche histórica y había que estar», comentaban Eider e Irati, que estaban en el muro del puerto donostiarra que amaneció, como la playa de la Zurriola, con los restos de la fiesta esparcidos.
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Muchos de los jóvenes que se encontraban sentados en esa zona reiteraban ese «vamos a ver el ambiente» o «vamos a hablar con gente», como Mikel Otalora y Jon Gereka, que se dirigían a juntarse con otros amigos, y que echaban en falta, coincidían estos dos amigos, «esa sensación de volver a casa a partir de las diez de la noche».
No obstante, y a pesar de que la música saliera de los móviles de estos grupos más jóvenes, no solo fueron ellos los que salieron tras el fin del estado de alarma ni el único plan fue brindar por la libre movilidad. Muchas parejas aprovecharon la novedad de poder pasear de madrugada para dar una vuelta y, eso sí, «cotillear el ambiente». Otros hicieron lo propio, con la excusa de sacar al perro, y los aficionados a la pesca también pudieron recuperar su hobby.
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La nota menos festiva la puso la intervención de la Unidad de Vigilancia y Rescate (UVR) de la Ertzaintza. Pasadas la una y media de la mañana, y durante una hora, el bullicio de quienes estaban en la playa de la Zurriola, quedó silenciado por las aspas del helicóptero, que se activó tras recibir el aviso de que una persona había desaparecido. La aeronave rastreó el mar sin éxito. A primera hora de la mañana, el individuo era localizado en su domicilio.
Una noche también diferente para los servicios de limpieza, que tuvieron que retirar botellas de una fiesta, en la que en realidad hay poco que celebrar.
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