«Los niños vienen con su mochila; las primeras semanas son muy duras»
Cuando Belén y Joaquín supieron que no podían ser padres «de forma natural» acudieron a la adopción. Han pasado siete años desde que Xuan cambió sus vidas
Son las 16.30 horas de un día de entre semana cualquiera. Los astigartarras Belén Monroy y Joaquín Carreño esperan a que su hijo Xuan, ... de 9 años, salga de la escuela. Nada más atravesar la puerta el pequeño les ve y corre hacia ellos. Un abrazo a la ama y un beso, con mascarilla incorporada, al aita. «¿Cómo ha ido el día?», le preguntan. «Bien», responde sin apenas pararse. Coge el bocadillo, de paté en este caso, y sale corriendo hacia sus amigos. Es el momento de jugar un rato antes de irse a casa. «Xuan no tiene ningún problema para relacionarse. Es un terremoto, súper sociable, alegre... Es verle y se te ilumina la cara», explican sus padres orgullosos del pequeño.
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Han pasado siete años desde que viajaron a Wuhan, en China, para adoptar a Xuan. Ha llovido mucho desde entonces porque «no todo ha sido tan fácil como ahora», coinciden Belén y Joaquín, quienes iniciaron el proceso de adopción al no poder ser padres «de forma natural». Siempre habían tenido esta opción en mente y cuando supieron que era la única forma de tener un hijo no se lo pensaron, si bien el proceso fue «muy largo» y «como una montaña rusa». Fue en 2006 cuando esta pareja de Astigarraga presentó la solicitud de adopción. «Tuvimos una espera de siete años y en 2014 viajamos a por él. Tenía 2 años y 4 meses». En todo ese tiempo de espera «podía haber ocurrido de todo. Hubo momentos en los que estábamos pletóricos, pero también llegas a pensar en tirar la toalla y rendirte. Al principio nos dijeron que el tiempo de espera iba a ser de 14 meses y acabó siendo de más de 7 años».
En cualquier caso, cuando llegó su momento no se lo pensaron. Hicieron las maletas y viajaron a China. Fueron de los últimos en adoptar a un niño pequeño «que no tiene necesidades especiales». Desde el principio sabían que querían adoptar a un pequeño del país asiático. La hermana de Belén reside en Shanghai y «el país nos llamaba la atención. Creíamos que era uno de los lugares más transparentes en tema de adopción».
Pese a las expectativas iniciales, reconocen que «las primeras semanas fueron muy duras. Los niños vienen con su mochila. Fue muy complicado», explican. Cuando recogieron a Xuan estaba dormido, «se despertó ya entre desconocidos cuando estábamos de camino a la comisaría para hacerle el pasaporte. No paraba de llorar». Desde entonces, «le cuesta dormir. Apenas sale a pasar la noche por ahí», admiten sus padres. «En el hotel seguía llorando. Gritaba, pegaba a la puerta... solo hablaba en chino y no le entendíamos», recuerdan aún con cierta angustia.
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Afortunadamente esa experiencia ha quedado atrás, pero los recuerdos de Xuan permanecen. De vez en cuando pide a Belén y Joaquín ver fotos de cuando estaba en China, incluso les ha hablado de una mochila que se le olvidó allí antes de ser adoptado. «Llevamos el proceso con total naturalidad». Y no se arrepienten. Pese a las complicaciones, «que son muchas», Xuan les «alegra» la vida.
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