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Dos miembros de la Unidad de Desactivación de Explosivos de la Ertzaintza en una entrenamiento en Iurreta. Félix Morquecho

Los nervios de acero de los Tédax

Medio centenar de ertzainas integra la Unidad de Desactivación de Explosivos, que en tres décadas ha pasado de medirse a ETA a estar lista ante una incidencia nuclear o radiológica

Miércoles, 1 de mayo 2024, 07:00

Quién no ha visto desactivar una bomba en su vida. Aunque sea en una película, dado que el cine de acción ha recurrido en numerosas ocasiones al plano en el que un artificiero suda la gota gorda con su mirada clavada en un temporizador con la cuenta atrás activa, del que salen unos cablecitos, el motivo de su estado de tensión. ¿Y ahora qué? ¿Cuál cortar? ¿El hilo rojo o el azul? Probablemente asociado a este trance, Txema Fernández y José Fernández, los dos agentes más veteranos de la Unidad de Desactivación de Explosivos (UDE) de la Ertzaintza, fueron obsequiados con una navaja tras finalizar en la academia de Arakaute el segundo curso de desactivadores de explosivos en la historia de la Policía vasca, en 1992. Desde entonces, el obsequio les ha servido más para mondar una manzana que para jugarse el tipo ante un par de cables, y eso que durante dos décadas tuvieron que lidiar con la actividad terrorista de ETA. «Cortar un cable no es una ciencia, y desde luego nunca es nuestro deseo tener que hacerlo porque el riesgo de que la cosa acabe mal es muy alto», aseguran. «La norma es destruir el artefacto explosivo» desde una distancia prudencial, y «no con una tijera». Se consideran «muy buenos», y prueba de ello es que «estamos vivos».

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Tras 31 años de actividad, el día a día de estos ertzainas ha cambiado bastante. La lucha armada ya desapareció de nuestras calles y, felizmente, las únicas bombas y proyectiles a los que debe enfrentarse la UDE son vestigios de conflictos bélicos pretéritos, «principalmente la Guerra Civil», que casi en su totalidad permanecen perfectamente activos. Y no les falta trabajo, porque cada año se enfrentan a «casi un centenar» de artefactos, 29 ya en lo que va de año. Esta mirada al pasado cohabita con actividades de defensa nuclear, radiológica, biológica y química (NRBQ), que por suerte hasta la fecha han sido falsas alarmas pero que les obliga a estar al día en formación y equipación.

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La anécdota de la navaja ilustra bastante bien sus inicios en una unidad que, a su llegada en 1993, se encontraba «bastante descabezada». El primer jefe de la misma, Luis Hortelano, había muerto en 1989, con 33 años, junto a dos Tédax (técnico especialista en desactivación de artefactos explosivos) de la Policía Nacional, tras explotarles la bomba que ETA había dejado en el maletero de un taxi en Zorroza y ellos trataban de desactivar –el próximo día 24 se cumpirán 35 años, y la Ertzaintza le rendirá un nuevo homenaje en su sede de Iurreta–. «Cuando comenzamos –recuerdan–, apenas había nada». Pero ellos lo eran 'todo' para sus compañeros de otras unidades. «Nos llamaban porque había una bomba, y allá íbamos. A veces preguntando el camino o con un mapa. Imagínate en Arrasate a las tres de la madrugada y lloviendo: la patrulla de seguridad ciudadana se tranquilizaba al vernos, y nosotros pensábamos... ¿y ahora qué?», recuerdan con cariño. Siempre tratando de mantener la calma y no trasladar nerviosismo.

Hoy, un total de 56 personas integran la UDE, una unidad «pequeña» comparada con otras en cuanto a efectivos pero «muy bien preparada». Su jefe es el oriotarra Julián Arruabarrena, Txema Fernández es el subjefe de unidad y Jose Fernández, el responsable de la instrucción. Están en edad de haberse jubilado ya, pero están ultimando la preparación de su grupo, con el fin de que la unidad mantenga su buena dinámica. «Cuando llegamos nosotros, no había ni un folio escrito», rememoran al lado de varios tomos en dos vitrinas. «Los negros son las memorias de cada año y los verdes, manuales que hemos ido haciendo». Al principio, con máquina de escribir y fotografías pegadas. Para documentar todo, solían destripar los artefactos para comprender su funcionamiento y clasificar todo el despiece. «Así, si tras un atentado hallábamos una pieza de un reloj Casio (temporizador) o una rueda dentada, podíamos saber de qué se trataba».

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Hay otro motivo que les mantiene activos: disfrutan con lo que hacen. «Te tiene que gustar para aguantar 31 años» en una unidad, para la que «no hay codazos para entrar». En parte, por el riesgo que entraña, y tal vez también por la larga formación necesaria: si ser ertzaina requiere de nueve meses en la academia de Arkaute, a un Tédax le esperan luego otros doce de formación específica.

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La defensa NRBQ

Tienen la base en Iurreta, y sendos retenes de dos personas en Gipuzkoa (Oiartzun) y Álava (Arkaute), aunque inician y acaban la jornada laboral en la sede vizcaína. En tiempos de ETA, cuando los Tédax eran solo ocho y solían intervenir por parejas, la acción terrorista les mantenía perfectamente adiestrados. Ahora, su día a día son los artefactos militares antiguos, y el área NRBQ. «Jose en esto fue pionero», valora Txema Fernández. «Al comienzo de los años 2000 vio que el futuro pasaría por esta actividad, y a través de sus contactos pudimos formarnos en la escuela militar de Hoyo de Manzanares (Madrid), y ahora nosotros damos la formación».

Adiestramiento

El día a día con ETA los mantenía preparados, y ahora deben ensayar cada semana la defensa NRBQ

La conversación discurre junto al museo donde guardan todo tipo de munición y componentes que han caído en sus manos y no fueron destruidos, incluido un lanzagranadas incautado en Iparralde. Ahora, las armas a las que se podrían enfrentar son más sigilosas y se identifican con las siglas NRBQ, ya sea un ataque yihadista o de otro tipo. «Ojalá nunca tengamos que enfrentarnos a uno, pero debemos estar preparados».

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Por ello la UDE ha crecido a 56 efectivos, ya que «mínimo vamos en grupos de 8-10 para hacer todo lo necesario». Acude primero una patrulla Tédax, y en caso de necesidad, requieren la presencia del grupo NRBQ, que dispone de un fugón equipado para intervenir según sea un aviso nuclear, radiológico..., que ensayan cada jueves. Lo primordial es protegerse la vías respiratorias, y usan una botella de aire comprimido. Ya han actuado «algunas veces», siempre por «falsas alarmas» que no han publicitado «para no crear alerta social», aunque desplegaron su protocolo, aislando a toda persona que hubiera tocado la sustancia sospechosa: un líquido, unos polvos. «Debemos estar preparados».

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