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Negocios que desescalan con la hostelería
La reapertura de bares reactiva sectores como los repartidores, peluquerías o taxistas, que confían en recuperarse
Entre concentraciones, cierres y limitaciones a la actividad, si algo ha dejado claro esta pandemia es que el fecto del cierre de la hostelería abarca ... más que la dimensión de un determinado local. Bares y restaurantes se benefician del hábito de socializar, pero a su vez, el clásico «ir a tomar algo» lleva implícito dejarse caer por alguna tienda de camino, y picar algo si se tercia; arreglarse antes de ir a una cena u optar por pedir un taxi para regresar a casa, y así no coger el coche. La clausura del sector hostelero del último mes ha perjudicado de forma directa a otros sectores, que confían desde hoy en volver a remontar el vuelo.
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Como advirtieron en la manifestación que recorrió las calles de la capital guipuzcoana a finales de noviembre, que estos establecimientos bajaran la persiana dejaba a los distribuidores en una situación comprometida. Alain Muñoz se encarga de la distribución de fruta y verdura y subraya que los pedidos «han caído un 90%» durante el mes de cierre. «Si de normal solemos mandar tres furgonetas llenas al día, hemos estado trabajando con una sola y medio vacía», ejemplifica.
Los únicos establecimientos que han mantenido los pedidos han sido los que han intentando capear este temporal ofreciendo servicio a domicilio o take away, «y no han trabajado mal», señala.
De la misma manera, que cuando el lehendakari Iñigo Urkullu compareció el 5 de noviembre para informar el cierre recibió una lluvia de cancelaciones, tras el anuncio de la reapertura el pasado miércoles por la noche, cuenta que su teléfono empezó a sonar de manera casi inmediata. «Fue algo automático».
Sin embargo, sí apunta que algunos de sus clientes habituales no abrirán, al menos de momento. «Son sobre todo bares de la Parte Vieja, que al ser pequeños no les compensa abrir, y los hoteles, que siguen cerrados».
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«Fue automático. Habló Urkullu, y los bares y restaurantes empezaron a hacernos pedidos»
alain muñoz | distribuidor de fruta
En su caso, no solo el volumen de clientes ha bajado, también lo ha hecho el tipo de los pedidos. «Al solo abrir al mediodia no se pueden arriesgar a pedir la misma cantidad que antes». Además, reconoce que se respira cierto temor a un nuevo cierre a mediados de enero. «Eso ya sería la hecatombe. Y miedo tenemos todos, nosotros también, porque sin la hostelería, nosotros no trabajamos, y las ayudas no llegan. Con una furgoneta a medio llenar no llega para pagar transporte, personal y los gastos», reprocha.
Apagón de la vida social
Otro de los sectores en los que tras el anunció de Urkullu empezó a sonar el teléfono con más alegría ha sido en el de las peluquerías. Itziar Abad afronta esta nueva etapa de la pandemia que empieza hoy animada, aunque es consciente de que la falta de cotillones y el hecho de que muchas familias van a dejar de reunirse estas navidades va a repercutir directa y negativamente en su negocio.
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«Este mes ha venido la que tenía necesidad, pero desde el jueves he recibido ya muchas llamadas»
itziar abad | peluquera
Recueda el viernes 5 de noviembre, «con mucha gente». «Era el último día con los bares abiertos y me dio la sensación de que la gente venía a arreglarse para esa última quedada de despedida». Pero en las cinco semanas siguientes, «solo ha venido la clienta que tenía necesidad, es decir, de un perfil de edad más mayor, que no se arregla bien en casa, o aquella que necesita hacerse el color». Con la vida social reducida a mínimos, «la gente de entre 30 y 50 años ha pasado poco por la peluquería. No he tenido casi clientas que venían con ese atrevimiento de querer hacerse algo especial porque tenían un evento», reconoce.
Desde la comparecencia del lehendakari cuenta que ha recibido «muchas llamadas para la semana que viene», aunque no precisamente de jóvenes de entre 16 y 25. «Otros años por estas fechas, incluso venían dos veces, primero a arreglarse las puntas, y otro día para peinarse para el cotillón, pero este año de eso no hay nada», lamenta.
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A lo largo de estas semanas, los comerciantes del barrio donostiarra de Gros «hemos intentado hacer iniciativas, sorteos. Nos hemos esforzado mucho, pero sin la hostelería abierta ha sido muy difícil sacar a la gente a la calle. Esperemos que a partir de hoy cambie el panorama», dice esperanzada.
Eneko Villaluce, por su parte, afronta este nuevo periodo sin demasidos visos de cambios. El sector del taxi ha visto caer un 60% su volumen de trabajo entre semana, y un 90% de noche, derivado del toque de queda, sin embago, con el cierre de la hostelería a las 20.00 horas no cree que el número de clientes vaya a incrementar. «De lunes a viernes trabajadamos algo más gracias a los trabajadores que piden un servicio a primera o a última hora. También hacemos traslados al hospital, y poco más».
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«Con el cierre de los bares a las ocho, no creo que los taxistas vayamos a tener más trabajo»
eneko villaluce | taxista
Con los hoteles sin actividad, la falta de turistas y los restaurantes en mínimos «la reducción de las carreras se ha notado mucho, pero no solo este último mes», resume. «Antes casi todos los días había algún trayecto al aeropuerto para el vuelo de primera hora, pero en estos meses no he hecho ni uno».
La opción a la que han llegado con el Ayuntamiento es «trabajar dos semanas y librar una. De esa forma, el que trabaja tiene algo más de movimiento y las paradas no se saturan. Hay días que estas dos horas sin moverte, cuando antes estabas entre 15 y 30 minutos a lo sumo».
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