«Un negociador no es como en las series»
El grupo de negociación de la Ertzaintza se creó en 2015 e interviene al año en 35 actuaciones de media, la cifra más elevada de los distintos cuerpos de seguridad del Estado
El despliegue de recursos policiales que presenciaron los vecinos de la calle Vitoria-Gasteiz de Donostia la noche del pasado miércoles, cuando un hombre se atrincheró en su vivienda con un arma de fuego, fue digno de película. Aquella circunstancia requirió que la Ertzaintza activara, entre otros recursos, al grupo de negociación, que permaneció cuatro horas tratando de llegar a un punto de encuentro con el atrincherado, si bien «no fue un caso excesivamente complicado».
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Este equipo, hoy integrado por catorce agentes con formación en situación de crisis, se creó en 2015, y desde entonces asisten a una media de «30-35 negociaciones al año», aunque en 2020, fruto del confinamiento y la pandemia, «se registró alguna más», señala Hugo Prieto, subcomisario jefe de las Secciones Centrales de Investigación Criminal y responsable del grupo de negociación de la Ertzaintza, quien resalta que es el equipo que más intervenciones realiza de media de los distintos cuerpos de seguridad a nivel estatal.
Nuevamente, la ficción ha contribuido a generar una imagen que dista ligeramente de lo que es la figura del negociador en la realidad. «Ni hay una sola persona ni es un llanero solitario que va por libre. Ninguna policía moderna de hoy día funciona así», aclara.
«Un hombre subido a un tejado nos dijo que se bajaba porque estábamos siendo muy pesados»
Hugo Prieto, Negociador de la Ertzaintza
A las intervenciones acude un equipo compuesto por tres o cuatro personas, «pero somos una herramienta más de los recursos que se activan. Nuestra función es intercambiar propuestas para lograr la solución menos gravosa y minimizar los riesgos del atrincherado y de los agentes».
Claro que el perfil de esos negociadores sí debe tener ciertas cualidades. Resalta por ejemplo, la paciencia, la capacidad comunicativa, tener conocimiento general de muchos campos y estar al día de la noticias, la escucha activa y, sobre todo, «tener capacidad para soportar el fracaso, porque puede suceder que intentes una táctica para conectar con la persona y que no surta efecto de ninguna manera».
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Prieto explica que los casos con los que se encuentran habitualmente, sin contar con las personas con enfermedades mentales, obedecen a «individuos normales en situaciones anormales, que se han visto superados por algún motivo. Lo que hay que intentar es rebajar la tensión, para que suba la racionalidad, y hacerles ver que la forma menos gravosa de concluir con esa situación transitoria es llegar a un acuerdo con nosotros».
Es, a grandes rasgos, la teoría en la que se basan para «enganchar» con la persona atrincherada, pero en la práctica, requiere de un gran nivel de concentración y control verbal, para medir cada palabra y no echar al traste los avances logrados.
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Para incrementar la probabilidad de éxito, en base al perfil del atrincherado, se establece la estrategia a seguir –«y que naturalmente, no se puede desvelar»–, así como el rol que desempeñará cada agente. «Vemos quién puede conectar mejor y se escoge lo que denominamos 'negociador 1', que hace las veces de interlocutor». Pero toda intervención, insiste, se hace de forma coordinada con los equipos tácticos o de intervención rápida y «siempre con máximas garantías de seguridad».
Casos de todo tipo
En los seis años desde que se formó oficialmente este equipo, Prieto señala que la mayoría de intervenciones «han sido satisfactorias». Sí recuerda algún caso, como uno reciente de Vitoria, «en el que la persona se terminó suicidando, no conseguimos conectar con él». De los casos fallidos, dice, «hacemos el análisis de por qué han terminado de esa manera, pero es mejor acordarse de las anécdotas positivas. Como un hombre que terminó por bajarse del tejado al que se había subido, porque estábamos siendo muy pesados. Al final te das cuenta de que muchas tácticas pueden ser válidas».
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Prieto insiste en que la negociación del miércoles no fue de las complejas, pero la tensión es irremediable. «Son horas recopilando información, planteando estrategias, hablando con familiares... Con los años te acostumbras, pero después de una intervención así, cuesta bajar revoluciones», admite.
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