El misionero azkoitiarra que devuelve la sonrisa a los niños más pobres
Hermano de la caridad | Rubén Florencio Sánchez alegra a los más necesitados porque «el circo es transmitir alegría»
Leticia Alfonso
San Sebastián
Jueves, 31 de julio 2025, 00:15
Lo primero que le quitan a los pobres es el derecho a la belleza y aquí se lo estamos restaurando», le dijo la hija de la caridad Milagros a Rubén en Cité Soleil, una comuna de Haití extremadamente pobre, tras mostrarle una guardería llena de color y alegría que acogía a los niños de la calle. Desde entonces, el misionero azkoitirria tomó la iniciativa de «devolverles su derecho a la belleza y al arte».
Rubén Florencio Sánchez es el único misionero español de la orden Hermanos Misioneros de la Caridad, una congregación formada en la India por la Madre Teresa de Calcuta. Ha estado destinado en lugares de extrema pobreza como Madagascar, Calcuta, Haití o Colombia, así como Rumania, Manchester o París. Empezó en la «casa de los moribundos» en Calcuta, donde trasladan a los casos más graves sin posible solución. Allí intentan darles una muerte digna a las personas que estaban destinadas a fallecer en la calle en soledad.
Rubén siempre fue un apasionado del espectáculo y la magia, lo cual usaba a su favor para sacar sonrisas a los más desfavorecidos. Su gran proyecto de «devolverles su derecho al arte a los pobres» comenzó en Madagascar, o como él lo denomina «el país de los pies descalzos» ya que nadie puede permitirse el lujo de llevar calzado. Allí encontró a niños de la calle que hacían acrobacias para que los turistas les dieran algo de dinero. Con ellos creó un circo improvisado en un país donde no saben ni lo que es el mundo del espectáculo, pero la escasez les impidió seguir con el proyecto, ya que, según palabras del misionero, «el circo era tan pobre que no teníamos ni nombre».
En Haití, «lo primero que le quitan a los pobres es el derecho a la belleza y aquí se lo estamos restaurando»
Milagros
Hija de la Caridad
Continuó en el barrio 13 de Noviembre de Medellín, Colombia, con los niños de la calle, los alejó de las pandillas y las drogas mediante el arte. Rubén era profesor de una escuela, creada por su congregación, donde trataban de dar una formación básica a estos niños abandonados por la sociedad. Le sirvió para reconducir a muchos chavales de las calles que, asombrados con la novedad del circo, se acercaban a pedirle un puesto en el mismo. Rubén usaba este entusiasmo para alejarlos de la «mala vida», a la que estaban destinados por el barrio en el que vivían, al exigirles una buena conducta para participar en el circo.
El circo de los chicos del barrio 13 de Noviembre de Medellín se llamó los Titiritrastos y siguen actuando a día de hoy como profesionales del espectáculo. Unicef se interesó por el proyecto tras la marcha de Rubén a otro destino, y lo retomó contratando a un profesor de teatro. Pasaron de ser un circo improvisado, con chavales de la calle, a uno de gran renombre que fue el grupo fundador del Circo Medellín, que es el oficial de la ciudad. Aunque dejaron de actuar en teatros callejeros para hacerlo en lugares distinguidos, los Titiritrastos mantienen su nombre y lema inicial: «Entre los que hacen llorar, ellos han decidido hacer reír».
Rubén guarda de Colombia un buen recuerdo. A pesar de vivir tanta pobreza lo describe como «un país con tanta muerte y tanta vida». Sin embargo, añade que «nunca te acostumbras a la miseria, a las tragedias humanas, te siguen golpeando como el primer día. Por 10 años iba todos los viernes por la noche a la calle de Medellín, a dar arroz con leche a los indigentes, y cada viernes venía abrumado y destruido». En 13 de Noviembre, los misioneros de su orden, pudieron «ser parte de la vida y de la muerte de todo un barrio» y fueron conocidos como «los hermanos de los pobres».
Su lema se mantiene desde sus inicios y refleja el deseo del circo: «Entre los que hacen llorar, ellos han decidido hacer reír»
Titiritrastos
Circo
En su siguiente destino, Perú, además de cuidar a jóvenes con severa discapacidad que fueron abandonados por sus familias, decidió aplicar su proyecto en un lugar aún más hostil: la cárcel de menores de Lima. 'Maranguita' es un centro juvenil conocido por su alto número de reclusos peligrosos, entre ellos hay muchos condenados por «sicariato», es decir, niños que son pagados por las bandas para que maten, ya que por su corta edad obtendrán una condena menor.
Este proceso de resocialización mediante el arte ayudó a muchos jóvenes a reconducir su vida, niños sin futuro ni esperanza lograron reinsertarse en la sociedad gracias al circo 'Poder Joven' creado por Rubén.
Que no acabe nunca
Los niños que participaron en sus circos ya han crecido, y ha logrado mantener el contacto con muchos de ello. Inclusive uno de los adolescentes, Diego Vega, tras recuperar su libertad del centro de menores, decidió formarse como profesor de danza, y actualmente dedica los premios que gana como profesional a su «maestro, Rubén Sánchez».
El circo «Poder Joven» actuó tanto dentro como fuera de la cárcel, y ganó el primer premio del Festiteatro Callao en el año 2012, que es una zona de Lima.
No ha podido aplicar esta iniciativa en otros lugares como Manchester o París por el poco entusiasmo de los jóvenes de estas ciudades. Según Rubén, «son de una sociedad en la que tenemos mucho pero no apreciamos nada». Para él, al igual que dijo una vez su fundadora, la Madre Teresa de Calcuta, salir de un país tercermundista para ir a uno primermundista es como «venir de un país rico a uno que es muy pobre».
La elección de un circo entre todos los posibles espectáculos es «porque transmite más alegría». Según Rubén, «no vas al circo como vas al teatro». El objetivo del misionero es alegrar a los más necesitados, además de ayudarles con sus necesidades primarias, y «el circo es transmitir alegría».
A día de hoy Rubén se encuentra de excedencia, en su pueblo natal Azkoitia, para cuidar a sus padres enfermos. Pero, pronto tendrá otro destino en el que intentará incluir a los pobres en un mundo lleno de color y alegría porque «parte del proceso de humanización de las personas deshumanizadas por la pobreza y el sufrimiento es hacerles entrar en el mundo del arte y de la belleza. Es darles algo que siempre fue suyo, pero que en nuestra sociedad a los pobres se les arrebata. Eso y hasta el derecho a expresarse».
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