Un día cualquiera
En el firmamento de la humanidad existen personas que, como astros con luz propia, viven sus grandes o pequeñas realidades junto al engranaje que hace que funcione el gran universo.
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En el cosmos donostiarra, tal día como el de hoy, martes el año 1891, todo giraba en torno a las elecciones celebradas el pasado domingo, 10 de mayo, en las que por 337 votos la Coalición Liberal ganó a los Carlistas y a la Unión Vascongada juntos. Unos y otros justificaban los resultados, alabando, o no, al alcalde Víctor Samaniego, que lo fue en 1890, a Manuel Lizarriturry, que le sucedió, y a Víctor Samaniego, que volvió al cargo en 1891/2.
Entre el barullo de opiniones con grandes espacios en la prensa local, en una galaxia cercana, habitada por melómanos amantes de la ópera, había otros motivos de preocupación: «La representación de 'La Traviata', en el Principal, fue la peor de la historia». Era el final de una temporada que incluía a 'Fausto', 'Los Hugonotes', 'Lucrecia', 'El barbero de Sevilla', 'La Favorita'... y «la sesión de anoche fue un desastre». La señorita Curieses pidió indulgencia por hallarse enferma «de una bronquitis de la peor especie» y, al parecer, «todos los demás artistas estaban contagiados y hasta la orquesta suprimió los cornetines por constipado lírico». Todo lo dicho, se comentaba en las tertulias de los cafés, no hacía que lo cortés quitara lo valiente y al terminar su actuación el señor Borgiolo, a cuyo beneficio se ofreció la obra, después de obtener gran ovación en su intervención artística, «se le presentó un ujier del Club Cantábrico entregándole una bandeja de plata con un sobre cerrado que contenía 50 duros en billetes de Banco».
1891 La clave
El Club Cantábrico renunció al honor que recibían sus socios cuando los artistas les dedicaban sus actuaciones. Se enfadaron los melómanos al ofrecerse en el Principal la peor representación de 'La Traviata'
Resultaba que, como era costumbre desde que se fundó 'el Cantábrico', el pasado mes de enero, los cantantes dedicaban sus funciones de beneficio a los socios del Club y éste, agradeciendo el gesto, renunció «a seguir recibiendo honores».
Los más desesperados tuvieron ocasión de, por la noche, acudir al Teatro Circo donde la Compañía Cómico-Lírica-Dramática, ponía en escena el capricho de José Echegaray 'Un crítico incipiente'. También el personal dedicado a impartir justicia brillaba con luz propia en la esfera de San Sebastián, ya fuera el juez que buscaba a dos reclutas que habían desertado después de ser llamados para ir a Ultramar, como el sereno que atendió a quien fue asaltado en Atocha por unos atrevidos que «no le dejaron ni siquiera un perro chiquito en los bolsillos»... Criticados los servidores de la ley por no haber evitado el robo, contestaron que «si solo estamos dos serenos para todo el barrio incluyendo Loyola... ¡qué vamos hacer!».
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El Ayuntamiento recordaba que, «para proveer de plazas de celadores y serenos, se admiten solicitudes en su secretaría durante los próximos quince días». París siempre es París y, al margen de vicisitudes locales, la atención de varias familias estaba puesta en la capital francesa porque allí fueron llevados los niños mordidos por un perro hidrófobo en la calle Vergara.
Estarían ingresados 18 días para someterse al tratamiento del Dr. Pasteur. No a París sino al Cuarto de Socorro fue llevado Manuel Rodríguez Vecino, cuando en compañía de Hilario Olivares y Millán Elola, regresando de tomar sidra en el caserío 'Berrabia' de Alza, al pasar por 'Vista Alegre' cayó por un terraplén de 26 metros, quedando en estado lamentable. La sidra no tuvo nada que ver con la caída «que fue casual», según declararon sus compañeros ante el juez.
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Durante la noche brilló la luna, al amanecido volvió a salir el sol para todos y los astros siguieron el ordenado engranaje del cielo infinito.
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