1974 | «Feliz suceso», la apertura del Carmelo Balda

«Es, pues, para todos los guipuzcoanos un motivo de orgullo este edificio, que hoy recibe la bendición del Señor, para que en sus instalaciones se fomente la pelota vasca, uno de los rasgos más fuertes del folklore popular, de nuestro patrimonio, que merece máxima atención, por nuestro, y la proyección más segura, para así garantizar la continuidad de una tradición deportiva».

La mención a los años entre la maquinaria administrativa aludía veladamente a la frustración que supuso que la construcción no llegara a tiempo para ser estrenada en el VI Campeonato del Mundo de Pelota, celebrado en San Sebastián en septiembre de 1970.

El frontón fue proyectado en 1969 por el arquitecto municipal Luis Jesús Arizmendi Amiel. que utilizó 'hormigón crudo'. Con capacidad para más de 2.000 espectadores, su carácter de frontón largo lo hacían apropiado para la cesta-punta, el remonte y la pala.

La instalación completaba la ciudad deportiva de Anoeta de entonces, que en 1970 había abierto las puertas de su Polideportivo, en 1972 había inaugurado el Palacio del Hielo y en 1973 había instalado la cubierta al Velódromo.

El nuevo frontón, de promoción y propiedad municipal, contó con una subvención de la Dirección Nacional de Deportes, como se indicaba en l edición de DV del martes 19 de marzo de 1974: «El domingo por la mañana tuvo lugar en San Sebastián el extraordinario acto de la bendición e inauguración de los 'Frontones Carmelo Balda', construidos por el Ayuntamiento, con la aportación de doce millones de pesetas por parte de la D.N.D.».

Se bautizó al frontón con el nombre de quien entonces ensalzaban como «extraordinario paladín de la pelota». Carmelo Balda Galarraga, natural de Andoain, además de ser un reputado cirujano maxilofacial, ganó tres campeonatos de España de Pelota y fundó y presidió la Federación Internacional de Pelota Vasca.

Falleció Carmelo Balda en San Sebastián en 1969. A la inauguración del frontón un lustro más tarde acudió su viuda, «doña Ignacita Olasagasti», junto a las autoridades de la época.

Una anécdota que indicó DV. En el acto inaugural «los discursos fueron breves e imposibles de escuchar desde las localidades de silla, por no funcionar debidamente los aparatos de megafonía».