1954 | 'El Topo' se va del casco urbano
Se acabó el chollo de viajar en el tope del 'topo'. Cuando a la juventud no se protegía como en nuestros días, a nadie extrañaba ... que unos mocosos de apenas diez años viajáramos 'gratis', desde la plaza del Centenario hasta la calle Peñaflorida, haciendo 'montadiña' para ir al cole en la Parte Vieja. Un real era un real, y un real (veinticinco céntimos de peseta; 0,0015 céntimos de euro) era lo que costaba el trayecto. Ayer fue la última oportunidad de «colarse», porque a partir de hoy, 7 de junio de 1954, los tranvías de Hernani y de 'la Frontera' dejarían de circular por el centro.
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Tan arraigado estaba su paso que muchas fueron las personas que no se creyeron la noticia y que, en versión actual, dijeron algo así como que «se trata de una 'fake news'». Para comprobarlo, según se recoge en la prensa de la época, no faltaron quienes madrugaron, apuestas por medio, para acercarse hasta la Estación de Amara y comprobar el sí o el no del cumplimiento del acuerdo municipal, por el que se prohibía la circulación de dichos vehículos».
El imparable reloj dio las cinco, y las seis y casi las siete de la mañana, porque eran las siete menos diez cuando el «primer ferrocarril de la Frontera del día» pasaba frente al barracón de la estación y, tras la obligada parada, siguió «esparciendo sus habituales chirridos» por la calle Prim, continuando por Guetaria, Churruca y Plaza de Guipúzcoa, hasta llegar a la estación de la calle Peñaflorida, regresando a Prim por Garibay y Fuenterrabia. (Como acostumbró hacerlo, se mantiene la ortografía existente en el momento de ocurrir los hechos recordados).
1954 Llegaron a cruzarse
apuestas sobre si llegaría a cumplirse la orden que prohibía el paso de tranvías por el centro
Todo indicaba que quienes arriesgaron sus dineros, defendiendo que «el tranvía circularía por el centro a pesar de todo», verían aumentado su capital, ratificando su sensación cuando, a las siete y veinte, vieron llegar el tranvía de Hernani y seguir las rodadas del anterior.
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Por el área romántica, y poco después por el ensanche Cortazar, se vio pasar al 'hernaniarra': «Todo un desafío de las compañías propietarias de los citados medios de transporte a la decisión tomada por la Corporación Municipal, presidida por Juan Pagola Birebén».
Tan contentos los unos y tan dudosos los otros, recordaron los precedentes de 1942, cuando con Rafael Lataillade como alcalde, se llegó a levantar el pavimento para que los tranvías no pudieran pasar, pero la Dirección General de Ferrocarril obligó al Ayuntamiento a deshacer el entuerto y reponer el piso, y de 1949 cuando, siendo alcalde Javier Saldaña, se quiso realizar las oportunas «obras de desmonte de vías que la Superioridad impidió mientras no hubiera acuerdo entre Ayuntamiento y empresas».
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En esas estaban quienes con interés seguían el curso de los acontecimientos cuando, pasado el tiempo justo, llegó a Amara el segundo servicio del día y, por Centenario, intentó alcanzar la calle Prim. Allí, entre vía y vía, esperaba el mismísimo Jefe de la Guardia Municipal, señor Doñabeitia, quien con el gesto clásico del guardia de tráfico, colocándose en la mitad, ordenó parar el convoy.
Algo sabía de todo aquello la Sociedad Explotadora de los Ferrocarriles ya que tenía preparado al notario, señor Castell, y allá que se fueron para preguntarle al jefe de los municipales por qué cerraba el paso de las máquinas. El señor Doñabeitia contestó que «lo hacía con verdadero sentimiento pero que...». Las órdenes eran las órdenes.
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Para completar la escena, propia de una zarzuela, «un coro de casheras protestaba porque a partir de ese día tenían que llegar con sus lechugas a cuestas hasta el Mercado de la Brecha».
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