«Los mayores deben ser agentes activos en el barrio»

La vida de Ana María Díaz dio un giro de 180 grados cuando hace tres años le dio un infarto. Por aquel entonces residía junto a su marido, Pepe, en la casa «de toda la vida», que estaba «algo alejada, en el monte» y «tenía un acceso repleto de escaleras y cuestas». Cuando su salud empezó a deteriorarse, salir de su hogar se convirtió en una verdadera odisea, hasta que desde Osakidetza le derivaron a los servicios sociales de base de Pasaia. Fue entonces cuando Pilar García, trabajadora de la Fundación Hurkoa, y Blanca Caballero, de Adinkide, llegaron a su vida. «Me ayudan mucho en mi día a día, estoy muy contenta con ellas», explica Ana María mientras saborea un café en Pasaia junto a las que se han convertido en sus ángeles de la guarda.

A través de los ecosistemas de cuidados impulsados por la Diputación de Gipuzkoa en colaboración con el Gobierno Vasco, localidades como la propia Pasaia, Donostia, Errenteria, Arrasate, Hernani, Azpeitia, Elgoibar, Oiartzun, Aretxabaleta, Urretxu, Usurbil, Zestoa, Legorreta y Lizartza, ofrecen una atención «integral y personalizada en su domicilio» a los mayores. Ana María es una de las usuarias de esta iniciativa que surgió en 2016 en Pasaia de la mano de la estrategia Zaintza Herrilab.

Estos últimos años acompañada de Pilar y Blanca, así como de otros profesionales sociosanitarios, han sido «muy enriquecedores». Aunque dejar su casa «no fue fácil», ahora está «feliz» en el centro de Pasaia, donde ya conoce a casi todo el vecindario. «Sin ellas, no sé cómo lo hubiera hecho», explica. Pilar le ha ayudado desde el programa Hauskor de atención a la fragilidad de Hurkoa con los «trámites administrativos», pero también con la detección de todas aquellas necesidades sociales que iba detectando en Ana María, «porque el ser humanos es un animal social y necesita compañía de otros», explica mientras comparte una mirada cómplice con Blanca.

Ella, a través de la iniciativa 'Grandes amigos' de Adinkide se ha encargado de ayudarle a tejer esas redes vecinales con actividades como el ganchillo o la petanca. Ana María es «experta» en petanca. En su juventud viajó a menudo con su marido a un camping en la Costa Brava, donde practicaban este juego. «Y ahora nos da una paliza cada vez que jugamos aquí», se ríen Pilar y Blanca. También le encanta participar en los encuentros para hacer ganchillo y la semana que viene empezará con las clases de escritura creativa. «El objetivo es juntarnos, estar con otra gente, nos ponemos metas y retos. Hacemos lo que le apetece al grupo», explica Blanca.

A fin de cuentas, el objetivo es buscar un lugar y momento en el que los mayores se sientan «a gusto» y que «sean agentes activos en el barrio para recuperar su espacio». Para ello sirven estas actividades, que forman parte de los ecosistemas de cuidados que conectan los servicios sociales, sanitarios y comunitarios con las familias para ofrecer cuidados y atención a las personas dependientes o en situación de fragilidad. De esta manera pueden recibir en su domicilio «atención integral», con todos los agentes trabajando de forma coordinada para garantizar su bienestar.

En estos ecosistemas «la persona es lo importante», coinciden Pilar y Blanca. «Están en el centro de todas las decisiones y cuidados. Los diferentes agentes intervenimos para que su calidad de vida sea mejor que la que tenía antes», explican. Lo que se busca con estos espacios es, en definitiva, «crear una red familiar extendida en el barrio».

Y en el caso de Ana María, ha surtido efecto. Es salir del portal de su casa y no dejar de saludar a vecinos y profesionales de la zona. Está «contenta». No hay día que no tenga plan y su whatsapp no deja de sonar. Pese a tener 87 años, se mantiene conectada con sus amigos y seres queridos a través del móvil, otro de los propósitos que ha conseguido gracias a la red tejida en su entorno.

• Temas
• Ancianos