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«De vacaciones, tú vienes a mi casa y yo a la tuya». Los guipuzcoanos Mikel Landatxe, Cristina Sierra e Inés López han abierto las puertas de su casa a familias venidas de Francia, Islas Baleares, Países Bajos o Italia para pasar unos días de vacaciones. Se han hospedado en su piso mientras elllos, junto a sus familias, se alojaban en sus respectivas casas, y gratis. Cientos de guipuzcoanos hacen uso de la plataforma viajera que permite intercambiar casas con el objetivo de llevar a cabo unas vacaciones diferentes y asequibles. Estos tres viajeros relatan a DV su experiencia con la App que ya cuenta con más de 1.000 usuarios registrados en Gipuzkoa.
Mikel Landatxe 32 Intercambios
Que se sienten en el sofá de su casa, utilicen el baño, abran los cajones de su cuarto o incluso conduzcan su coche es algo que al donostiarra Mikel Landatxe no le supone mayor problema cuando intercambia su piso con otras familias. Lo lleva haciendo desde 2019 y dice estar «encantado». Fue un amigo suyo quien le dijo que lo hacía, se lo comentó a su mujer y decidieron probar. El primer destino que eligieron fue la ciudad italiana de Sorrento, a casa de una mujer. Para ella también era su primera vez y la experiencia, según relata, fue «superbuena», al igual que las que llegarían después. «Llevamos 32 intercambios con familias de Italia, Amsterdam, Francia, Tenerife, Ibiza, Madrid...» y asegura que «nunca» ha tenido ningún problema.
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Normalmente tiende a acoger a familias, «tú puedes elegir quién se aloja en tu casa y lo preferimos antes que un grupo de jóvenes». Con algunas de ellas mantiene la relación e incluso han repetido estancia. Precisamente es uno de los aspectos que destaca de esta forma de viajar. «Obviamente te ahorras dinero en el alojamiento, pero no es la idea. Puedes interactuar con las personas antes de que lleguen a tu casa, les das consejos de qué pueden visitar, dónde comer... Yo no lo veo sólo como una forma de viajar gratis sino de compartir tu casa, acoger a alguien para que lo disfrute. Me acuerdo que cuando fuimos a Madrid, la familia que nos dejó su piso tenía perro y lo llevábamos a pasear. Y nosotros tenemos gatos, por lo que cuando vienen a nuestra casa también los cuidan».
Todos los servicios y requisitos de los particulares están marcados en la página web donde se presenta cada vivienda. «Hay casas increíbles, como una que estuvimos en Ibiza con piscina y todo», cuenta Mikel, que señala que «tú puedes prestar tu casa, normalita, e ir a un casoplón y viceversa». La suya es hermosa. Cuenta con 120 metros cuadrados, dos habitaciones y dos baños. «A mis hijas les encanta ir a casas ajenas. Para ellas supone cuarto nuevo, juguetes nuevos... En la casa de Amsterdam nos dejaron bicis y tablas de paddle surf y las niñas estaban supercontentas». Esta familia también suele dejar regalos de bienvenida para los recién llegados. «Botellas de vino, entradas para el Aquarium... Solemos poner sábanas y toallas limpias y vaciamos un armario para que dejen sus cosas. Para mí es como si viniera un amigo y todo lo que hay en casa lo pueden usar. En uno de los viajes a Mallorca nos intercambiamos incluso los coches. No tengo tanto sentido de la propiedad. Tampoco cosas de valor», añade MIkel, que ya sueña con su próximo destino. «Croacia y Portugal seguramente, aunque si haces intercambio recíproco, cuadrar las mismas fechas a veces no es tan fácil».
Cristina Sierra 67 Intercambios
Cristina Sierra es una veterana en esto de los intercambios. Lleva ya un total de 67 y por su casa han pasado gentes de todas partes. A su vez, abrir las puertas de su hogar le ha dado la oportunidad de viajar por media Europa. «El verano pasado estuvimos en Estambul, Chipre y Atenas y ahora el 1 de mayo nos vamos a Berlín. También acabamos de estar en Sevilla y mi hija de 20 años se va en septiembre a Roma con mis puntos (GuestPoints)», enumera Cristina, que reconoce que realizar intercambios supone ahorrarse un buen pico a la hora de planificar un viaje. «Te anima a viajar más porque nosotros, que somos 4, si tenemos que pagar un apartamento, más los vuelos, la comida... viajaríamos la mitad de lo que hacemos –ella paga una cuota de 130 euros al año y los intercambios son ilimitados–».
Sin embargo, lo que más valora es la «confianza y amabilidad de la gente» que se aloja en su casa, en Bilbao, un piso de 80 metros cuadrados con garaje y trastero. También cuenta con una segunda residencia en «un pueblecito de Navarra de 200 habitantes en el Valle de Aezkoa», que recibe a «muchos guipuzcoanos para pasar fines de semana, sobre todo de Donostia y Zarautz, y en verano a familias de Andalucía, Extremadura y Valencia «en busca del fresquito», cuenta esta mujer, que conoció el intercambio a través de una amiga. Enseguida desechó la idea de alquilar su segunda vivienda y explica la razón. «Hay una gran diferencia en alojar a personas que pagan por la estancia, como puede ser un airbnb, y los que lo hacen a través de esta fórmula. El que va a tu casa se siente agradecido de que le hayas acogido. Te encuentras que te han dejado la cena preparada porque has llegado tarde del viaje, se han preocupado de decirte dónde aparcar, o te han acercado al aeropuerto... Cuando pagan sientes como que exigen. La actitud es diferente».
Rescata una anécdota que no deja lugar a dudas. «Una vez, me rompieron el mango de la escoba y me dejaron 5 euros y, en otra ocasión, se les rompió un vaso de agua y me mandaron la foto para avisarme. La gente es muy legal y por lo general siempre nos han tratado la casa muy bien y la han dejado impecable». En su entorno, hay quien que se sorprende por «cómo no me da cosa» dejar el piso a desconocidos. «Al igual que no tengo problema en dejar mi casa a un amigo, esto es lo mismo. Lo único que guardo en mi primera vivienda es el dinero y las escrituras de la casa». En caso de daños en el piso, «la plataforma te bloquea 500 euros en la cuenta y cuando el propietario comprueba que todo está bien, te los devuelven. Y si te cancelan la estancia, HomeExchange te busca algo parecido o te paga un alojamiento», comenta Cristina, que alaba las ventajas del intercambio con un único 'pero': «Lo de lavar todas las sábanas y las toallas es un poco 'rollo'».
Inés López 11 Intercambios
A la donostiarra Inés López «jamás» se le ha ocurrido «cotillear» en los cajones de las habitaciones donde se aloja cuando viaja a través del intercambio. «Justo justo abres el armario para guardar tus cosas», dice. Es precisamente la «confianza» la base de esta fórmula de alojamiento. «Hay mucho respeto», según destaca esta mujer. Lleva ya una década acogiendo a familias en su casa, en el barrio donostiarra de Gros, y ella y su familia han visitado lugares como Londres, París, Marrakech, Roma... «La experiencia ha sido muy buena y siempre que viajamos lo hacemos así», comenta Inés, que subraya las bondades del intercambio, más allá del aspecto económico. «Se establecen relaciones muy majas, te sientes arropado donde vas, la gente te explica todo, te ayuda... Conozco a gente que ya tiene casa en Nueva York y Londres porque han mantenido la relación. Yo recomiendo la experiencia 100%. También aprendes cosas de cómo vive la gente en ese destino», señala esta donostiarra.
Se siente casi como una «embajadora». «He convencido a bastantes amigos que al final se han animado a probar. También es verdad que luego hay mucha gente a la que se lo comentas y le parece genial, pero a la hora de la verdad les frena ese miedo de dejar su casa porque se vayan a meter en sus cosas personales. Al principio puede dar un poco de cosa pero luego ya te relajas. Más miedo me daba, cuando mis hijos eran pequeños, que rompiesen algo. Hay casas espectaculares, súper elegantes... Recuerdo una en Londres, que en una de las habitaciones había un telescopio enorme. Lo primero que hice fue cerrar la puerta y casi prohibirles la entrada a los niños», bromea.
En su caso, 'aterrizó' en la plataforma HomeExchange por la experiencia de un primo suyo y de otros conocidos. «Al final es el boca a boca», y durante estos 10 años no ha sufrido contratiempos, salvo un viaje a Cádiz que trastocó un verano hace años. «Habíamos quedado en ir a casa de una mujer, teníamos cogido el vuelo a Sevilla y el coche de alquiler y a 15 días de hacer las maletas nos dijo que no podía porque tenía cucarachas en el piso y había tenido que levantar el suelo y estaba de obras. Desde la empresa nos buscaron un alojamiento en Huelva pero dijimos que no y nos ofrecieron 100 euros por noche. Pero Cádiz, pleno julio y un apartamento para 5 personas... Así que nos fuimos al Algarve con el coche y el dinero que nos dieron. Al final no resultó tan mal», cuenta.
A la hora de regresar a su casa, tampoco se la han encontrado «nunca» patas arriba. «Solo nos han roto un exprimidor, una persiana que estaba vieja y a mis hijos les perdieron un balón», enumera sin darle importancia.
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