Las horas pasan lentas y aún le quedan 4 días

Aislado en su habitación (II) ·

Confinado. Odei ha dado negativo en la primera PCR, pero debe seguir aislado hasta que el lunes otro test confirme que está libre de covid

Estrella Vallejo

San Sebastián

Viernes, 2 de octubre 2020, 06:20

De la cama al escritorio. Del escritorio a la cama. Y así todo el día, excepto cuando necesita ir a su baño particular y que ... ningún otro miembro de la familia puede utilizar. Esos pasos de más se convierten en la aventura del día. Odei ya lo preveía cuando supo que debía hacer un aislamiento preventivo y ahora lo confirma: las horas pasan lentas, como si en vez de 60 fueran de 120 minutos cada una. Y no será por falta de entretenimiento en la habitación en la que está confinado desde el martes. Entre el móvil, el ordenador y la playstation consigue amenizar ciertos tramos del día, pero la realidad es que está aburrido, en perfecto estado de salud, pero muy aburrido.

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Este berasteguiarra, alumno de 3º de ESO del colegio Orixe, de Tolosa, está entre la decena de chavales que Osakidetza ha identificado como contactos estrechos de una compañera de clase que sí ha dado positivo en coronavirus. Ayer retomó las clases de forma telemática, recordando la dinámica del curso pasado, pero la silla de su habitación le resulta incómoda, y hay momentos en los que opta por la cama. Claro que seguir una hora de matemáticas, y otra de física y química desde un colchón mullido entraña su riesgo. «Nos lo hemos encontrado dormido, con los auriculares y el ordenador encima», confiesa su padre con tono divertido.

Justo al lado, pared con pared, está la habitación de Clara, una joven «que es como de la familia», que estudia en Musikene y que debe ensayar con el violonchelo «8 horas al día», pero Odei «se pone los auriculares y ni se entera».

Lo peor es sin duda la monotonía, aunque sus amigos se pasen a diario a hacerle visitas sobre las tres de la tarde, cuando salen del colegio. Aun así, «se desespera ahí metido», reconoce su padre. «No hace nada más que estar en internet, dormir y comer», resume. Desde luego el apetito, según dice, no la ha perdido y eso es buena señal. «Es el gargantúa de la casa, siempre tiene hambre, y ya sabemos que si abre la puerta es para que le subamos comida». Eso sí, limitando el contacto y aproximándose con mascarilla y guantes, al menos hasta el lunes.

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