David Arellano, del Damada, ha puesto en marcha el servicio a domicilio al tener que cerrar el restaurante. Morquecho

La hora de la cena no se adelanta

Servicio a domicilio ·

Los hosteleros piden al Ejecutivo vasco que rectifique y permita pedir después de las 21.00 horas

Estrella Vallejo

San Sebastián

Miércoles, 18 de noviembre 2020, 06:45

Cumplir las restricciones de movilidad es una cosa, pero cambiar hábitos de vida tan arraigados como la hora de la cena, roza lo «imposible». El ... estómago empieza a rugir cuando le toca y adelantarlo a golpe de decreto no parece que vaya a tener demasiado efecto. «Esta medida es ponernos un pie en el cuello tras otro», lamenta David Arellano, del restaurante Damadá de Donostia, uno de los establecimientos que se han unido para denunciar que Euskadi se ha ganado el título de ser la comunidad autónoma con horarios más restrictivos de todo el Estado en el reparto a domicilio.

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En ese listado figuran establecimientos hosteleros de todo tipo, que vieron al inicio de la pandemia que el 'take away' iba a ser su gran aliado para sobrevivir a esta crisis. Sin embargo, las restricciones implementadas en esta segunda ola del virus son, ante su incomprensión, más estrictas si cabe, y afectan tanto a los clientes como al funcionamiento de los propios locales.

Mientras que en abril tenían permitido atender pedidos y hacer entregas en horario normal, hasta las 23.30 de la noche aproximadamente, el último decreto que entró en vigor el sábado día 7 establece la hora tope de las 21.00 horas.

Así, argumentan que es imposible atender los pedidos de la noche «tanto por razones operativas como de hábitos sociales». «Hay un movimiento en Instagram para cenar antes y ayudar a la hostelería, y nosotros también recomendamos a los clientes que llamen con cierta previsión para poder atender a todos y hacerlo de forma ordenada, pero la realidad es que entre las ocho y media y las nueve llama todo el mundo a la vez», señala Igor de la Fuente, uno de los propietarios de la pizzería Peccato, que ha optado por adelantar a las siete de la tarde su horario de atención para tratar amortiguar los efectos de esta medida.

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«Pedimos a los clientes que sean previsores, pero al final todos llaman a la misma hora», cuentan en la pizzería Peccato

Este donostiarra cuenta con otros dos establecimientos con comida para llevar, uno de ellos en Pamplona, donde las limitaciones de horario al inicio de esta segunda ola también ordenaron el cierre a las nueve de la noche. No obstante, en el caso de la capital navarra «duró dos semanas como mucho, y al final lo retrasaron hasta las diez y media», expone como ejemplo de lo que también debería hacer Euskadi. «Allí lo vemos claramente. Trabajamos más y mejor, y no se ve más vida en la calle ni más movimiento». Andalucía ha sido la tercera comunidad -además de Euskadi y Navarra- que también estableció las nueve como horario de cierre, aunque finalmente también optó por prolongarlo, en su caso, hasta las once de la noche.

Una laxitud que de momento no parece que vaya a darse en el País Vasco, o no al menos de momento, y eso que ese tiempo extra daría cierto margen a los establecimientos, les permitiría trabajar en las horas de mayor demanda y, sobre todo, «podríamos dar el servicio que nos gustaría y no como ahora, que entre las 20.15 y las 21.00 es una locura, porque intentamos llegar a lo que podemos, pero se acumula todo en poco tiempo y no es lo idóneo», apunta.

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Esperar al último momento para hacer el pedido se debe, para Arellano, a que «tenemos el hábito de cenar a esa hora y para cuando te acuerdas de llamar, estás en el límite». Pero también a que ese horario para solicitar la cena «se solapa en muchos casos con la salida de trabajar, por lo que mucha gente termina decidiendo no pedir nada y cenar algo que tenga en casa», pone como uno de los ejemplos por los que esta medida les perjudica.

«A mucha gente le coincide con la salida del trabajo y para cuando se dan cuenta ya es tarde», dicen en Damadá

Estima que el mayor volumen de pedidos en una situación normalizada «se produce entre las 20.30 y las 22.30 horas, y diría que el 80% a partir de las 21.00. Es evidente que todos los que estamos dando este servicio ahora estamos perdiendo la opción de ofrecer muchas cenas».

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Y lo más frustrante, coinciden, es la incomprensión, no saber a qué obedecen «unas limitaciones más restrictivas que las de abril» y sujetas a interpretación. Esto es, no tienen permitido recibir pedidos más allá de las nueve de la noche, una hora a la que el establecimiento ya debe estar cerrado, aunque necesariamente abierto para poder preparar el pedido y hacer las entregas en los domicilios. Lo que irremediablemente recae en «el colapso del servicio de reparto, porque todo el mundo lo quiere a la misma hora», reitera Arellano.

Reivindicación conjunta

Con esta reivindicación como telón de fondo, decenas de empresas, que agrupan a centenares de trabajadores, se han unido para reclamar al Gobierno Vasco que modifique el horario de cierre del reparto de comida a domicilio, imitando el modelo navarro o andaluz. Se han unido «en tiempo récord» ante la situación desesperada que viven, para dar a conocer que durante el pasado fin de semana, y «pese a que se advirtió a los clientes que adelantaran sus pedidos, se han vivido momentos de gran estrés en las cocinas y servicios de reparto, sin poder atender el 100% de las demandas de los clientes».

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Reiteran que una ampliación del horario permitirá a «este servicio esencial, atender las muchas demandas que recibe de todo tipo de personas, incluidas las que están confinadas», al tiempo que lamentan que la disminución de ingresos por la reducción del horario va acompañado de un mantenimiento de costes fijos -laborales o de equipamientos de cocina-, «que ahora no pueden ser amortizados» y que sitúan a muchas empresas «al borde del cierre».

Los hosteleros piden que se retrase la hora de cierre hasta las 22.30 o 23.00, como han hecho en Navarra y Andalucía

La incertidumbre de no contar con un horizonte temporal dificulta la elaboración de la estrategia para resistir este nuevo embate. El propietario del Damadá abrió su segundo local en Gros a comienzos de octubre «con ganas de apostar por un proyecto nuevo y generar puestos de trabajo». Hemos hecho todo lo que estaba en nuestras manos», pero un mes después de subir la persiana, tuvo que volver a cerrarla. «Entendemos que hay una pandemia, pero esto es un desastre», lamenta.

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En referencia al tirón de orejas que hizo ayer el Ejecutivo de Urkullu a la sociedad vasca, a quien recordó que el problema de la expansión del virus no es la hostelería sino el comportamiento que la clientela ha tenido en estos establecimientos, reivindica que «no nos pueden cerrar para que la gente aprenda a comportarse, porque lo único que se consigue es que esos mismos se junten en parques o en casas, donde tampoco se van a comportar adecuadamente y ahí no pasa nada. Y mientras tanto, la hostelería sigue cerrada».

Un repartidor de la pizzería Peccato, de Donostia, accede a un portal para entregar el pedido. MOrquecho

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