Historias de Gipuzkoa
Cuando la trikitixa era «el fuelle del infierno»Durante décadas la música que emanaban una pequeño acordeón y una pandereta fue perseguida e incluso prohibida en muchas localidades porque incitaba al «baile del diablo»
Llega el verano y el sonido de la trikitixa cobrará fuerza en muchas localidades guipuzcoanas con motivo de sus fiestas patronales o sus romerías. La visión de un pequeño acordeón y una pancarta la asociamos enseguida con la trikitixa. De ellos emana una música colorista, variada y divertida, que en contra de lo pueda parecer no tiene origen vasco, y que invitaba a mover y a estrechar los cuerpos de los danzantes. Durante décadas su melodía fue considerada maldita por muchos. Sus ritmos se te meten como el diablo en el cuerpo, y ya lo apuntaron San Efrén y San Juan Crisóstomo «el demonio inventó los bailes». San Agustín, por su parte, definió el baile como «un círculo cuyo centro es el diablo, y la circunferencia son los ángeles malos que le rodean». En Euskadi, el «soinu» o o «soinu txikia» de los trikitilaris fue calificado tanto en sus inicios como en años posteriores, por autoridades y miembros del clero, como «inpernuko auspoa (fuelle del infierno» y «txerren auspoa», entre otros términos. Pero a pesar de la represión la trikitixa sigue muy viva en la actualidad y es admirada incluso fuera de nuestras fronteras. ¿Quién no conoce Tapia Ta Leturia, o Kepa Junkera, o Maixa Ta Ixiar, Gozategi, Alaitz eta Maider, Etzakit, IkerGoenaga, Korrontzi, Esne Beltza...? Sin olvidar a viejas glorias como Jacinto Rivas 'Elgeta', Kaxiano o Iñaki Garmendia 'Laja'.
Si se teclea el término trikitixa en la enciclopedia Auñamendi este es el resultado: «Tiene varias acepciones. En un sentido general entendemos por trikitixa una agrupación musical formada hoy por dos intérpretes: el 'soinujole' o acordeonista y el 'panderojole'. Trikitixa es, también, una de las cuatro composiciones clásicas que interpreta el grupo. Así, en el Campeonato se indica que las piezas a interpretar son «Trikitixa I, Trikitixa II (porrusalda), tandangoa eta arin-arin». Finalmente se entiende por trikitixa el baile que se realiza a los sones de ambos instrumentos. Trikitix deriva de triki-triki y es un término onomatopéyico, que describe al pronunciarlo el sonido de la pandereta al golpearlo con los dedos. La trikitixa sería, pues, anterior a la introducción del acordeón diatónico en Euskal Herria. El pandero acompañaba entonces a instrumentos ya existentes como la alboka, el txistu, la dulzaina y la txirula».
El origen: trabajadores franceses e italianos de la obra del ferrocarril a finales del XIX o una tienda de Bilbao
El instrumento clave de la trikitixa -el acordeón diatónico- no nació en el País Vasco. La versión más aceptada es que fue introducido desde las regiones alpinas, de Francia y especialmente de Italia, por los trabajadores contratados en 1860 para la construcción del ferrocarril del Norte en el tramo de Beasain a Olazagutia. Los obreros valdostanos y piamonteses lo llamaban «fisarmónica». Otras teorías rebaten que se expandió desde Bilbao a Gipuzkoa. Desde la capital vizcaína a Arratia, Zornotza, Gernika, Lea-Artibai y después a Elgoibar, a los alrededores de Gelatxo y Eibar y Elgeta. Recalcan que lo más seguro es que los primeros instrumentos fueran de la marca Hohner y que la tienda Zengotita, en Bilbao, los comercializaba. En la actualidad la marca más querida por los trikitilaris es la de Larrinaga, en Donostia. Sea como fuere, lo que está claro es que este acordeón diatónico se expandió por toda Europa a partir de finales del siglo XIX, y el País Vasco no fue una excepción.
La primera mención escrita sobre la actuación de estos acordeonistas o 'trikitilariak' en Euskadi data de 1889 con motivo de una romería en el santuario de Urkiola. Mientras que la primera referencia gráfica es una fotografía de 1890 tomada en Altsasu. El acordeón diatónico lo tocaban tanto hombres como mujeres del medio rural. Era una música popular, nada elitista. Algunos de los intérpretes ni sabían música, ni eran intelectuales, ni tenían cultura como la entendemos hoy. Sin embargo esto no les impidió aprender a tocar de forma autodidacta mientras cuidaban al ganado en el caserío. Algunos llegaron a vender su herramienta de trabajo para comprarse el instrumento.
El acordeón diatónico
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Áerófono de langúeta libre es un instrumento de la familia de los aerófonos de lengüeta libre, de la misma familia que la concertina, la armónica, o el bandoneón. Del número de escalas que maneja dependerá el número de «líneas» o hileras en el diapasón del acordeón. Los primeros modelos solo poseían una «línea», con el tiempo se mejoraron a dos y finalmente evolucionaron hasta a tres.
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Diferencia del acordeón cromático A diferencia del acordeón cromático (también conocido como 2+2 acordeón piano, aunque existen acordeones cromáticos de botones), la nota del mismo botón en un diatónico es bisonora, quiere decir que cambia dependiendo de si el aire entra o sale, cuando se abre o se cierra el fuelle.
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Dos lados En el lado derecho contiene las «líneas» o hileras que conforman la melodía, y en el lado izquierdo los botones que conforman los bajos, los acordes que acompañarán dicha melodía. Los hay de una, dos y tres líneas o hileras. Una línea tiene 10, 11 o 12 botones.
La trikitixa se convirtió en la protagonista de las romerías de toda Gipuzkoa e inundó las plazas de los pueblos en las fiestas patronales por su potencia desinhibitoria y las sidrerías. Era propicio para el baile suelto, pero su éxito no fue menor en el baile agarrado Al principio el 'soinu txikia' fue prohibido, perseguido y boicoteado por autoridades gobernativas, alcaldes y sacerdotes de muchos municipios. Los curas tachaban la música del 'soinu' de «inpernuko auspoa (fuelle del infierno), y txerren auspoa». «Echa a las mujeres a los brazos de los hombres», proclamaban en sus sermones con el rostro rojo de ira y a gritos para asustar a los fieles y devolverlos al redil. Es evidente que no les sonaba a música celestial, y menos gregoriana. Los curas también alertaban de los males de esta música tanto a los hombres como a las mujeres durante las confesiones en la iglesia. Incluso amonestaban a los trikitilaris, llegando incluso a negar a éstos la absolución.
No faltaron párrocos que retiraron de su templo la silla especial que estaba destinada al alcalde por permitir la trikitixa en las fiestas. Algunas madres de trikitilaris llegaron a recibir cartas anónimas que le advertían de que primero se perdería el alma de su hijo y luego la suya. Según un diccionario de términos confeccionado por la Asociación de Trikitilaris, «la sotana es incompatible con la trikitixa». En ocasiones, miembros de la Guardia Civil multaron tanto a las parejas como a los trikitilaris, y llegaron a romper acordeones.
Diferencia con el txistu
Esta represión de los defensores de la moral y las buenas constumbres hacia el 'soinujole' y el 'panderojole' dio lugar a situaciones curiosas. Como en el barrio azkoitiarra de Madariaga, colindante con Elgoibar, en el Alto de Azkarate. Cuando se presentaba un aguacil de Azkoitia, donde el baile a lo agarrado estaba prohibido, las parejas corrían entre risas al término de Elgoibar, donde no lo estaba. En el Valle del Urola se llegó a inventar lo que se conocía como 'baltseo txikia' (vals menor). Consistía en abrazar a la pareja mientras se cantaba la copla de la trikitixa. En definitiva, era una modalidad que combinaba el baile suelto con el agarrado.
Otro suceso curioso se produjo a comienzos de la década de los 70 del pasado siglo lo protagonizó un grupo de trikitilaris. Nombró patrona del gremio a la Vírgen de Arrate. Dejaron a sus pies, como ofrenda, una trikitixa. Desapareció en menos de una semana y nunca se descubrió al autor ni el móvil.
Ante este ámbiente hostil la respuesta de los trikitilaris fue una música cada vez más desenfadada, en ocasiones acompaña de coplas mordaces, reivindicativas y críticas con la política, la religión y las costumbres sociales. Algunas de las canciones se hicieron muy populaes durante años.
El 'infierno' según Kepa Junkera
Una figura indiscutible y vital para la supervivencia de la trikitixa es Kepa Junkera, nacido en 1965 en el barrio bilbaíno de Errekalde. «Mi amor por la música empezó gracias a mi abuelo y a mi madre que tocaban la pandereta, ellos me dieron un pequeño acordeón y en casa, por mi cuenta, empecé a sacarle sus secretos», remarcó en una ocasión. Alrededor de los 8 años comenzó su aprendizaje de forma autodidacta.
Con 14 acudió al homenaje de un veterano trikitilari en las fiestas de la localidad vizcaína de Iurreta. Había ido para tocar la alboka con el grupo de bailes Beti Alai, pero en un entreacto cogió prestada una trikitixa para tocar una pieza y dejó boquiabierto a todo el mundo, algo que sigue logrando en la actualidad dentro y fuera de nuestras fronteras. Resalta que su prolífica carrera le ha demostrado que para la música «no solo hacen falta estudios sino una chispa».
«Si tengo que ir al infierno por lograr que se abrace mucha gente y se quiera, yo encantado»
Kepa Junkera
En numerosas entrevistas los periodistas han preguntado a Kepa Junkera sobre la animadversión de algunos sacerdotes y autoridades hacia la trikitixa y sus calificativos despectivos como «inpernuko auspoa o fuelle del infierno». «Yo por suerte no he vivido los tiempos de mi abuelo y de mi madre. Aquí eso lo he tratado de una forma casi anecdótica, aunque es verdad que ese temor y esas circunstancias no serían para nada fáciles», ha sido una de sus respuestas. También ha aseverado con sarcasmo: «las personas de nuestra generación tenemos otros infiernos y otros cielos». Otra de sus 'perlas' es: «La trikitixa es un instrumento centroeuropeo. Cuando se introdujo en Euskadi supuso una revolución. Tanto, que los curas de la época lo prohibieron. Por eso lo llamaron así. Ahora bien, si tengo que ir al infierno por lograr que se abrace mucha gente y se quiera, yo encantado».
En esta línea, destaca su obra publicada en 2014 'Una pequeña historia de la trikitixa = Trikitixaren historia txiki bat'. Se trata de un lujoso libro que cuenta la historia de este tipo de música y de un CD que incluye canciones propias y tradicionales dedicadas a pandereteras como Primi, Romualda, Andresa, Leona, Mikaela, Pantxika y Martzelina y a trikitilaris como Laja, Landakanda, Iturbe, Joakintxu Karakol, Jacinto Rivas Elgeta, Rufino Arriola, Auntxa, Sakabi, Fasio y Piti. Uno de los temas es 'Sorginak Infernuko Hauspotik Irtetzen' (Las Brujas Salen del Fuelle del Infierno). Y es que contó como colaboradoras a las jóvenes componentes del grupo 'Sorginak'.
Del decilve al auge
La trikitxa pasaba a un segundo plano en las fiestas y actos oficiales en las fiestas patronales de muchos municipios. El instrumento principal era el txistu. Una prueba es que los txistularis iban vestidos con 'kaiku' y los trikitilaris con blusa. La prenda dejaba bien clara la diferencia en el status social de cada cual. Incluso el nacionalismo Vasco receló del acordeón diatónico hasta después del final de la Guerra Civil, al no ser un instrumento autóctono.
La trikitixa vivió momentos de decadencia con el declive de las romerías, al igual que la aparición de las orquestinas y los grupos de verbenas en las fiestas patronales. Pero ha logrado permanecer viva hasta nuestros días gracias a los concursos, que reúnen a miles de personas, los discos, las añoradas cintas de cassette y las emisiones en programas de radio. Otro elemento fundamental han sido la creación de escuelas específicas para aprender la técnica del 'soinu txikia' y su introducción en los cursos de los conservatorios de música. Pero el mayor empujón ha sido por la fusión de este tipo de música con otras variantes del folk, el blues, el jazz e incluso del rock, sin olvidar el acompañamiento a orquestas sinfónicas. Además, su conjunción con espectáculos de danza también ha ayudado a su expansión.
Rafael Aguirre Franco señala en su libro 'Trikitxia' que las primeras referencias escritas de trikitilaris con nombre propio en Gipuzkoa datan de 1900, son Ormaiztegiko Itsua, que actuaba en bodas y festejos cuando no estaba en la estación pidiendo dinero a los viajeros, y Pedro Urteaga, del caserío Alzola, de Zumarraga. Después de la Guerra Civil destaca a Jacinto Rivas 'Elgeta' o 'Intxuzabal' (1906-1964). También cita en su estudio se encuentran Pedro Sodupe 'Gelatxo' (Elgoibar, 1928-2007), Kaxiano (Lizartza, 1932-2002), Iñaki Garmendia 'Laja' (Azkoitia, 1944-2019); Tomás Soraluze 'Tomás Epelde' (Azkoitia, 1945), del grupo Eepelde y Larrañaga; Iñaki Malbadi (Albiztur, 1957); Joseba Tapia (trikitilari de Lasarte-Oria nacido en 1964) y su pareja Xabier Berasaluze 'Leturia' (pandero nacido en 1954 en Billabona); Iker Goenaga (Zizurkil, 1974); Alaitz Telletxea (Oiartzun, 1976), miembro del grupo Alaitz y Maider, y Maixa Lizarribar (Tolosa), miembro del grupo Maixa e Ixiar. Algunos de los más veteranos padecieron la represión por tocar «el fuelle del infierno», mientras que los jóvenes han disfrutado de una libertad impensable e intolerable para los que se opusieron a esta corriente musical afortunadamente arraigado con éxito en el folclore vasco.
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