Factoría de secado de bacalao del siglo XVIII. Imágenes: Fondo Euskal Itsas Museoa
Historias de Gipuzkoa

Pesquerías de los vascos en los océanos medievales

La creciente demanda de pescados curados en los mercados peninsulares y el reducido tamaño del litoral vasco fueron los principales factores que impulsaron el inicio de expediciones pesqueras

Jueves, 28 de septiembre 2023, 06:59

Recientemente ha saltado a los medios la sorprendente noticia de que el canadiense río San Lorenzo ha representado al patrimonio fluvial vasco en el multitudinario ... Festival de Loire que se ha celebrado en Orleans entre los días 20 y 24 de septiembre. Este festival bianual constituye el mayor encuentro de embarcaciones tradicionales e históricas de carácter fluvial que se celebra en Europa. En cada edición seleccionan como invitado especial a agentes e instituciones que trabajan en la conservación, recuperación y puesta en valor del patrimonio naval de determinada cuenca fluvial. En esta última edición ha sido Albaola la entidad invitada en representación del patrimonio fluvial del País Vasco. Una invitación motivada, obviamente, tanto por el dilatado currículum de la asociación vasca en la recuperación del patrimonio naval fluvial –caso de la construcción de las réplicas de canoas monóxilas del Adour y de alas o gabarras del Oria y del Urumea- como por el interés de la organización del festival por contar con la participación de esta asociación vasca, que constituye una referencia imprescindible dentro del ámbito de la recuperación del patrimonio naval a nivel mundial.

Publicidad

Sin embargo, este interés de la organización del Festival de Loire por contar con un representante del patrimonio fluvial vasco chocaba con un supuesto obstáculo, a su juicio, insalvable. Desde su óptica, la trascendencia histórica de los ríos vascos resulta pareja a su escasa entidad geográfica, habituados como están a contar con invitados procedentes de las grandes cuencas fluviales europeas, caso de las del Loira, el Sena, el Rin, el Támesis, el Po, o el Vístula -verdaderos ejes vertebradores de la economía, la población y el patrimonio histórico de parte importante de los territorios nacionales de Francia, Holanda, Alemania, Inglaterra, Italia y Polonia respectivamente-. Una apreciación resultante de su desconocimiento sobre el alcance universal que tuvieron los procesos históricos desarrollados en algunas de nuestras pequeñas cuencas fluviales como las del Adour, el Oiartzun, el Oria, o el Nervión. Desconocimiento histórico del que somos nosotros, los vascos, los máximos responsables y que ha motivado que haya ido el enorme San Lorenzo de Canadá a representar nuestro patrimonio fluvial. Una opción que, de todas maneras, no resulta descabellada teniendo cuenta que sus riberas se hallan jalonada de elementos patrimoniales resultantes de la epopeya protagonizada por los pescadores vascos, a partir, sobre todo, del siglo XVI. De hecho, han sido las réplicas de las chalupas balleneras vascas construidas por Albaola las que, de manera especial, han dado a conocer nuestro patrimonio flotante en el Festival. Unas embarcaciones que, aunque fueron concebidas para su empleo en el mar, protagonizaron en Norteamérica una increíble historia fluvial a la que ya se hizo referencia en un artículo precedente.

Secadero de bacalao de la PYSBE en Pasaia hacia 1930.

Pesquerías destinadas al norte del Golfo de Bizkaia

Todo lo anterior no hace sino evocar aquellas expediciones que los pescadores vascos emprendían a caladeros situados lejos de su tierra y sus puertos. A lo largo de la Edad Media la creciente demanda de pescados curados en los mercados del interior peninsular, junto con el reducido tamaño del litoral vasco, de sus puertos y de los caladeros más inmediatos, fueron los principales factores que impulsaron el inicio de esas expediciones pesqueras. Las aguas del sector norte del Golfo de Bizkaia cubrían un enorme tesoro conformado por los grandes caladeros situados en la plataforma continental extendida desde la Plataforma Armoricana hasta Gran Sol. Los pescadores vascos descubrieron y explotaron durante siglos esos caladeros en los que capturaban diversas especies como el bacalao y el abadejo, siendo, sin embargo, la más codiciada la merluza. Las capturas de merluza, tras ser secadas en nuestros puertos, se comercializaban en los mercados del interior bajo la denominación de «Pescado cecial», o simplemente «Pescado» -hoy todavía seguimos llamando pescadillas a las merluzas de reducida talla-. El procedimiento de secado que se aplicaba con la merluza es el mismo que se utilizaría con el bacalao, de forma masiva, a partir del descubrimiento de los grandes bancos de Terranova –de hecho, durante los siglos XVI, XVII y XVIII el bacalao seco se denominaba «merluche» en francés-. La merluza, al igual que el bacalao y el abadejo, previamente a ser expuesta a la acción del sol y del viento para conseguir su secado, era descabezada, eviscerada, abierta en canal y, durante algunas horas, cubierta de sal.

Estas primeras expediciones destinadas a estos caladeros llamados «Gran Canto» en la documentación de la época, organizadas desde los puertos vascos, se desarrollaban mediante grandes chalupas, tripuladas por una veintena de hombres, a las que se les aplicaba diversos nombres como pinazas, galeones, zabras etc. Tras permanecer faenando varios días regresaban a sus puertos de origen, donde procedían a elaborar el pescado cecial. Sin embargo, la mayor cercanía de los caladeros a las costas de territorios situados más al norte, caso de la fachada atlántica francesa, Bretaña y el sur de las islas de Irlanda e Inglaterra motivó que nuestros pescadores comenzaran a frecuentar aquellas costas en cuyos extensos puertos y espacios aptos para el desarrollo de las labores de salazón y secado del pescado establecían factorías temporales. Además de las especies ya mencionadas capturaban allí otras muy cotizadas en los mercados, caso del salmón y de la sardina que se comercializaban tras haber sido puestas en salazón.

Publicidad

Mujeres trabajando en sequería de pescado en Saint Pierre et Miquelon

Consolidación de las pesquerías de 'Irlanda'

Las expediciones destinadas a las costas más cercanas al País Vasco, caso, por ejemplo, de las que se dirigían a las inmediaciones de La Rochelle –espacio que, significativamente, adquiere la denominación de las Radas Vascas- continuaron durante siglos desarrollándose mediante las pequeñas embarcaciones y limitados recursos de que disponían los propios pescadores. Es el caso de los pescadores de sardinas de Hondarribia que continuaron acudiendo con sus chalupas a las costas del entorno de La Rochelle, cuando menos, hasta inicios del siglo XVII. Sin embargo, el enorme potencial de las pesquerías situadas más al norte motivó que pronto se armaran expediciones dotadas de infraestructuras muchos más significativas, principalmente, de barcos mercantes de tamaño medio, llamados en la documentación zabras, carabelas y naos, destinadas a las costas situadas en Bretaña, Inglaterra y, sobre todo, Irlanda. En estas embarcaciones trasladaban todos los útiles necesarios para el desarrollo de la pesca y su curado (chalupas, aparejos, víveres, sal, toneles, etc.) y regresaban cargadas de pescado seco, o salado.

Las primeras menciones a estas expediciones son de mediados del siglo XIV, coincidiendo en el tiempo con las destinadas a Galicia a la caza de ballenas. Estas pesquerías se desarrollaban entre los meses de junio y noviembre y aglutinaban a parte importante de la marinería vasca. Exponente de la gran importancia que estas pesquerías seguían teniendo incluso durante la primera mitad del siglo XVI, consta que el año 1534 se armaron en Gipuzkoa 5 naos de entre 80 y 170 toneladas de capacidad, 10 carabelas de entre 40 y 120 toneladas y 1 zabra de 40 toneladas, que hacen un total de 16 embarcaciones destinadas a la pesca en Irlanda. Los pescadores de Lapurdi, en cambio, ya para estas fechas dirigían sus esfuerzos hacia Terranova, donde consta su presencia desde muy inicios del siglo XVI. En estas diferentes opciones de los pescadores vascos de un lado y otro del Bidasoa debieron pesar las relaciones internacionales del momento. En efecto, a partir de que entre 1449-1451 Lapurdi, perteneciente al Ducado de Aquitania-Gascuña (la antigua Vasconia), dinásticamente unido al reino de Inglaterra, fuera conquistado por el ejército francés, comandado por Gastón de Foix, sus pescadores debieron ver dificultado el acceso a las pesquerías de las Islas Británicas.

Publicidad

Sequería de bacalao en Islandia, hacia 1930.

Las pesquerías norteafricanas

Los pescadores de Bizkaia y Gipuzkoa, en cambio, además, de continuar gozando de las pesquerías de Irlanda e Inglaterra, extendieron su actividad hacia el sur, al otro lado del estrecho de Gibraltar. En efecto, la intensa presencia vasca en los grandes puertos de la Andalucía occidental, a la que ya hicimos alusión en otro artículo precedente relativo a la hegemonía transportista vasca de los siglos XIV y XV, motivó que comenzaran a interesarse por las pesquerías que venían desarrollando los habitantes de los citados puertos en las costas atlánticas africanas. En efecto, consta que a lo largo del siglo XV diversos armadores vascos, interesados en el tráfico comercial de puertos como Cádiz, o Sanlúcar, comenzaron a invertir y a participar en las mencionadas expediciones pesqueras. De ahí pasaron a armar directamente sus propias expediciones pesqueras destinadas al norte de África.

El desarrollo de las pesquerías de Terranova acarreó la decadencia y extinción de estas pesquerías desarrolladas por los vascos en las costas del viejo mundo. Ya a principios del siglo XVI los pescadores labortanos dieron el salto a Terranova de manera generalizada por los motivos antes expuestos y se especializaron en la captura y secado del bacalao. La presencia de los enormes bancos de bacalao, así como de una ingente cantidad de ballenas impulsaría, también, a los pescadores de Gipuzkoa y Bizkaia a acudir a aquellas costas norteamericanas, sobre todo, a partir del segundo tercio del siglo XVI. Estos últimos, pronto se centraron en la captura de ballenas, pasando la pesquería de bacalao a segundo plano. Se inició así un proceso de especialización de los pescadores vascos procedentes de ambos lados del Bidasoa: mientras los labortanos lo hacían en la pesca del bacalao, los guipuzcoanos y vizcaínos ponían su empeño en la caza de la ballena. Esta especialización se mantuvo durante siglos y dio pie a estrechos lazos de interdependencia, ya que, tanto los balleneros labortanos como los bacaladeros guipuzcoanos, precisaban mutuamente de la mano de obra especializada procedente unos de Gipuzkoa y otros de Lapurdi.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete los 2 primeros meses gratis

Publicidad