El nazi que usurpó la identidad de un guipuzcoano
Ni doctor, ni Gurruchaga, ni donostiarra. Agente de la Gestapo y delincuente internacional, Frits Knipa robo la identidad de un guipuzcoano al refugiarse en la España de Franco
Chipiona contaba con algo menos de seis mil habitantes que en la dura posguerra subsistían sobre todo de la pesca. El santuario de su patrona, la muy venerada Nuestra Señora de la Regla, hacía vecindad con el Sanatorio Marítimo de Santa Clara, el primero de España dedicado a la infancia desfavorecida. Su creación a finales del siglo XIX vino dada por los buenos oficios de un misionero franciscano, el Padre José Lerchundi, nacido en Orio en 1836 y antiguo organista de Arantzazu, quien a lo largo de su vida impulsó numerosas obras misionales y sociales en Marruecos.
Hace ochenta años, en 1945, llegó a Chipiona otro guipuzcoano con similares afanes beneméritos para trabajar en el sanatorio marítimo: se presentaba como Luis Gurruchaga Iturria, médico natural de San Sebastián. Abierto, simpático, de seductora sonrisa bajo un bigotito estilo Clark Gable entonces a la moda, no tardó en conquistar el aprecio de los chipioneros por su generosidad y sus atenciones hacia las familias pobres y los enfermos sin recursos. Además, el doctor Gurruchaga suministraba penicilina a los pacientes que la necesitaran, enorme privilegio en una España donde el descubrimiento del doctor Fleming aún tardaría en comercializarse.
Sobre su exótica dicción en castellano los vecinos daban en suponer que «así hablarán los vascos», salvo alguno, más avisado, que notaba un acento alemán: «Puede que se me pegara cuando estudié Medicina en Berlín», se excusaba.
El 18 de agosto de 1947 fue una fecha fatídica para Cádiz. En un depósito de la Base de Defensas Submarinas de la Armada saltaron por los aires 200 toneladas de explosivos que redujeron a escombros barrios enteros provocando casi 200 muertos y miles de heridos. Nada más producirse la detonación, el doctor Gurruchaga corrió con su maletín y todos los medios a su alcance para prestar auxilio. Pasó varios días atendiendo a los afectados, sin apenas darse un respiro. La prensa local elogió su labor. Fue su consagración definitiva como 'el ángel de Chipiona'.

'Doctor Pirata'
El facultativo acostumbraba a navegar por el golfo de Cádiz a bordo de un pequeño yate de su propiedad. En Tánger se proveía de la codiciada penicilina y de tabaco que luego revendía en la península. De esa pequeña delincuencia pasó al tráfico de joyas, oro, diamantes, etc. Y más tarde a una actividad aún más lucrativa y violenta: el abordaje en alta mar de barcos de contrabandistas cargados con mercancías de valor. Esto le valió el sobrenombre de 'Doctor Pirata' que la policía le atribuyó.
Al paso del tiempo fueron conociéndose otros aspectos sombríos del presunto médico vasco. El más siniestro, la desaparición de un niño de poco más de un año, hijo un joven matrimonio sueco residente en Tánger. La criatura padecía de una hernia inguinal que el doctor Gurruchaga prometió curar interviniéndole en su sanatorio. Los esperanzados padres le confiaron al pequeño Fred sin imaginar que ya nunca regresaría. Después de meses de espera y de las más variadas excusas, acabó confesando que había fallecido a causa de una insolación en la playa. Pero ni apareció el cadáver, ni constaba siquiera que hubiera ingresado en Santa Clara de Chipiona.

Todo apunta a que Fred fue uno más de los bebés robados en la posguerra. La prensa sueca terminaría haciéndose eco del caso y de las desesperadas gestiones de sus padres para conocer lo ocurrido. Se produjeron movimientos diplomáticos pero Gurruchaga, siempre bien protegido, salió indemne. Bajo 'el ángel' asomaba un demonio.
Por entonces, año 1948, nadie relacionaba aún al tal Gurruchaga con Fredericus Askanius Von Leienhorst Ter Apel, aunque eran la misma persona. Este aparecía citado en el listado de 176 nombres que el servicio de inteligencia norteamericano envió a Franco exigiendo de forma «innegociable» su entrega. Estaba fichado como 'dutch Gestapo', agente holandés, miembro de las redes de apoyo a nazis y colaboracionistas que buscaban refugio en España tras la derrota del Tercer Reich, y también como hombre de negocios al margen de la ley con especialidad en el ocultamiento de obras de arte expoliadas durante la guerra.
El poema de Gabriel Celaya
Pasarían muchos años antes de que se descubriera la verdadera identidad de aquel tipo escurridizo y misterioso. Se lo debemos al periodista Wayne Jamison, autor de 'Doctor Pirata. Un médico nazi en la España de Franco', libro publicado en 2020. Por él sabemos que su nombre real era Frederik Heinrich Wilhelm Knipa, nacido en 1919 en Alemania de padres holandeses. Con pujos aventureros desde muy joven, se embarcó en varios buques antes de ingresar en la Marina alemana y luego en la holandesa en cumplimiento del servicio militar.
Al inicio de la Guerra Mundial cayó gravemente herido y tras la ocupación de su país ingresó en la Resistencia. Capturado por los nazis durante una operación secreta, fue condenado a muerte, pena que evitó cambiando de bandera: corría el año 1942 cuando se afilió al partido nazi holandés, el NSB, y empezó a servir como agente doble para Alemania. Conocería cárceles y campos de concentración en varios países, a la vez que iba adoptando nombres e identidades distintas: Frederick Laine, Fredericus Askanius Von Leienhorst Ter Apel, Friedrich Ludwig Von Freienfels, Jean Koenegracht, Soldado Muller…
En España, donde entró en 1943 a sueldo de la Gestapo y bajo el amparo de altas jerarquías del Movimiento franquista y del Ejército, se camufló bajo la identidad de José Luis Gurruchaga Iturria, nacido en San Sebastián el 9 de noviembre de 1914 del matrimonio formado por el médico José Luis Gurruchaga y de Ana Iturria. Wayne Jamison sospecha que el usurpado pudiera ser el joven al que Gabriel Celaya dedicó uno de sus primeros poemas, en 1935, cuando vivía en la Residencia de Estudiantes de Madrid: «A José Luis Gurruchaga, muerto en la Fuenfría una primavera dulce como esta».
Una carta póstuma
Tras un periodo en Argentina y en Estados Unidos, en 1958 se instala en Madrid, se casa y, admitido en el Colegio Oficial de Médicos a pesar de carecer de titulación universitaria, abre consulta en el distinguido barrio de Salamanca. Ya no responde al nombre de Luis Gurruchaga sino al de Friedrich Ludwig Von Freienfels. En una de sus muchas fabulaciones, se presentaba como médico personal de Franco.
La montaña de expedientes policiales y judiciales, de demandas internacionales de extradición por robo, secuestro, asesinato, tráfico de obras de arte, espionaje, uso de identidades falsas... amarilleó en los despachos españoles hasta 1968. Ese año obtuvo la cancelación de todos sus antecedentes por tratarse, según el elogioso informe de la Dirección General de Seguridad, de «persona totalmente anticomunista, gran patriota y perfecto militar».
El 4 de noviembre de 1971, una esquela en el diario 'ABC' daba cuenta del fallecimiento de 'Don Friedrich-Ludwig Von Freienfels', doctor en Medicina. Todo un concentrado de falsedades pues ni se llamaba así, ni era médico titulado, ni tenía 57 años sino 52… Y quizá ni había muerto.
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Porque su hermano menor, Wiel Knipa, recibió una carta en la que Frits, como le llamaban en la familia, le anunciaba que padecía una grave enfermedad y se despedía de él para siempre. La misiva estaba fechada en Madrid, diciembre de 1971. Es decir, ¡un mes después de la publicación de su esquela!
El hombre de los mil nombres se esfumó una vez más, probablemente para iniciar una nueva aventura bajo una nueva identidad.
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