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La calle de la memoria guipuzcoana

Manecillas «un poco majaretas»

«Los relojes públicos de Irún son la cosa más adecuada para hacerle perder a uno el tren, llegar tarde a una cita y confundir a las amas de casa»

Mikel G. Gurpegui

San Sebastián

Miércoles, 21 de junio 2023, 06:57

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Es un tema clásico donde los haya en la hemeroteca de EL DIARIO VASCO. Pocas cosas más irritantes que un reloj que no da bien la hora. Más antaño que en la actualidad, ocurría con frecuencia que los relojes ubicados en edificios públicos retrasaban, adelantaban o se quedaban parados, provocando despistes y confusiones.

En numerosas ocasiones aparecieron en las páginas del diario comentarios y cartas rogando algo tan básico como que los relojes con los que se guiaban muchos guipuzcoanos diesen la hora exacta y no otra. En 1960 encontramos una de esas quejas, referidas en aquella ocasión a los relojes a la vista de los transeúntes de Irun. Aparecía en uno de los artículos que solía escribir Miguel del Bidasoa (seudónimo bajo el que se escondía el periodista local Juan Luis Seisdedos) sobre 'El tema del día' en la comarca del Bidasoa.

Aseguraba entonces que «los relojes públicos de Irún son la cosa más adecuada para hacerle perder a uno el tren, llegar tarde a una cita y confundir a las amas de casa, que suelen fijarse en ellos cuando van al mercado o acompañan a sus hijos al colegio».

Comercios sin abrir

Recogía el articulista el contenido de una llamada telefónica que había recibido al respecto de una señora…

«Se lo digo en nombre de un comercio de Irún. La apertura en los comercios se rige, en algunos casos, por los relojes públicos, en los que se fijan los encargados o encargadas de abrirlos. Pero como resulta que la diferencia de minutos entre los distintos relojes públicos sueles ser realmente notable, figúrese usted el número de equivocaciones a que ello da lugar».

El Ayuntamiento de Irun, con su clásico reloj a la izquierda y su barómetro a la derecha. Pascual Marín / Fondo Marín / Kutxateka

Miguel del Bidasoa reclamaba la acción de los relojeros para conseguir que las manecillas marcasen lo mismo a la vez. Y apelaba al sentimiento de vergüenza que podían provocar aquellos desajustes horarios de cara a los foráneos.

«La cosa tiene bastante importancia. No sería nada halagüeño que nuestra ciudad adquiriese por ahí fama de poseer relojes un poco majaretas. Hay que tener en cuenta que muchos turistas, aunque traigan relojes en las muñecas o en los bolsillos, lo primero que hacen al entrar en un país es fijarse en la hora que marcan los relojes de la calle. (…) Y si cada doscientos metros, por ejemplo, comprueban la disparidad de los horarios, pueden llevarse una pésima impresión…».

Artículo completo publicado en EL DIARIO VASCO en la edición del 17-IX-1960.

«Hay que imaginarse los contratiempos y hasta los dramas que pueden producir los relojes cuando marchan mal. ¡Pueden decidirse tantas cosas en un minuto!». Ya se sabe, como cantó Víctor Jara, que «la vida es eterna en cinco minutos»…

Artículo que apareció en DV el 18 de junio de 1960.

Dado que nos hemos detenido en un viejo artículo de Miguel del Bidasoa sobre aspectos ciudadanos de Irun, no nos resistimos a echarles un vistazo a otros. Por ejemplo, uno del 18 de junio de 1960 en el que sacaba chispas a la imagen de tres bancos demasiado juntos y demasiado expuestos, ubicados con vistas a un sauce junto al cruce entre la avenida de Navarra y la calle de la Iglesia…

En la edición del 8 de agosto de 1959 se publicó este comentario de Miguel del Bidasoa.

O este otro para terminar, del verano de 1959, en el que nos recordaba que entonces muchos seguían pasando la frontera a pie. Y que necesitaban aceras…

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