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Historias de Gipuzkoa

Lances en defensa del honor

Durante siglos, también en Gipuzkoa, los duelos han sido la forma de dirimir ofensas que han utilizado todos los estamentos sociales, desde militares, aristócratas, abogados, políticos, literatos a profesionales liberales

Antton Iparraguirre

San Sebastián

Lunes, 29 de mayo 2023, 06:38

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¿Protagonizaron Caín y Abel el primer duelo de la historia de la humanidad? Tal vez. Lo que sí es cierto es que los germanos fueron los que extendieron por Europa en la Edad Media los lances de honor basados en un código supuestamente caballeresco. Durante siglos han sido la forma de dirimir ofensas que han utilizado todos los estamentos sociales, desde militares, aristócratas, abogados, políticos, literatos a profesionales liberales. Tal vez existan en la actualidad de una forma clandestina, ya que sigue siendo delito. En San Sebastián hace cien años había tanto duelista que hasta los médicos lanzaron una voz de alarma.

Afortunadamente, las disputas a espada o pistola que acababan con la muerte de un contendiente eran infrecuentes. En España entre 1870 y 1930 sólo se conocen oficialmente media docena de fallecimientos. Según los historiadores, el último -al tratarse de una actividad clandestina puede que alguno posterior no se documentara- fue en Zaragoza en 1906. Uno de los dos periodistas que se batieron murió de un tiro en la espalda -era Juan Pedro Barcelona- y el otro, Benigno Varela, pasó casi un año en la cárcel hasta ser amnistiado por el rey Alfonso XIII.

El último gran duelista español fue 'El Caballero Audaz', que era como firmaba el periodista falangista José María Carretero, que acabó escribiendo novelas eróticas. Otro dato curioso es que, supuestamente, los capitanes Dupont y Fournier, del ejército francés, fueron los protagonistas del duelo más largo, ya que duró de 1794 a 1813. Ya en pleno siglo XXI, copó los titulares que en 2015 un general retó al actor Willy Toledo a un «duelo a muerte» por unas polémicas declaraciones del artista el día de la fiesta nacional, 12 de octubre.

En los tiempos de los Reyes Católicos los lances de honor tenían tanto éxito que los monarcas se vieron obligados a publicar en 1480 en Toledo una pragmática prohibiéndolos en todo el reino. Aunque lo cierto es que el soberano castellano desafió en una ocasión al rey de Portugal. El duelo se incluyó como delito en el Código Penal a principios del siglo XIX. Se condenaba con el destierro a quien aceptara o propusiera el duelo; con el arresto mayor si el enfrentamiento se verificaba sin consecuencias; con la prisión menor si se producían lesiones graves y con la prisión mayor si se abatía en duelo a su adversario. Los padrinos, cómplices y responsables de los retos incurrían en las mismas penas. Por parte de la Iglesia existía la amenaza de excomunión y la privación de cristiana sepultura. Pero estas amenazas no evitaron que los duelos se fueran extendiendo por todo el Estado. Gipuzkoa no era una excepción, con casos de lo más curiosos y variopintos.

Todos los guipuzcoanos podían batirse en duelo al ser hidalgos

El historiador donostiarra Carlos Rilova Jericó publicó en 1998 el libro 'El honor de los vascos: El duelo en el País Vasco, fueros, nobleza universal, honor y muerte', en el que reconstruye más de 500 expedientes judiciales. Relata casos ocurridos en Gipuzkoa entre los siglos XVI y XVIII. Lo primero que destaca es que a partir del siglo XV el régimen foral convirtió a los plebeyos vascos y navarros en nobles e hidalgos, lo que les permitía batirse, algo que en el resto del Estado solo podían hacerlo los miembros de la aristocracia. Mantiene, además, que la hidalguía universal no era un simple instrumento retórico en manos de los políticos de la época, sino un sentimiento verdaderamente interiorizado por todos los guipuzcoanos durante la Edad Moderna.

Según detalla el Padre Larramendi en Gipuzkoa únicamente estaba vetado llevar a cabo un lance de honor a los tejeros y a los cortadores de carne. Sin embargo, Rilova detalla en su libro el caso un carnicero de Irun que se batió en duelo porque su opositor le había llamado cornudo. Es curioso también que las luchas banderizas posibilitaron que muchos guipuzcoanos fueran diestros con la espada a la hora de batirse en duelos, al igual que su participación en los ejércitos del reino los siguientes siglos. Aunque los lances de honor también se podían resolver con palos, bastones o makilas, algo que ocurría en las clases más modestas que no podían permitirse un sable por dinero o debido a que carecían de la pericia suficiente para garantizar un uso victorioso del mismo.

Al igual que ocurría en el resto de Europa, los duelistas guipuzcoanos casi nunca se enviaban un mensaje para citarse a duelo en las afueras de la localidad en la que residían. Casi siempre era la ofensa en público y la reacción inmediata con todos los presentes en aquella ofensa, que se convertían en testigos. Ellos certificaban la venganza a esa deshonra que desembocaba con las armas en la mano.

Los motivos del litigio podían ser tanto las afrentas al honor como las disputas por bienes materiales. Desde ganado hasta unas lindes de un terreno o una propiedad inmobiliaria. Para un noble lo más ofensivo era acusarle de mentiroso. Pero un duelo también podía estar motivado por empujar o no ceder el paso a otra persona, fuera declarado enemigo o no, ya que se consideraba una gran falta de respeto. Otra razón era tratarle de 'vos' en lugar de 'vuestra merced'. Propinar al contrario una bofetada era mayor deshonra que un puñetazo. La espada era el arma más utilizada en los lances de honor y los duelistas se veían obligadas a escoger entre continuar afirmando su nobleza, defendiéndose con la espada, o renunciar a tal condición.

A las espadas y sables les fueron sustituyendo las pistolas. La comercialización de las armas de fuego se inició a partir de 1770. Para los duelos se fabricaban siempre por pares. Se presentaban a la venta en estuches de madera que contenían múltiples accesorios para la carga, manejo y limpieza de las pistolas. Generalmente, un cebador, un molde para fundir las balas de plomo, una varilla de madera para cargar las armas ante la carga, un mazo de madera y un pincel para limpiar los restos de pólvora, papel para munición, balas de plomo…. El elevado precio de las cajas hacía que sólo pudieran ser adquiridas por clientes con cierto poder económico. Hoy día los descendientes de los compradores los guardan como objetos pertenecientes a su histórico patrimonio familiar. A los que tal vez les parece honroso ese pasado los venden en internet a través de páginas especializadas. Una pareja de pistolas de duelo avancarga fabricadas en Eibar en el siglo XX, y con su estuche de madera de caoba, se puede adquirir por más de 2.500 euros.

Estos son algunos de los duelos conocidos en Gipuzkoa.

En defensa del honor de su padre, el señor del solar de Zabaleta

En el libro 'Ensayo de un padrón histórico de Guipuzcoa, según el orden de sus familias pobladoras', escrito por Joaquín Muñoz-Baroja y publicado en 1928 por la editorial La Primitiva Casa Baroja, se relata la historia del zumarragatarra Santuru de Zabaleta y Zabalo, señor del solar de Zabaleta, que sirvió al rey Felipe II en la guerra con Francia el año 1558, cuando los guipuzcoanos quemaron San Juan de Luz, y también el año 1565 en el recibimiento de la reina Isabel de Valois. En 1555 Santuru de Zabaleta y Zabalo fue procesado por pendencia con Juan Pérez de Beidacar debido a un altercado que éste mantuvo con Juan de Zabaleta, su padre. El autor narra que el día de San Marcos, después de misa, y al salir del Ayuntamiento, tratando sobre castaños plantados en lo concejil, como Santuru terciara en la discusión, le atajó Beidacar diciendo despectivamente: «Ya le tomaría cuenta en otra parte á él, con sus ojos de ratón». No rehuyó el lance Zabaleta, y, en cuanto se vieron fuera del casco urbano, camino de sus solares, desenvainaron las espadas y comenzaron a lanzarse certeras cuchilladas. Pero algunos vecinos que les habían seguido cautelosamente y lograron detener a los contendientes y llevarlos ante las autoridades. El licenciado Soraiz, alcalde ordinario de Villarreal, les condenó a ambos el 15 de mayo a la prohibición de portar espadas. A Santuru, además, al pago de dos ducados de oro, a Beidacar de quince reales y a Juan de Zabaleta a un ducado. Ese dinero era para gastos de Justicia y obras públicas. Los tres abonaron esas cantidades y pudieron abandonar la prisión.

El esclavo que terminó en galeras por batirse con un noble de Azkoitia

Otro duelista singular fue Francisco de Aizpuru. Era un esclavo liberado afincado en Zumarraga que en 1581, tal vez olvidándose de su condición, se atrevió a batirse en duelo con Domingo de Mujika, un noble de Azkoitia. Nacido en Santo Tomé y de 30 años, Francisco de Aizpuru trabajaba como labrador al servicio de Miguel de Aizpuru, que lo heredó de su hermano Juan. El motivo de la disputa fue, saliendo de misa y en presencia del alcalde, en respuesta a la paliza que recibió mientras estaba sirviendo en una boda por parte de Domingo de Mujika, el capitán Hurtado de Salzedo y Tomás de Gurrutxaga. Fue atado, pateado y apaleado. Sufrió heridas en el rostro y en un brazo. Durante el juicio no fue defendido por su amo. Incluso pasó a ser llamado 'Francisco Esclavo', en lugar de Francisco de Aizpuru. Fue condenado a azotes, escarnio público y galeras. Los agresores fueron obligados a pagar las costas del proceso.

El sacerdote que se dueló con un artesano platero en la Parte Vieja

Un duelo curioso tuvo lugar en San Sebastián en 1659. Cuatro vecinos estaban jugando a cartas y dados en una taberna de la Parte Vieja. Uno de ellos, el sacerdote Juan de Ibarra, tuvo un altercado con Domingo de Garay, artesano platero. Se desafiaron a salir en duelo a la calle San Jerónimo. El joyero cayó muerto a tierra de una estocada penetrada por la espalda, sin que sus amigos -que habían salido rápidamente del local tras él- pudieran hacer nada por impedirlo. El cura se refugió en el convento de San Telmo, y de una de sus ventanas arrojó sus armas al mar. Según las crónicas de la época la mujer del fallecido «estaba entonces preñada y junto a su hija han quedado desamparadas». Se subrayaba que la muerte se había realizado con gran violencia y se hacía hincapié en que, «sin atender a la obligación de su hábito sacerdotal y con poco temor de Dios, y en gran cargo de su conciencia… Juan de Ibarra lo mató, pero también tienen culpa los que lo consintieron y se hallaban presentes y no lo estorbaron, pudiéndolo hacer, de lo que quedó escandalizado todo el pueblo. Y además por el enfado que tuvieron con el dicho difunto entre todos le dieron muchos golpes y le rompieron la valona y arañaron su pescuezo. El fiscal por todo ello pide las más graves penas…». Se ordenó el ingreso de Juan de Ibarra en la cárcel y que «se publique censuras en la iglesia parroquial de Santa María y San Vicente en las puertas principales». Posteriormente se dictó su destierro de la ciudad. Sin embargo, el cura había conseguido llegar hasta el convento de San Francisco, extramuros de la ciudad, y posteriormente huyó a Roma.

El carpintero que retó al hijo de un 'jauntxo'

Carlos Rilova narra en su libro el caso de Juan de Ayalde, que aparece en la portada. El duelo tuvo lugar en Zumaia en 1679. Fue la disputa entre el hijo de un carpintero y un miembro de la poderosa familia Idiáquez. El primero dirigía una kalejira, en las fiestas, a la que no invitó al segundo. El conflicto se resolvió con un duelo, cuando en otras localidades del Estado el poderoso podría haber apaleado o matado impunemente a quien le ofendía, al ser ambos guipuzcoanos eso no era posible.

El enfrentamiento entre cónsules por el tamaño de los barriles de grasa de ballena

Otro caso que ha quedado para la historia se produjo en 1685 en San Sebastián. Sus protagonistas fueron Juan Beltrán de Irizar y Martín de Lanz. Prior y cónsul del recién erigido consulado, respectivamente. Ambos pretendieron, en contra de lo estipulado por los Fueros de Gipuzkoa, reducir el tamaño de los barriles de grasa de ballena. A esta medida se opuso el otro cónsul, Santiago de Arribillaga. La discusión derivó en un duelo de espadas, aunque sin graves consecuencias físicas, más allá de los golpes y de alguna que otra poco grave estocada. Este lance motivó la intervención judicial del alcalde de San Sebastián. El regidor les ordenó en un auto que no volvieran a protagonizar ningún otro enfrentamiento armado. El conflicto no volvió a tener un carácter bélico, prosiguió por la vía judicial, en la Chancillería de Valladolid.

La temida 'Monja Alférez' llegó a matar a su propio hermano

Catalina de Erauso, más conocida como la Monja Alférez, y Antonio de Oquendo y Zandategui

En los siglos XVI y XVII también había ilustres donostiarras que se destacaron como avezados duelistas. Uno de los más letales fue nada menos que Catalina de Erauso, más conocida como la Monja Alférez. Nacida en San Sebastián en 1592 y fallecida en el Virreinato de Nueva España en 1650. No resulta extraño si se tiene en cuenta que su primer duelo fue una pelea a puñetazos con otra monja, lo que hizo que con 15 años decidiera escaparse del Monasterio de San Bartolomé e iniciar una nueva vida en Sudamérica. Comenzaba el mito de una mujer de armas tomar que pasaría a llamarse Francisco de Loyola, aunque posteriormente lo cambiaría por otros nombres. Abatió a su tío de un disparo y le robó 500 pesos. Ya en Chile, actuó como padrino de uno de los duelistas y tuvo que luchar contra el padrino adversario. Cuando lo atravesó con la espada mientras moría le dijo que se llamaba Miguel de Erauso y era secretario del gobernador, con lo que se dio cuenta de que había matado a su propio hermano, siendo encarcelada ocho meses. Luego incluso llegó a matar en Argentina a un marido celoso. A pesar de su sangriente expediente, una vez en España el rey Felipe IV le mantuvo su graduación militar y la apodó la 'monja alférez', a la vez que le permitía emplear su nombre masculino y le concedía una pensión por sus servicios a la Corona en el Reino de Chile.

Destaca también el caso del marino y general de la Armada Antonio de Oquendo y Zandategui, que tras destacar en batalla de los Abrojos (1631), y la de las Dunas (1639) fue encarcelado en 1636 por batirse en un lance de honor en Madrid. Fue provocado por un caballero italiano al que sin herir gravemente dio una fuerte lección, según los documentos de la época. Llegó a ser uno de los duelistas más temidos de la época.

Peleas a espada en el Ayuntamiento por la elección del alcalde

El 1 de enero de 1767 se produjo un grave altercado en el salón capitular del Ayuntamiento de Irun. Se produjo como consecuencia de que el 27 de febrero de 1766 el rey Carlos III promulgara la Real Cédula de Exención de Jurisdicción para la Universidad de Irun-Uranzu, que hasta entonces dependía de Hondarribia. Una cédula que establecía que cada 1 de enero, a la salida de la misa mayor en la parroquia del Juncal, los irundarras fueran en procesión hasta el ayuntamiento y allí, eligieran a su alcalde, seis regidores y dos mayordomos, estos al servicio de la iglesia. En la sesión hubo discusiones, gritos y hasta alguna pelea a espada.

El donostiarra que retó a un Primo de Rivera y hasta a Vicente Blasco Ibáñez

Otro donostiarra famosos por sus duelos fue Rodrigo Soriano Barroeta-Aldamar. Nacido en San Sebastián en 1868 y fallecido en Santiago de Chile en 1944, era un conocido político, literato, abogado, diplomático y periodista español. Se batió a espada en Madrid con el entonces coronel Miguel Primo de Rivera, que luego se convertiría en dictador, el 15 de marzo de 1906. El primer asalto se detuvo cuando Soriano hirió ligeramente a su oponente en la mejilla derecha; pero después, llegado el tercer asalto, sería Primo de Rivera quien infligiría una herida leve a Soriano en el metacarpo de la mano derecha lo que puso fin al combate.

El duelo del marqués de Viana con el duque de Andría

El historiador Josean Ruiz de Azúa rescata que en los periódicos de la época -uno de ellos fue 'El Heraldo de Madrid' el 9 de septiembre de 1906- se publicó un caso ocurrido en 1906 cerca de Errenteria. El origen del lance se remonta a la noche del 8 de septiembre de ese año, cuando José de Saavedra y Salamanca, II marqués de Viana y su sobrino el duque de Andría cenaban en el comedor del Hotel du Palais, que estaba lleno, y comenzaron a discutir por un tema relacionado con caballos. El lance fue a sable y a «primera sangre» y no a muerte. El relato es muy curioso, por lo que merece la pena pinchar en el enlace para conocerlo.

La voz de alerta de los médicos donostiarras por las «mal llamadas cuestiones de honor»

Duelo a pistola. Kutxateka / Colección Rafael Munoa

A principios del siglo XX los periódicos guipuzcoanos se alinearon con una opinión pública contraria a los duelos. El diario donostiarra 'La Constancia' publicó en su primera página del 12 de junio de 1919 una contundente información: «Con motivo de un reciente lance de los llamados de honor, se reunió ayer tarde buen número de médicos y se tomó el siguiente acuerdo: 'Que siendo bien conocidos de todos el origen y finalidad de esas cuestiones llamadas (mal llamadas) de honor, que con notoria injusticia han tenido también que sufrir algunos prestigiosos compañeros, los médicos aquí reunidos solicitamos de la Junta directiva del Colegio, como representación oficial de la clase, se tome el acuerdo, que procurará recabar de los demás colegios médicos de España, de negarnos en absoluto a concurrir como tales médicos a los ya demasiado frecuentes lances de honor'».

«Es de celebrar y de aplaudir el acuerdo adoptado por personas tan sensatas y de tanta responsabilidad como los médicos contra esa farsa de los desafíos, que cuando pasa de la categoría de ridiculez entra francamente en el terreno del crimen. Condenado por la religión y por las leyes, bien está que lo condene también la ciencia».

«El honor de los ciudadanos puede estar siempre protegido por los tribunales de justicia y por los tribunales de honor y lo está positivamente por el respeto y la consideración sociales que cada uno haya sabido conquistarse».

Un director de periódico auténtico y otro 'de paja' para los duelos

Además de los aristócratas y militares los periodistas se convirtieron en unos 'profesionales' no solo de las noticias, sino también de los duelos. Los lances eran por motivos políticos -eran de distintas ideologías: monárquico, conservador, liberal, socialista, carlista, independiente...- que se mezclaban con rencillas personales. Algunos diarios tenían en nómina a dos directores, uno, auténtico, que asumía la dirección política y literaria de la publicación; otro, un «director de paja», sujeto diestro en el manejo de la espada y la pistola. La creciente prensa diaria era cauta al informar de la celebración de un duelo, pues evidenciarlo equivalía a denunciarlo e impedirlo. La prensa podía encubrir la personalidad de los duelistas mencionando sólo las iniciales de sus nombres y apellidos, derrochando imaginación para que lo real parecía fantasioso o informando de tragedias como que el duelista había fallecido mientras examinaba unas pistolas. Copiado de París, en algunas redacciones de Madrid había incluso un pequeño cuarto para que los periodistas practicaran con la espada por si tenían que batirse.

Los duelos entre periodistas también eran frecuentes en otros países. En 1864, el célebre escritor Mark Twain evitó tener un duelo con un editor de un diario rival a pesar de no tener apenas idea de disparar un arma. Su padrino logró convencer al oponente de que Twain era un tirador excepcional. Finalmente el editor se retiró del duelo.

Según los medios de la época en San Sebastián también hubo lances de honor protagonizados por periodistas. Así, está documentado que el 1 de enero de 1889 Eduardo de la Peña dejó de ser director de 'La Voz de Guipuzcoa' para crear otro periódico más personal y que reuniría a los republicanos de clase media y baja, pero con mucha menos incidencia social que la élite republicana de 'La Voz'. Este nuevo diario se llamó 'La Libertad'. Su puesto en la dirección de 'La Voz' la ocupó Ángel María Castell, republicano federal nacido en Burgos y corresponsal de 'El Imparcial'. La relación entre los dos directores y periódicos fue muy turbia, con constantes reproches, amenazas e incluso duelos.

Por lo que respecta en Bizkaia, en 1841 se produjo en Bilbao un duelo a pistola ente Antonio Escosura, periodista de 'El Vascongado', y el director de 'El Vizcaíno Originario', Víctor Luis Gaminde. El primero recibió un tiro pero no llegó a morir. El redactor sustituyó en el lance a su jefe, Antonio Alcalá Galiano, enemigo acérrimo de Gaminde.

El político socialista Indalecio Prieto contó de un amigo suyo, periodista bilbaíno, que se negó a acudir a un duelo porque no tenía una camisa decente, y sus amigos, que iban a ejercer de padrinos, le regalaron una de seda y un cambio de muda limpia, por si era herido y tenía que desnudarse. El periodista aceptó los regalos y fue a batirse con un ajuar de fundamento, pero antes avisó a la Policía, que interrumpió el combate y así salvó el honor y no se vio en la obligación de devolver los calzoncillos.

Un marqués herido cerca de la plaza de toros

Aparcamiento de la plaza de toros en los años 20. Kutxateka / Colección Marin

El diario madrileño 'El Sol' publicó el 18 de octubre de 1923 esta información titulada «El marqués de Portago herido». La crónica es: «En la mañana del día 14, una hora después de haber amanecido, dos automóviles de la matrícula de Madrid, procedentes de Biarritz, avanzaban por la carretera de Francia en dirección a San Sebastián. Al llegar a la capital de Guipúzcoa se dirigieron hacia la Plaza de Toros. Frente a la posesión que en aquel lugar tiene el marqués de Tenorio pararon los automóviles. De cada uno de ellos descendieron cuatro caballeros, que rápidamente penetraron en la finca.Desde el exterior de ella se ve cuanto en el jardín ocurre; pero ese día habla interés en qué la escena que se iba a desarrollar no fuese vista desde fuera. Para ello se habían colocado grandes lonas detrás de las verjas. Pero con ello no se pudo impedir que algún curioso, agudizada precisamente su curiosidad por las precauciones, viese cuanto ocurría en el jardín.

Dos de los ocho señores que habían entrado en la posesión se pusieron frente a frente espada en mano. El combate fue reñido. Mientras combatían los adversarios, el curioso pudo distinguir sus rostros. Uno de los duelistas era el marqués de Portago; el otro, el marqués de Salamanca. Este hirió a su adversario, y el marqués de Portago cayó a tierra. Inmediatamente, tres de los que presenciaban el duelo lo recogieron y condujeron en sus brazos al interior del hotel. Trató el curioso de saber la causa por la cual dos hombres acababan de exponer su vida, y sólo averiguó que la noche anterior ambos habían mantenido en Biarritz una violenta discusión. Esto es cuanto ocurrió, y tal como el curioso nos lo refiere lo contamos al lector. Según noticias recibidas anoche la herida del marqués de Portago no es grave. El día 15 se pudo trasladar nuevamente a Biarritz».

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