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Juan Antonio Ansaldo (Aretxabaleta, 1901-París, 1958)
Historias de Gipuzkoa

Juan Antonio Ansaldo, conspirador de altura

De Aretxabaleta y monárquico, el aviador combatió contra la República, el franquismo y el fascismo, y desde el exilio trabajó por la vuelta a la democracia

Domingo, 26 de mayo 2024, 06:53

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Juan Antonio Ansaldo vivió dos vidas. En la primera, fue abogado militar y héroe africanista, falangista, instigador de sublevaciones militares contra la República, piloto de combate en casi todas las grandes batallas de la Guerra Civil y, durante la contienda mundial, diplomático en Londres y en la Francia ocupada. En la segunda mitad de su biografía descubrimos a un infatigable luchador contra el franquismo, enemigo visceral del fascismo y del nazismo, mediador entre monárquicos y socialistas para devolver la democracia a España, europeísta y amigo de los nacionalistas vascos. Dos vidas de un conspirador profesional siempre leal a la causa monárquica.

Biznieto de Bernabé María de Otalora, señor del palacio homónimo de Aretxabaleta, secretario de la reina Isabel II y varias veces diputado foral guipuzcoano, por las venas de Ansaldo corrían sangres de diversa procedencia: italiana, castellana, francesa, irlandesa, escocesa… Sin embargo, decía que «la sangre vasca de mi antepasado paternal se impone en mí y el hecho de haber nacido en la pequeña localidad de Arechavaleta influye todavía sobre mi personalidad».

Fueron seis los hermanos Ansaldo Vejarano, y los seis se dedicaron a la aviación, el gran invento de la Belle Époque. Para Juan Antonio volar era una pasión y una forma de vida que compartía con su esposa, Pilar San Miguel Martínez Campos, segunda mujer en obtener el título de piloto en España. Común y corrientemente, como quienes van de excursión, Juanan y Pilar tomaban su aeroplano en Cuatro Vientos de Madrid (el más antiguo aeródromo del país) para desplazarse a comer a Biarritz y regresaban por la tarde.

Torre solariega de Otalora en Aretxabaleta, casa natal de Ansaldo.

Licenciado en Derecho y miembro del Cuerpo Jurídico Militar, con solo 25 años obtuvo la más preciada condecoración del Ejército por su actuación en la Guerra del Rif, la Laureada de San Fernando, lo que le situó entre la élite castrense. En paralelo, creó una empresa pionera de fotografía aérea que trabajaría para las diputaciones de Álava y Gipuzkoa en la elaboración de sus catastros.

Quienes le conocieron lo definían como un hombre alegre, desenfadado, de una mordacidad tan divertida como cruda y un tanto loco, que llamaba la atención en público porque, debido a su sordera congénita, no calibraba bien la voz y hablaba a gritos.

Accidente con Sanjurjo

Aquejado en su juventud y primera edad madura de un «terrible chovinismo» del que más tarde renegó, a la proclamación de la República Ansaldo abandonaría la carrera militar para entregarse de lleno a la conspiración política contra el nuevo régimen. En 1932 viajó a Italia buscando apoyo del gobierno de Mussolini para el golpe militar encabezado por el general Sanjurjo, la llamada 'sanjurjada'. Su fracaso le obligó a refugiarse en Francia, de donde regresaría para unirse a la recién creada Falange de la que fue nombrado jefe de objetivos o fuerzas de choque. Expulsado por «actividades indisciplinadas y rebeldes», pasaría luego a organizar y dirigir las milicias del Bloque Nacional, coalición de derechas monárquicas que agrupó tanto a alfonsinos como a carlistas en contra de la República.

Avioneta Puss Moth de Juan Antonio Ansaldo en la que el general Sanjurjo perdió la vida.

Como acreditado piloto y audaz hombre de acción, tuvo un papel relevante en los preparativos del golpe de 1936. El general Mola le encargó traer desde Portugal a Sanjurjo para que se pusiera al frente del movimiento armado. Pero el destino quiso que la avioneta que pilotaba Ansaldo se estrellara al intentar despegar, seguramente por sobrepeso ya que el viejo general se empeñó en cargar el equipaje con todas las galas que soñaba con lucir a su entrada triunfal en Madrid. Sanjurjo murió y el guipuzcoano quedó gravemente herido.

En sus memorias, Ansaldo describe la Guerra Civil desde el aire como «otro mundo, casi al margen de las realidades crueles e ingratas» más allá de la dramática contemplación a vista de pájaro de cadáveres en las cunetas. Afincado en San Sebastián durante los primeros compases del conflicto, una jornada de guerra cualquiera transcurría así: desayuno en familia; a las 9.30 salida desde el aeródromo de Lasarte para bombardear baterías enemigas y ametrallar convoyes y trincheras; a las 11, práctica de golf en el campo aledaño, baño de sol en Ondarreta y chapuzón; aperitivo y tertulia en un café de la Avenida; almuerzo en casa y breve siesta. A partir de las 16 h., «segundo servicio de guerra, semejante al matutino». A las 18.30, sesión de cine, piscolabis en el bar Basque y cena en Casa Nicolasa animada con «canciones de guerra, camaradería, entusiasmo».

Anselmo terminó la guerra como teniente coronel y fue comandado para dirigir el Desfile de la Victoria del 19 de mayo de 1939 en el que cerca de seiscientos de aviones surcaron el cielo de Madrid, la mayor concentración aérea nunca antes vista en España.

Concentración de aviones en el aeropuerto de Barajas en Madrid para participar en el Desfile de la Victoria (mayo de 1939).

Por una 'monarquía de repúblicas'

Despreciaba a Franco por pésimo estratega («generalito colonial al que no cabe en la cabeza más de una brigada»), y por traidor que se desdijo de sus anteriores pronunciamientos en favor de la restauración dinástica.

El régimen lo alejó enviándole como agregado militar aéreo a Francia y a Inglaterra, destinos desde los que Ansaldo conspiró por la entrada de España junto a los aliados en la II Guerra Mundial y por la derrota del Eje. Al mariscal Petain, con quien amistó en Vichy, se ofreció a conducirle en avión al norte de África para ponerse al frente de la Francia Libre; propuesta que el líder de la Francia ocupada no desautorizó. A su regreso es condenado a confinamiento en el castillo de Santa Catalina de Cádiz, pero huye a tiempo a Portugal y se instala más tarde en San Juan de Luz.

En Iparralde trató con el lehendakari Aguirre, con Telesforo Monzón y con los hermanos Irujo

En sus últimos años este exiliado atípico que habiendo participado en el bando ganador en la guerra mudó en antifranquista furibundo y conspirador impenitente contra la dictadura, trabajaría por la unión de todas las fuerzas del exterior en torno al proyecto de una futura monarquía parlamentaria, de lo que resultó el acuerdo firmado por el socialista Indalecio Prieto y el conservador José María Gil Robles en 1948. Dos años después, el Consejo Federal Español del Movimiento Europeo eligió a Juan Antonio Ansaldo como vicepresidente.

Su ideal de una España articulada como «monarquía de repúblicas», igual que lo fue antes de que se impusiera «el inepto centralismo», le acercó al nacionalismo vasco. En Iparralde trató con el lehendakari Aguirre, con Telesforo Monzón y con los hermanos Irujo que le abrieron la posibilidad de publicar sus memorias en la editorial Ekin de Buenos Aires. Con ellas quiso denunciar ante el mundo, y en especial a los medios diplomáticos en vísperas de una trascendental votación en la ONU sobre el futuro de España, la verdadera faz del franquismo, las brutalidades de la guerra y del fascismo, al tiempo que confesaba su arrepentimiento por haber contribuido al ascenso de uno de los dictadores más sangrientos y cínicos de la historia.

El libro, explosivo por el tono y por el contenido, conoció en los años cincuenta varias ediciones en castellano y en francés. Su título, '¿Para qué…? De Alfonso XIII a Juan III', enlaza con las palabras con que termina: «¿Para qué entonces —me pregunto de nuevo— nos sirvieron tantos sinsabores, fatigas y disgustos? ¿Y para qué tanta lágrima y tanta sangre? ¿Para qué…?».

Juan Antonio Ansaldo falleció accidentalmente durante una intervención hospitalaria en París en 1958.

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