Historias de Gipuzkoa
La gran aventura de TerranovaEste domingo se cumple el décimo aniversario desde que la bahía de Red Bay (península de Labrador, Canadá) fuera declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO
Este domingo se cumple el décimo aniversario desde que la bahía de Red Bay (península de Labrador, Canadá) fuera declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Una declaración motivada por tres razones íntimamente vinculadas con nuestro patrimonio e historia marítima. En primer lugar, Red Bay fue uno de los principales puertos balleneros vascos del siglo XVI, conocido entonces como Butus, Butes, o Buitres. Este hecho fue motivado por su estratégica ubicación en el espacio más angosto del Estrecho de Belle-Île (que separa la isla de Terranova y la península de Labrador), verdadero cuello de botella situado en la anual ruta migratoria de las ballenas.
En segundo lugar, a día de hoy, constituye un extenso parque arqueológico, donde, como resultado de décadas de investigaciones histórico-arqueológicas, se han puesto en valor varios emplazamientos que contienen vestigios relacionados con la intensa actividad ballenera desarrollada por los pescadores vascos como, hornos para fundir grasa de ballena, tonelerías y almacenes, varios pecios y hasta un cementerio con los restos mortales de unos 140 individuos.
En tercer lugar, entre todos estos hallazgos brilla con luz propia el pecio identificado como la nao San Juan, propiedad del pasaitarra Ramos de Arrieta, naufragada en 1565. Un pecio que, entre 1978 y 1985, fue objeto de una pionera y modélica excavación arqueológica, de manera que se ha convertido en el máximo emblema de aquellos balleneros vascos del siglo XVI que, año tras año, desarrollaban su actividad en las costas canadienses.
Tal es la importancia histórica y metodológica, tanto del propio pecio como del proceso de investigación aplicado en su documentación arqueológica, que su silueta ha sido adoptada por la UNESCO como distintivo del patrimonio arqueológico subacuático universal. Fruto de esa modélica investigación liderada por Parks Canadá, la nao San Juan, junto con la chalupa ballenera que apareció bajo sus estructuras y actualmente es la joya del Museo de Red Bay, son las embarcaciones del siglo XVI mejor documentadas y conocidas en el mundo.
Los orígenes de las pesquerías de Terranova
Las primeras menciones documentales hoy por hoy disponibles acerca de la presencia vasca en las pesquerías de Terranova corresponden a los años iniciales del siglo XVI. Sin embargo, diversos geógrafos y tratadistas de aquel siglo afirmaban que los pescadores vascos comenzaron a frecuentar aquellas aguas ya en el siglo XIV. Con todo, las menciones documentales de ese siglo, relativas a expediciones pesqueras vascas, hacen referencia a las costas bretonas, irlandesas e inglesas, donde capturaban especies como la merluza, el bacalao, o la sardina, y a Galicia, donde hacían lo propio con las ballenas.
Los citados testimonios de principios del siglo XVI son referentes al armamento de expediciones destinadas a Terranova a la captura de bacalao. Ello no significa que esos pescadores de bacalao no aprovecharan la oportunidad de cazar algunas ballenas. De hecho, hasta mediados del siglo XVI predominarían las expediciones mixtas, destinadas a la captura de ambas especies. Fue a partir de entonces cuando ambas actividades se disociaron, dando lugar a interesantes procesos de especialización y de interdependencia entre los pescadores vascos de ambos lados de la frontera del Bidasoa.
La flota ballenera labortana se surtía en Gipuzkoa y Bizkaia de marineros y especialistas
Los recursos y potencialidades disponibles en cada lado contribuyeron a esta especialización. Así, la estrecha vinculación con el tráfico de la lana y de los textiles, cuyos procesos productivos precisaban de la grasa de la ballena para distintos cometidos, su estrecha relación con la construcción de las embarcaciones que se precisaban para la Carrera de Indias, así como la disposición de puertos aptos para acoger buques de gran tonelaje, fueron factores que, en parte importante, contribuyeron a la especialización de Bizkaia y, sobre todo, de Gipuzkoa en el armamento de expediciones balleneras.
Lapurdi, por su parte, se especializó en la pesca del bacalao, motivado, en parte, por su estrecha vinculación con los grandes centros productores y distribuidores de sal de la fachada atlántica francesa. Esta especialización no implicaba la inexistencia de balleneros en Lapurdi, o de bacaladeros en Gipuzkoa y Bizkaia, sino la existencia de una recíproca dependencia entre las flotas pertenecientes a un lado y al otro de la frontera: La flota ballenera labortana se surtía en Gipuzkoa y Bizkaia de marineros y especialistas, caso de los arponeros, invernaba en Pasaia y vendía parte importante de sus capturas en puertos como San Sebastián y Bilbao; La flota bacaladera guipuzcoana obtenía en Lapurdi especialistas como trinchadores y saladores de bacalao, así como la bandera de conveniencia francesa para poder continuar faenando en las costas canadienses, en especial, desde que a principios del siglo XVII pasaran forma parte del imperio colonial francés.
El peso estratégico de Terranova
Terranova supuso un enorme salto para las pesquerías vascas, cuyas consecuencias, lejos de limitarse al ámbito vasco, tuvieron resonancia internacional. Las pesquerías se transformaron en la actividad central de la economía marítima, sobre todo, de Gipuzkoa y de Lapurdi. Desde mediados del siglo XVI y hasta bien entrado el siglo XVIII condicionaron el funcionamiento del resto de actividades marítimas. Absorbieron la mayor parte de la marinería y de parte importante de los capitales de la costa vasca, desencadenando la decadencia del otrora poderoso transporte naval. Este predominio de las pesquerías acentuó la especialización de los distintos puertos en el desarrollo de otras actividades de carácter complementario.
Así, puertos como Getaria, Mutriku, Pasaia, San Juan de Luz, Ondarroa, Lekeitio, o Bermeo se especializaron en la pesca del besugo, destinada a la industria del escabeche, actividades que, a lo largo del invierno, empleaban a cientos de pescadores que habían regresado en otoño desde Terranova. Hondarribia centró sus esfuerzos en la pesca y salazón de sardina, destinada a proveer de cebo a la poderosa flota bacaladera labortana. Zumaia, Orio, Pasaia, Bilbao, o Portugalete se concentraron en la construcción de grandes naos necesarias en las expediciones a Terranova. Embarcaciones que, tras unos cuantos viajes a Terranova, eran vendidas en Sevilla para satisfacer la enorme demanda de barcos para la Carrera de Indias.
La intensa caza desarrollada en Terranova por los vascos motivó que, a partir de inicios del siglo XVII, disminuyera de forma drástica la captura de ballenas
La masiva llegada de saín y bacalao desde Terranova constituyó un factor capital para el crecimiento económico que experimentó Europa desde principios del siglo XVI. El bacalao se transformó en una de las principales fuentes de proteínas para los estratos inferiores de la sociedad que nutrían de mano de obra a las actividades agrarias y manufactureras que protagonizaron dicho crecimiento. Es más, la grasa de ballena vasca, además de constituir su obtención, la primera actividad industrial desarrollada en la actual Canadá, fue una materia prima de primer orden, usada, de forma masiva, para la elaboración de jabón y para la iluminación, contribuyendo al incremento, tanto de la producción de lanas en Castilla, Aragón, Navarra e Inglaterra como de la industria textil castellana, flamenca, francesa, o inglesa.
Además de los vascos, pescadores portugueses, gallegos, cántabros, franceses, bretones, ingleses, holandeses, etc., participaron con mayor o menor empeño y éxito en la pesca del bacalao en Terranova. El enorme peso estratégico que estas pesquerías fueron adquiriendo dio pie a que desde inicios del siglo XVII diversas potencias emprendieran una verdadera carrera colonial. Los franceses se hicieron con las costas extendidas desde la península de Labrador y Terranova hasta el norte de Estados Unidos, mientras los ingleses y holandeses se disputaban las costas extendidas más al sur, desde Nueva Inglaterra hasta la Florida española.
La mayoría de las zonas de pesca frecuentadas por los vascos quedaron, por tanto, comprendidas en la Nouvelle France, donde continuaron pescado bacalao hasta bien entrado el siglo XVIII, los labortanos con pleno derecho, siendo como eran súbditos del rey de Francia, y los guipuzcoanos gracias a las relaciones de interdependencia establecidas con los primeros. La presencia de los bacaladeros guipuzcoanos en Terranova se interrumpió a partir de 1713, fruto de la interpretación británica del Tratado de Utrecht, firmado aquel año.
En lo que respecta a la actividad ballenera, la intensa caza desarrollada en Terranova por los vascos motivó que, a partir de inicios del siglo XVII, disminuyera de forma drástica la captura de ballenas, de manera que tuvieron que buscar nuevas zonas de caza, tanto en el Océano Ártico como en Brasil. De hecho, esta crisis ballenera de inicios del siglo XVII sería aprovechada por algunas potencias marítimas como Portugal, Inglaterra, Holanda, o Dinamarca para dar origen a sus respectivas flotas balleneras, instruidas por arponeros vascos.
De forma paralela, durante las siguientes cuatro décadas volvieron a armarse expediciones mixtas dedicadas a la captura en Terranova de ballenas, bacalao y focas. Las pieles de foca aportadas por estas expediciones fueron la base para el desarrollo en localidades como Mutriku y Deba de una importante industria de confección de calzados especiales de marinero.
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