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Espías y contrabandistas se mueven como pez en el agua en las fronteras. El Bidasoa, río fronterizo por excelencia, ha sido siempre uno de sus ecosistemas preferidos: sus dos orillas han visto florecer y marchitarse a incontables generaciones de confindentes y estraperlistas. No es por tanto casualidad que Felipe II, el monarca más poderoso de su tiempo, situase al frente de la fortaleza de Hondarribia a uno de sus hombres de máxima confianza: Juan Velázquez de Velasco. El vallisoletano, que unos años más tarde estrenaría el cargo de primer espía mayor de la corte y superintendente general de las inteligencias secretas, dirigía y coordinaba desde la desembocadura del Bidasoa un servicio de información que se extendía a lo largo y ancho de todo el imperio.
Además de alcaide de Hondarribia, Velázquez de Velasco era también capitán general de Gipuzkoa, una atalaya privilegiada para otear los movimientos que sacudían a finales del siglo XVI a Francia. El reino vecino vivía una época convulsa tras el asesinato en 1589 del rey Enrique III y la subida al trono del hugonote (protestante) Enrique de Borbón (luego Enrique IV). Felipe II aprovechó la inestabilidad del momento para conspirar contra el nuevo rey intentando situar en el trono francés a su propia hija, Isabel Clara Eugenia, nieta por parte de su madre del rey Enrique II.
La directa implicación del monarca español en las intrigas para derrocar a Enrique IV explica su voluntad de organizar una tupida red de información en territorio francés. Esa trama estaba formada por militares, nobles, comerciantes, marinos, religiosos y diplomáticos que daban puntual noticia a Felipe II de los movimientos en el país vecino a través de su hombre de confianza en Hondarribia, Velázquez de Velasco. Además, los documentos conservados en el Archivo de Simancas sacaron hace unos años a la luz una colaboración insospechada: la de una noble vascofrancesa conocida como 'Señora de Urtubia' que proporcionaba información a Felipe II en cartas escritas en euskera.
En contra de lo que se pueda suponer, la lengua vasca no era ajena a la corte de los Austrias. Buena parte de los secretarios de Estado, cargo de máxima confianza de los monarcas, eran de origen guipuzcoano. Los vizcaínos, que era como entonces se conocía a los vascos, tenían también una nutrida representación al frente del Ejército y, sobre todo, de la Armada. Aunque el castellano era la lengua de uso habitual en la corte, hay constancia de que muchos vascoparlantes se comunicaban entre ellos en su idioma.
Las cartas de la 'Señora de Urtubia', en cualquier caso, prueban que el euskera también desempeñó su papel en la red de espionaje al servicio de Felipe II. Son 19 mensajes que su autora escribió entre 1597 y 1598 remitidos al capitán general de Gipuzkoa y alcaide de Hondarribia, el coordinador de la red de espías del monarca español. Este a su vez las hacía llegar a la corte a través del azkoitiarra Martín de Idiáquez, secretario de Estado del Norte, que sería el que probablemente se las traduciría al rey. Velázquez acompañaba los textos en euskera con mensajes en castellano de su puño y letra en las que exponía sus opiniones y precisaba que la autora era la 'Señora de Urtubia'.
La primera de las cartas que llegó a la corte de Felipe II data de mayo de 1597. El coordinador de la red de inteligencia la acompañó de una nota en la que hacía constar la buena impresión que la informante le había causado. «El papel de la señora de Ortubia envío en su lengua, porque estoy seguro que (h)abrá quien la entienda;muy buena inteligencia (h)a de ser y de mucho provecho porque en su casa acuden todos franceses e ingleses, y en sus conversaciones se dice todo, y ella sabrá se aprovechar de lo que dijeren; y creo que me tratará (dirá) verdad».
En esa primera carta la 'Señora de Urtubia' informaba sobre el sitio de Amiens, ciudad entonces ocupada por los españoles, a cargo de las tropas del rey Enrique IV y la posible salida de una armada de Inglaterra. La autora no se identifica ni en esa primera misiva ni en las restantes por razones de seguridad y en lugar de su firma real incluye un signo formado por cuatro letras 's' mayúsculas dispuestas en forma de rombo. Tampoco desvela el nombre del destinatario real de la carta, Velázquez, y escribe en su parte trasera que está dirigida a un tal 'Sabat Jaunaren'.
Las cartas de la 'Señora de Urtubia' se incluyeron en una exposición que organizó hace cinco años el Archivo de Simancas bajo el título 'Espías. Servicios secretos y escritura cifrada en la Monarquía Hispánica'. En el catálogo de aquella muestra se especulaba sobre su posible identidad en estos términos: «Al parecer la 'Señora de Urtubia' fue Aimée de Urtubia, casada en 1574 con Juan de Alzate, señor de Urtubia: se trataba de una casa noble de Labort con vinculaciones con Navarra. Su residencia era la casa fuerte de Urtubia, entre Hendaya y San Juan de Luz».
Las razones de la informante, una noble de posición acomodada, tendrían más que ver con la religión que con el dinero: «Ella se habría convertido en espía al servicio de la monarquía hispánica por motivos religiosos, al igual que parte de la nobleza de la Baja Navarra había permanecido católica y actuado contra el protestantismo impulsado por los reyes navarros Juana de Albret y su hijo Enrique de Borbón (Enrique IVde Francia desde 1589). Quizá también pesó en ella el recuerdo de la trágica muerte en prisión, en 1556, de los abuelos paternos de su marido (los señores de Urtubia, Juan de Alzate y Ana de Ezpeleta), ordenado por un monarca galo (Enrique II) debido a su participación en una conspiración antifrancesa y a favor de la monarquía hispánica».
No hay constancia de que la información que la espía hizo llegar a la corte española tuviese especial relevancia o desencadenase algún movimiento decisivo en el complejo tablero geopolítico de la época. Las cartas, opinan los expertos, tendrían en ese sentido más importancia desde el punto de vista lingüístico que desde una perspectiva estrictamente histórica. En cualquier caso, lo que sí revelarían es que la monarquía de los Austrias asumía el plurilingüismo de sus territorios con mucha más naturalidad de la que mostrarían años más tarde algunos de sus sucesores.
«Jauna: eztout faltatou nai izan zure senoriary parte emaitere nere osasounas eta etoraras. Zure senoriaren carta emen batou zaita contentou asco eman baitit, ascotant el dadila nire merchede egitera. Parte ounetaco berriric nic gastiga al dezaquedana da erege jauna Amiansen setio dagoela eta jente asco digoala socorrira, Paris eta Arouan tradizioz arzer ditouela esagac, baina goustiac descoubritou direla eta gente asco presounero dagoela eta joustizia egiten douela chait andiro. Inglesas den bezenbatean emengo asmouac dire armada partitou zela. Parte ounetaco ounzi bat oran etorri da eta esan didate estela deus memorioric Londresen esan den armada orresas. Ni izandou naizen parte artan esta deus propositoric asegin darzunecoric, baizen Agramonteco jaunaren lotinenta Mousieur de Sansac egoun gousties ouste doue cortetic. Berry segouroric ordouan jaquingo dougou eta estout faltatouco zure senoriary parte emaitera eta arte ounetan agin biezat zertan zerby al dezaquedan».
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