Chumy Chúmez, el humorista más triste
Repasamos viñetas y meditaciones que el donostiarra publicaba los domingos en DV
Fue un grande del humor gráfico. Al donostiarra José María González Castrillo, o sea, Chumy Chúmez, le consideraron «el humorista más triste». Sus viñetas cáusticas, ... irónicas, en ocasiones negrísimas pero siempre dotadas de una particular sensibilidad forman parte de nuestra historia y siguen siendo actuales. Del hombre fallecido hace veinte años siempre se recuerdan sus inicios en 'La Codorniz' y su época gloriosa en 'Hermano Lobo', que fundó, pero publicó en muchos otros medios y desarrolló múltiples facetas como escritor, tertuliano y hasta director de cine.
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Chumy Chúmez también colaboró en EL DIARIO VASCO. Más adelante, con una viñeta que salía junto a las cartas de los lectores. Antes, en los años 80, con una página semanal en el suplemento 'DV Domingo'. Los lectores se encontraron en la edición del 24 de abril de 1983 con su primera aparición…
En su colaboración dominical, Chumy Chúmez combinada sus viñetas, ya con aquel grafismo de un pequeño sol que le identificaría, con textos redactados, que desde el segundo domingo, el 1 de mayo de 1983, tomaron forma de breves 'Meditaciones en voz ni baja ni alta'…
Aquellos aforismos, personalísimos apuntes afilados, tenían mucha miga. Los que leemos a continuación aparecieron en agosto de 1983…
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Tampoco dejaban indiferentes sus viñetas, siempre en el filo entre la grandeza y la pequeñez humana…
Durante una temporada, González Castrillo no estuvo solo en su página de humor crítico de los domingos, sino que la compartió con otro grande del surrealismo cotidiano…
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Qué buenos eran aquellos diálogos disparatados que escribía un histórico de nuestro periódico, Julio Díaz de Alda (padre)…
Volvemos a Chumy Chúmez. Si tienen alguna duda de que su obra siga siendo actual, fíjense en este dibujo, publicado en 'DV Domingo' hace 35 años, concretamente el 18 de septiembre de 1988…
Cerramos este pequeño homenaje al siempre recuperable Chúmez con su colaboración del 31 de diciembre de 1988. Y recuerden que «la envidia, más que la felicidad ajena, lo que desea es contagiar la infelicidad propia»…
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