En Grecia, 25 siglos atrás, los cómic de Marvel eran leyendas mitológicas y los superhéroes, dioses que luchaban, derrochaban placeres, se traicionaban y amaban como ... en una serie actual de Netflix. Cuentan que creció en un valle una próspera y bella ciudad, rodeada de montañas. Poseidón y Palas Atenea pugnaban por ser los patrones de la ciudad y llegó a tal punto la rivalidad que Creops, rey de la ciudad, pidió a Zeus que interviniera.
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Zeus, dios de dioses, dispuso que haría protector y patrón de la ciudad a quien ofreciera el mejor regalo a sus habitantes. Poseidón, dios de los mares, hincó su tridente en la roca y de ella brotó una enorme fuente de agua salada que estuvo a punto de inundar la ciudad y echó a perder los cultivos. Era el turno de Atenea, hija de Zeus, diosa de la guerra, la civilización, la sabiduría o las artes. Atenea golpeó la tierra con su lanza y de la brecha brotó un árbol. Se volvió a Creops y dijo, te entrego el primer olivo, sus hojas permanecen siempre verdes y su fruto alimentará a tu pueblo. Desde ese día, Atenas lleva el nombre de su diosa protectora.
Los humanos damos significado y propósito a lo que hacemos y regalar aceite de oliva es un acto que simboliza paz y amistad. En casa siempre hay abiertas varias botellas de aceite. De cada una cuelga una etiqueta con el nombre de la persona que la trajo. Cada día, cuando desayuno pienso en ellos. Amigos que saben que no hay oro más valioso que el que se esparce sobre una tostada.
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