Disfruto espiando a Ana mientras se pinta las uñas. La observo en secreto, como aplica capas finas, concentrada para no salirse, y creo que, en ... estos tiempos dispersos, ha convertido este simple acto en una suerte de terapia de la atención que le permite enfocar los cinco sentidos en el momento presente.
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Concentrar tu atención en una sola actividad es un sutil arte que requiere pericia y voluntad. Emplear ese tiempo en no hacer algo de provecho es, además, un desafío al sistema. La obsesión por la eficacia ha contaminado nuestra forma de gestionar el tiempo. Se juzga de inmoral gastar los minutos en actividades que no produzcan dinero, reconocimiento social, un megusta o cualquier otra gratificación. Rellenar los tiempos muertos ha sido la mayor victoria de los dispositivos móviles. Una tecnología insistente e intrusiva nos abruma con un aluvión de estímulos y consigue derribar los muros que separan el trabajo del ocio, lo material de lo espiritual, las relaciones presenciales de las virtuales, lo íntimo de lo público.
Nos hemos creído que vivir plenamente exige ocupar hasta el último segundo. No sólo acumulamos cosas, también tareas, planes, diversiones, compromisos sociales. Tanta hiperactividad me causa un escozor similar al de la picadura de un mosquito. No puedo evitar rascarme a pesar de saber que provocaré una reacción en la piel y me picará aún con más intensidad.
No sé. Quizá alivie esta irritación con una pincelada de esmalte de uñas.
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