«La gente se seguirá juntando en casa»

Este municipio superó el viernes pasado el umbral de los 500 casos de Covid por cada 100.000 habitantes en los últimos catorce días, entrando en la zona roja que obliga a cerrar bares y restaurantes. A menos que hoy se rebaje esa tasa de incidencia, cosa poco probable dada la evolución al alza de los contagios, los locales hosteleros deberán echar la persiana a partir de mañana. Un nuevo jarro de agua fría para el sector y una medida que muchos ciudadanos no terminan de comprender.

«El que no respeta las normas lo hace esté donde esté, sea un bar o en su casa. ¿Por qué cerrar solo los bares entonces? Hay muchos lugares donde puedes contagiarte, no solo la hostelería», afirmaba ayer este grupo de amigas mientras se tomaba algo en la terraza del bar Gaztelumendi, en la plaza San Juan. Consideran que el cierre «es una forma de evitar que la gente salga de su casa», pero que si el objetivo es rebajar la curva de contagios antes de que la cosa vaya a peor, «el Gobierno debería echarle narices y confinarnos a todos».

Cerca de ellas, Olatz y Ander bebían un par de cañas en el bar Sargia y señalaban que verán menos a sus amigos, pero que buscarán formas para hacerlo, «y si es haciendo hueco en el sofá de casa para estar cuatro, pues lo haremos», señalaba ella.

«Para mí es un gran error que cierren las terrazas, porque es un espacio abierto en el que juntarse, es menos peligroso para contagiarte. Con esta medida solo se va a conseguir que nos sigamos reuniendo, pero en sitios con peor ventilación y más riesgo. Es muy difícil que dejemos de juntarnos con nuestros amigos, por ejemplo, para ver un partido de la Real», aseguraba este joven irundarra.

Mikel, Aitor, Haritz y Mikel, por su parte, picaban algo en la terraza del bar Mari de la calle Fueros. Consideraban que el cierre de la hostelería «es necesario», pero matizaban: «como otras muchas cosas». Para ellos «no es normal» que los bares tengan que cerrar y «que luego en el metro y el autobús se meta todo el mundo y no pase nada». «En el súper la gente se te echa encima para coger un puerro, y luego resulta que contagias por estar tomándote una caña», protestaba uno de ellos. Los miembros de esta cuadrilla tienen claro que la gente seguirá juntándose «en casa, haciendo compras, yendo de rebajas...», pero aseguraban que ellos se portarán bien. «No nos juntamos muy a menudo. Para que te hagas una idea, a dos de ellos les he dicho 'urte berri on' por primera vez», comentaba Mikel entre las risas de sus colegas. «Cuando nos vemos lo hacemos respetando al máximo todas las medidas para no hacer daño a nadie», garantizaban.

El departamento vasco de Salud revisa todos los días la evolución de la incidencia del virus en los municipios y emite los lunes y los jueves una resolución sobre aquellos que deben cerrar su hostelería al día siguiente. Además de Irun, las localidades de Lasarte-Oria, Hernani y Urnieta también superaron el viernes el umbral de los 500 casos y deberán tomar la misma medida de cierre. En total, 18 municipios del territorio están en esta situación y Donostia, que el viernes estaba en 446 casos, podría pasar hoy a engordar esta lista. Llueve sobre mojada en este sector, que ha convocado para hoy una concentración en la plaza Okendo de Lasarte-Oria, a las 19.30 horas, «para denunciar la falta de ayuda de las instituciones».

«Es que parece que el virus solo está en los bares. No hay datos de que los contagios se produzcan en estos establecimientos», denunciaba Jaime Latasa, propietario del bar Chic, en el paseo Colón de Irun. Advertía de que «los ERTEs no van a estar para toda la vida, y después de eso la gente va a ir al paro». Los amigos que le acompañaban coincidían con él. «O cierras todo, o no cierras, pero ya vale de criminalizar a la hostelería», apuntaba uno de ellos.

«Estamos cansados. Llevamos 60 días sin descanso. Hasta las 20.00 horas abierto está bien, pero no es suficiente para mantener un local», contaba Antonio Natalio, responsable del bar Gaztelumendi y de otros dos establecimientos «que me compensa más tenerlos cerrados». Se mostraba «molesto» de que se señale siempre a un sector que «están llevando a la ruina». Y aunque reconocía que «no toda la clientela cumple las normas y tiene la responsabilidad que debería», recuerda que eso «también pasa en otros lugares».

José Mari González, del bar Manolo de la calle Mayor, le daba la razón. «Estamos en zona roja, pero solo para la hostelería. Tenemos que cerrar nosotros para que la gente salga fuera y siga incumpliendo las normas. Sé de clientes que de aquí se van a sus casas, y se juntan más de seis».