na joven observa a una de estas aves con un bocadillo en su pico. FOTOS SARA SANTOS

Aves molestas

«¡Una gaviota me ha quitado el bocadillo!»

Las gaviotas que se lanzan a por comida incomodan a los usuarios de las playas. El problema se acentúa si se les da de comer o se dejan restos en la arena

Ana Aramendia

San Sebastián

Jueves, 31 de agosto 2023, 02:00

El buen tiempo anima a numerosas personas a ir a la playa a pasar el día, llevando encima la comida. Unos alimentos que suponen todo ... un reclamo para unos invitados no deseados que se han hecho habituales los últimos años. «¡Ama, una gaviota me acaba de quitar el bocata!», grita un niño en la playa de La Concha. «Atacan y se llevan la comida», corrobora Pilar Calleja, una asidua del arenal donostiarra. «He llegado a ver cómo una de ellas se acercaba sigilosamente por detrás a una familia y se llevaba unas flautas de pan que tenían», añade.

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El problema de las aves que se lanzan a por la comida de los bañistas no es nuevo en Donostia y se ha acrecentado a raíz del cierre del vertedero de San Marcos en 2008 y de la prohibición a los barcos de pesca de arrojar los excedentes y restos de sus faenas en los puertos. A ello se añade la actitud de algunos ciudadanos de arrojarles comida, que favorece que estos animales se acostumbren cada vez más a la alimentación humana y la comida fácil.

«He llegado a ver cómo una de ellas se acercaba sigilosamente por detrás a una familia y se llevaba las flautas de pan que tenían»

Pilar Calleja

Asidua de La Concha

Juan Arizaga, director del departamento de Ornitología de la sociedad de ciencias Aranzadi, recuerda que «cada día se echaban en el vertedero toneladas de comida, y las gaviotas comían de ahí todos los días. Cuando se cerró, se han tenido que trasladar a otros lugares a buscar algo que 'llevarse al pico'», subraya.

A la baja

No obstante, el problema va a menos con el paso de los años, ya que la población de gaviotas en la capital guipuzcoana está descendiendo. Así lo corroboran tanto Arizaga como el Ayuntamiento donostiarra. «La población está descendiendo y se prevé que la tendencia se mantenga en los próximos años», coinciden.

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La misma sensación tiene la donostiarra Pilar. «Llevo años escuchando casos de gaviotas que hurtan la comida a los bañistas, y es cierto que este año parece que hay menos, aunque se siguen produciendo». Igor y Ana, una pareja que se une a la conversación, asienten. «Hace años que venimos observando este problema en las playas aunque nosotros por suerte no hemos tenido que vérnosla con ninguna este verano», bromean.

Una gaviota coge un trozo de pan en la playa de la Zurriola. SARA SANTOS

La especie de gaviota que predomina en Donostia es la 'Larus michahellis', conocida popularmente como patiamarilla, y que habita en el mar Cantábrico. De talla media si se compara con otras variedades de gaviota, pueden alcanzar metro y medio de longitud con las alas desplegadas y se caracterizan por su actitud agresiva y territorial. A estas singularidades se le suma su gran capacidad de adaptación a entornos civiles, lo cual favorece su propagación en ámbitos pesqueros, barqueros y vertederos. Un hecho que provoca en muchas ocasiones roces con los humanos y su estilo de vida en las ciudades. En Donostia residen más de un millar de ejemplares.

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Anidan en la isla

Anidan principalmente en la isla Santa Clara, como se puede apreciar a simple vista con los nidos que jalonan la subida al faro. Esta presencia tiene su lado negativo. «Los excrementos tiñen cualquier construcción junto al faro», apunta un socorrista.

«El cierre del vertedero de San Marcos y la prohibición a los barcos de arrojar restos de pescado les quitó su fuente de alimentación»

Juan Arizaga

Director del departamento de Ornitología de Aranzadi

Arizaga subraya que, aunque acostumbradas a convivir con los humanos, muchas pueden parecer «envalentonadas», aunque «no son agresivas con las personas. A lo sumo, entre ellas cuando se disputan un pedazo de comida». En este sentido, el experto de Aranzadi advierte de lo contraproducente que es que haya gente que les dé de comer. «Hay que evitar alimentarlas, tanto ofreciéndoles comida como dejando restos en la playa», insiste. Añade que, en caso de que alguna se acerque a por comida, lo conveniente es «espantarlas o asustarlas».

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Hace unos años, el Ayuntamiento barajó diferentes métodos para poder poner fin al problema. Entre ellos hacer volar drones para intimidarlas o poner sustancias anticonceptivas en la comida. Pero la constatación de que su número estaba en declive y el rechazo de organizaciones ecologistas hizo que ninguna de ellas se llevara a cabo.

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