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La última moto de Enrike Arozena, de la marca Derby Fénix
El fraile de la moto

El fraile de la moto

Durante 51 años el franciscano Enrike Arozena realizó más de un millón de kilómetros en motocicleta para el cobro anual de la revista 'Arantzazu' a miles de suscriptores de 120 pueblos

antton iparraguirre

Lunes, 19 de febrero 2018, 17:05

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«El fraile de la moto». Así se llamaba cariñosamente al que se convirtió en uno de los franciscanos del santuario de Arantzazu más conocido en toda Gipuzkoa. Y no era para menos. El hermano Enrike Arozena se dedicó al cobro, casa por casa de 120 pueblos, de la suscripción anual de la revista 'Arantzazu', una publicación mensual que desde 1922 ha tenido una presencia permanente en miles de hogares guipuzcoanos. Se calcula que este singular y popular monje cubrió más de un millón de kilómetros en moto desde 1956 hasta 2007, cuando le fue diagnosticado un cáncer, falleciendo un año después.

Enrike Arozena nació en 1926 en el caserío Pagoaga de Hernani. Con 30 años le fue encomendada por sus superiores del santuario de Arantzazu el cobro de la revista mensual, que se editaba e imprimía en el propio santuario oñatiarra. La publicación supuso durante años la única lectura de muchos de los suscriptores y era leída por las tres generaciones del domicilio.

"No creo que hubiera ninguna razón especial. Hacía falta alguien para esa función y Enrike daba el perfil adecuado. El primer año su medio de transporte como recaudador fue una bicicleta", rememora con nostalgia y cariño el también franciscano Xebero Zinkunegi. Le conoció en 1970 en Arantzazu, siendo estudiante de Teología. Convivió con él en los conventos de Zarautz y San Sebastián, sobre todo, donde se hospedaba mientras realizaba su labor por los pueblos de la zona. Le define como "un 'fraile menor' auténtico, un franciscano de oración y mucha devoción, servidor de todos, sencillo y muy cercano a la gente".

Arozena era una persona inconfundible. Llamaba la atención ver llegar a un fraile de aspecto bonachón conduciendo una moto con el típico hábito marrón de franciscano, txapela, gafas de concha y sandalias. Solo debido a los rigores del invierno cambiaba su indumentaria, que ciertamente no era muy recomendable para un motorista. Los días de lluvia y frío se abrigaba con un jersey y una gabardina, además de calzar botas.

Los siete ciclomotores que "jubiló" -en palabras de otro franciscano recordado que le conoció muy bien, Iñaki Beristain, fallecido el pasado mes de septiembre- tampoco pasaban desapercibidas en las localidades guipuzcoanas. Como fueron su instrumento de trabajo, a todas las motos cuidó con esmero y cariño. Reparaba personalmente la mayoría de las averías. La última le duró unos doce años y era de la marca Derby Fénix.

A pesar de recorrer tantos kilómetros, el único accidente que sufrió fue en 1984 en las cercanías de Irun. Le atropelló un coche y su pie izquierdo quedó destrozado. Tras estar ingresado dos meses en el Hospital Donostia prosiguió con su oficio.

Imagen principal - El fraile de la moto
Imagen secundaria 1 - El fraile de la moto
Imagen secundaria 2 - El fraile de la moto

El sonido del motor anunciaba su llegada a los suscriptores y los perros de los caseríos eran sus mayores enemigos, sufriendo algún que otro ataque canino sin mayores consecuencias que un golpe leve al caer de la moto.

Su saludo más habitual, con una sonrisa imborrable, era "Ave María Purísima", seguido de "Hemen natorkizue urtero bezala" ("aquí os vengo como todos los años"). Siempre era bien recibido por los suscriptores. Para muchos llegó a convertirse en un amigo y hasta en una especie de pariente cercano. No hay que olvidar que les visitó un vez al año durante décadas. "Supongo que la conversación giraría un poco de todo", señala Zinkunegi. "Pero, sobre todo, Enrike era portador de ese espíritu franciscano de sencillez, fraternidad, humildad... y lo que más agradecía la gente eran esas palabras de cercanía y de ánimo, recordando el sentido religioso y espiritual de la vida", añade.

Tras ser invitado, generalmente por la 'etxekoandre' de la casa, a un amaiketako o una merienda, según la hora, en la cocina, se despedía con una recomendación piadosa y prometiéndoles sus oraciones ante la Vírgen de Arantzazu.

Recorría anualmente unos 20.000 kilómetros, visitando a más de 6.000 familias en 120 pueblos, de Gipuzkoa y territorios limítrofes

Arozena siempre viajaba con una discreta bolsa de cuero colgada al cuello, donde llevaba los recibos de la revista y el dinero que recibía de los suscriptores. Jamás mostró temor a que le robaran. Vestía de franciscano, como pobre. ¿Quién iba a pensar que podía llevar en el zurrón los hasta 300 euros que podía recaudar en un solo día?.

El 'fraile de la moto' recorría anualmente unos 20.000 kilómetros, visitando a más de 6.000 familias en 120 pueblos, de Gipuzkoa y territorios limítrofes. Con este bagaje no es de extrañar que se le calificara como "uno de los motoristas más experimentados de Euskal Herria". Al año gastaba en gasolina lo que hoy equivaldría a unos 600 euros.

En la imprenta del santuario se llegaron a tirar 80.000 ejemplares de las revistas 'Arantzazu', 'Misiones' y 'San Antonio de Padua'
En la imprenta del santuario se llegaron a tirar 80.000 ejemplares de las revistas 'Arantzazu', 'Misiones' y 'San Antonio de Padua'

Una revista fundada en 1921

El primer número de la revista 'Arantzazu' salió a la venta en 1921, a los cuatro años de haberse refundado la Cofradía de Arantzazu y a los tres de la proclamación de la Virgen como patrona de Gipuzkoa. En los años 50 llegó a tener 20.000 suscriptores. Junto con Misiones y San Antonio de Padua, o SAP, cada mes llegaron a tirarse en la imprenta del santuario 80.000 ejemplares de las tres publicaciones. De estas dos últimos los cobradores fueron Mariano Lizarrondo y Patricio García.

En 2001, con motivo del 500 aniversario de su presencia en Arantzazu, la comunidad franciscana se abrió a un proceso de reflexión sobre su futuro y su legado. Con el objetivo de dar un impulso a su acercamiento a la sociedad guipuzcoana, en enero de 2008, coincidiendo con su 88 aniversario y con la edición de su número 888 la revista 'Arantzazu'comenzó una nueva etapa. La nueva cabecera amplió el número de páginas y dedicó secciones específicas a los contenidos que constituían la base de Misiones y San Antonio de Padua. Dentro de los cambios, «al nombre Arantzazu se le incluyó el apellido "Revista franciscana para las personas que buscan». Fiel a su origen, su filosofía sigue siendo "ser un lugar de encuentro entre fe y cultura, una confluencia entre espiritualidad, cultura y naturaleza, con una visión actual de las inquietudes de los hombres y mujeres de hoy que buscan un sentido para la vida".

De todos es sabido que, como santuario de recogimiento espiritual, Arantzazu está un poco lejos de todo. No está bien comunicado con la N-1 ni ubicado en el centro del territorio guipuzocano. ¿Cómo hacía Arozena para poder visitar cada año a todos los suscriptores? Lo cierto es que el fraile no volvía diariamente a dormir a su humilde celda. La dejaba para una temporada de dos o tres meses y se hospedaba en conventos franciscanos de Donostia, Tolosa, Zarautz, Forua... Desde estas localidades cobraba las suscripciones de las respectivas zonas. Según la ruta también se hospedaba por unos días en monasterios de Monjas de Clausura. Por la mañana salía a su peculiar trabajo bien desayunado, en ocasiones comía en un bar modesto y volvía al atardecer al convento correspondiente.

"Lo tenía todo bien planificado. En tantos años de práctica, conocía al dedillo los recorridos y el tiempo que necesitaba para ello. También, se valía de personas de su confianza que cobraban las suscripciones en el propio pueblo. En ocho horas de trabajo al día, cobrando una media de 25 suscripciones diarias, cunde mucho el trabajo", señala el franciscano Zinkunegi.

En 1921 la suscripción era de 5 pesetas; en 1950 de 10 pesetas; ya en 1977 era de 150 pesetas. El 2001 la suscripción era de 1.300 pesetas y el 2002, con la implantación del euro, pasó a ser de 10 euros. La suscripción se ajustaba a mínimos, salvando que la publicación no fuera demasiado deficitaria. En la actualidad la cuota mínima es de 18 euros, la de "bienhechor", 40 y si se tiene que enviar al extranjero 30.

Tuvo que dejar su labor en 2007 por culpa de un tumor maligno en la pierna izquierda

Todo se trastocó en 2007 por culpa de un cáncer. En abril de ese año le fue diagnosticado a Arozena un tumor maligno en la pierna izquierda. Siguió cobrado la revista hasta septiembre a pesar de sufrir una dolorosa y considerable cojera. Le ayudaba otro franciscano que le llevaba en coche a los domicilios de los suscriptores.

Enrike Arozena, en el homenaje que recibió en enero de 2008 en el Kursaal donostiarra
Enrike Arozena, en el homenaje que recibió en enero de 2008 en el Kursaal donostiarra

Un año después comenzó a domicializarse el pago de la revista, algo que no convenció a todos los lectores según remarca Zinkunegi. "Hubo bastante resistencia por parte de los mismos suscriptores. Y por aquello de 'más vale lo bueno conocido que lo mejor por conocer' muchos prefirieron seguir pagando en mano la suscripción. Seguro que en el fondo contaba también el recibir la visita anual del amigo Enrike, portando una sonrisa y unas palabras edificantes".

Pero esto ya no sería posible. Arozena tuvo que dejar su labor. "Lo hizo con total aceptación y entereza, por el cariz que iba tomando su enfermedad. Era consciente de ello y le salió desde lo más profundo de su ser el 'Hágase tu voluntad'", finaliza.

El 12 de enero de 2008, con motivo de la presentación, en el Kursaal donostiarra, de la nueva revista 'Arantzazu' Arozena recibió un emotivo homenaje que agradeció con su habitual sonrisa y humildad desde su silla de ruedas. "En el escenario se colocó su última moto como símbolo de lo que había sido su vida", recuerda todavía con pena Zinkunegi.

El cáncer de hueso en el pie izquierdo y complicaciones sobrevenidas debilitaron su estado de salud. Falleció el 24 de marzo de 2008 en el hospital gazteitarra de Txagorritxu, un mes después de cumplir 82 años. En sus últimos momentos estuvo acompañado por dos de sus cinco hermanos, que también eran franciscanos. Los funerales se oficiaron en la basílica de Arantzazu y sus restos fueron enterrados en el cementerio del santuario.

Han pasado casi diez años, pero la imagen del 'fraile de la moto' sigue vivo en el recuerdo de miles de guipuzcoanos.

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