Estrellas

Plaza de Gipuzkoa ·

Guille Viglione

San Sebastián

Domingo, 22 de agosto 2021, 13:50

Asegura la tradición que ver una estrella fugaz es señal de buena fortuna. Desde tiempos antiguos el ser humano ha atribuido poderes sobrenaturales a los ... fenómenos que no era capaz de explicar. Ptolomeo, el astrónomo griego, creía que, cada vez que una estrella caía, el cielo se abría por unos instantes y la conexión entre dioses y mortales era más fuerte. La ocasión de pedir el deseo duraba hasta que se extinguía el haz de luz y el cielo volvía a cerrarse.

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Cada año, por estas fechas, el cielo descarga un diluvio de estrellas fugaces. Hace tiempo que los científicos han aclarado que, en realidad, son meteoritos de la constelación de Perseo, pequeños fragmentos de cometa que se incendian al atravesar la atmósfera terrestre. Me tranquiliza. Prefiero que la trayectoria de un asteroide no tenga el poder de dirigir nuestro destino. Y, sin embargo, hasta el más descreído se ha visto a sí mismo apretando los ojos, intentando definir los contornos de un sueño.

Pedir un deseo es la más frágil de las esperanzas. Un estado mental mágico en el que, por un instante, te permites creer que algo puede hacerse realidad por el mero hecho de desearlo. Después, es improbable que ocurra, pero es lo de menos. Durante el breve instante de soñar con él, el deseo es real.

Por otro lado, poco importa la luz de las estrellas cuando un muro infranqueable de nubes se cierra entre tú y tus deseos. ¿Podemos fingir, en esta tierra borrascosa, que las luces de los aviones son estrellas fugaces?

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