Distancia forzosa en Navidad

Unas celebraciones diferentes. La pandemia nos ha alterado la vida y, por lógica, también el modo de vivir las fiestas navideñas, que muchos guipuzcoanos pasarán lejos del calor de sus familias

e. vallejo/ p. rodríguez/ i. marín

Jueves, 24 de diciembre 2020, 06:21

La pandemia nos ha alterado la vida y, por lógica, también el modo de vivir las fiestas navideñas, que muchos guipuzcoanos pasarán lejos del calor ... de sus familias

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Gisselle Torrenegra y Koldo (Tobías Shanghái)

«Hemos decorado la casa en familia por videoconferencia»

Gisselle Torrenegra y Koldo Tobías brindan desde Shanghái conla madre de ella. Arizmendi

Gisselle Torrenegra y Koldo Tobías lograron regresar a China en febrero antes de que el gigante asiático cerrara sus puertas, y antes también de que la pandemia estallara en Europa. Dadas las circunstancias, ya asumen que aquella escapada a Errenteria va a ser la última de este 2020.

Koldo es director comercial en una cooperativa vasca con sede en Shanghái y Gisselle es directora de proyectos en una empresa gallega, también con sede en la ciudad a la que llegaron hace año y medio.

Estas van a ser unas navidades diferentes para ellos, y las primeras tan lejos de casa. «Celebraremos las fiestas con amigos e intentado cumplir todas las tradiciones». Es más, confiesan que el ambiente navideño ya ha llegado a su casa. «Tenemos el árbol ya colocado. De hecho, esta Navidad lo hemos puesto muy pronto», exclama ella. «Hicimos videollamada con mi madre para colocar las luces, y nos ayudó a decorar toda la casa. Así nos sentimos un poco más cerca», apunta.

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Entre los planes que esta pareja tiene previstos para los días más señalados de la Navidad, está una cena irrenunciable entre amigos en Nochebuena. El menú ya lo tienen pensado: «Mucho jamón, croquetas, langostinos...», enumera riéndose Gisselle.

Para Nochevieja, en cambio, el plan que barajan es «hacer una pequeña escapada a algún sitio, pero aún no lo tenemos claro», comentan. Actualmente, para desplazarse por el país asiático «solo hace falta PCR y código de salud que te escanean en el lugar de destino y para entrar a los puntos de interés. Rellenas el formulario e indicas los lugares en los que has estado previamente. Si has estado con personas que han podido estar con otras afectadas, si has tenido síntomas, si has viajado en los últimos 14 días... Hay mucho protocolo, pero sencillo, y permite controlar los contagios», explica. Además, la logística que precisa salir del país, si no existe una necesidad real, lo hace del todo desaconsejable, por lo farragoso del proceso. «Para entrar en China se pide la PCR, pero también es necesario hacer la prueba de anticuerpos en el país o los países en los que has hecho escala, además de las cuarentenas exigidas...».

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Indudablemente, el factor emocional va a pesar este año más que nunca. «Claro que vamos a echar de menos a la familia y los amigos, pero lo importante es que todos a día de hoy están con salud», subraya. «Estamos deseando volver cuando se pueda y la situación sea más estable, pero hay que verlo así, son solo una par de días, como quien dice».

Ainhoa L. Soraluze (Milán)

«Van a ser días tristes, pero hay que relativizar»

Ainhoa, en su casa de Milán. Celebrará estas navidades desde la distancia, y no solo de su familia de Errenteria, sino también de la de su marido, que es italiano.

Ainhoa L. Soraluze tendrá que celebrar estas navidades desde la distancia, y no solo de su familia, sino también de la de su marido, que es italiano. Las restricciones derivadas de la situación sanitaria que aún tiene en jaque al país, no permiten grandes celebraciones. «Esta Navidad va a ser triste», reconoce la guipuzcoana, «pero hay que relativizar y tenemos que ser conscientes de que hay gente que lo está pasando mucho peor», comenta en un intento de ver esta situación de la forma más positiva posible.

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Esta mujer es de Errenteria, pero llegó a Italia en 1992 para estudiar. En principio iba a ser por una temporada, pero terminó fijando allí su residencia y creando una familia. Es mezzosoprano y profesora de canto, aunque desde que estalló la pandemia tiene que impartir sus clases por vía telemática. Vive en Milán, en la región de Lombardía, que en marzo se convirtió en el epicentro del covid, y que hace unas semanas acaba de pasar del nivel rojo de contagios al naranja.

Su marido es italiano, y pese a tener su familia política en la misma ciudad, han tomado la decisión de pasar estas fechas solo los de casa. «Mi marido, mi hija, los perros y yo. Da pena pero este año tiene que ser así», resume.

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Pese a que su intención era regresar a Gipuzkoa en verano, la logística del viaje no acompañaba. La cuarentena, los trámites previos y los test a los que tendrían que someterse tanto antes de venir como a su regreso, hacían del todo desaconsejable el desplazamiento, y lo mismo han concluido para Navidad.

En Milán la mascarilla es obligatoria y solo está permitido salir por trabajo, cuestiones relacionadas con la salud «o por necesidad». Los hospitales además «están saturados». «Si das positivo y precisas un ingreso, pueden derivarte a un hospital de campaña o a centros que están a 150 kilómetros», apunta.

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Además, desde el pasado sábado y de cara a Navidad, los centros comerciales permanecen cerrados los fines de semana para evitar aglomeraciones, el toque de queda se mantiene también los principales días de estas fiestas, y «en la calle estamos a un grado, por lo que tampoco invita a estar por ahí», señala.

Ane Arruabarrena (California)

«Lo importante es que podamos volver a abrazarnos»

La donostiarra Ane Arrua-barrena, en la Universidad de Stanford, en California.

Si cruzar el charco en época de covid ya se antoja complicado, la ecuación sube de nivel si se le añade un bebé recién nacido. Ane Arruabarrena se quedó con las ganas de visitar a su familia ya el verano pasado, cuando su avanzado estado de gestación no hacía conveniente un viaje tan largo. Pero lo que esta donostiarra no esperaba entonces era que una pandemia mundial le impidiera volver a casa también por Navidad.

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Esta periodista vive en la bahía de San Francisco (California) desde hace ocho años, donde trabaja en el ámbito de las empresas tecnológicas de Silicon Valley. Reconoce que desde que la situación se recrudeció «intuimos que iba a ser difícil regresar para estas fechas sin ponernos en riesgo o poner en riesgo a nuestras familias». Y meses después, aquellas intuiciones no han hecho más que confirmarse. «Logísticamente además es muy complicado, porque no hay vuelos a España desde esta costa de Estados Unidos, y los que salen de otras zonas del país se están cancelando constantemente. Ahora tenemos la complicación añadida de tener que hacernos la PCR 72 horas antes de entrar en España. Y todo ello con un recién nacido», expone.

Una vez asumido que estas navidades serán algo diferentes, cuenta que no tienen previsto «nada especial». Los casos de covid en su zona han aumentado considerablemente en las últimas semanas, se ha instaurado el toque de queda, y no se recomienda reunirse fuera de la unidad convivencial, «así que nos quedaremos en casa, haremos videollamadas con nuestras familias, nos tomaremos las uvas con ellos virtualmente y pondremos algo más especial para cenar. Eso sí, hemos puesto el árbol, para que nos haga sentir un poco más festivos».

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No es la primera vez que Ane pasa estas fiestas lejos de casa, «pero sí que es la primera vez, igual que para todos, que las vivo en circunstancias tan excepcionales». «Será la primera vez que las pase sin ver a nadie más que a quien convive conmigo o que no vaya de bares a celebrarlo. Van a ser unas navidades distintas para todos».

Lamenta la distancia, y más aún en unas fechas que invitan a estar en familia, pero trata de hacer una lectura positiva. «Llevamos meses de angustia y tristeza, y lo único que podemos hacer es intentar que no nos supere emocionalmente. Pasar esto día a día, con responsabilidad y todos a una. ¿Que este año hay que sacrificarse un poco? Lo importante es que la situación mejore lo antes posible y que podamos volver a abrazarnos y celebrar todas las navidades que nos quedan».

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Leire Creo e Iñaki Celestino (Familia numerosa)

«La casa de mis padres solía ser el punto de encuentro»

La familia de Leire e Iñaki cenarán hoy en su casa de Pasai San Pedro. Jose Mari lópez

Leire Creo e Iñaki Celestino, padres de los pequeños Aiora, de 12 años, Jurgi, de 6, y Elene, de 11 meses, no tenían pensado juntarse con el resto de sus familiares estas navidades. Tampoco estos, por lo que no les hizo falta andar haciendo cuentas sobre cuántos serían alrededor de la mesa. «Estamos muy concienciados con el tema de los contagios y preferimos evitar celebrarlo con todos», cuenta Leire Creo, vecina de Donostia. Aunque finalmente, por una cuestión 'logística', pasarán la cena de Nochebuena en casa de sus padres y su abuela. «Fue mi madre la que nos sugirió que cenásemos con ellos porque mi pareja y yo trabajamos en un supermercado, salimos tarde y nos dijo que cómo íbamos a ponernos a cocinar a esas horas... Además, ahora que los niños no tienen cole les cuidan ellos y les parecía absurdo que no fuésemos, porque la burbuja de convivencia habitual es su casa», afirma Leire, que vive «a tres minutos» de sus padres. La hora de vuelta a casa, con toque de queda adelantado a las 00.30 horas, no será por tanto un problema para la familia Celestino Creo.

La decisión de juntarse con sus padres a última hora no ha causado conflictos familiares -la idea inicial era celebrarlo cada uno en su casa-, aunque le entristece no poder abrazar a los suyos. «Solíamos ser unas once personas y otras doce en casa de mis suegros. Es una pena. Además, el día de Navidad la casa de mis padres era el punto de reunión, venía mi prima de Hendaia, abríamos los regalos de Olentzero...», recuerda, al tiempo que admite cómo se están «enfriando» las relaciones por culpa de la pandemia.

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Abrazos

«Creo que no vamos a quedar con el resto de familiares ni fuera de casa, ni en ninguna terraza estas fechas. Mi padre, de 72 años, es colectivo de alto riesgo y mi abuela tiene 87 años, así que tratamos de evitar los besos y los abrazos todo lo que podemos. Esta noche ventilaremos todo bien e igual comen los niños primero para tener más sitio en la mesa, aunque no hay problemas de espacio en la casa, es amplia, y tampoco solemos estar todos juntos en la misma estancia; los niños normalmente se van a jugar a las habitaciones», explica esta pasaitarra, que sabe de los posibles riesgos en este tipo de encuentros, más allá del número de comensales. Cumplir con el límite de familiares no significa que ya esté la cosa hecha.

Pero por mucho que unos sean extremadamente rigurosos con las medidas de prevención, cree que no todo el mundo va a actuar de la misma manera. «Me parece que esto se va a desmadrar, tiene toda la pinta, aunque ojalá me equivoque. Al menos la gente está siendo precavida con el tema de los encargos de la comida y por ejemplo, en la charcutería estos días nos han pedido mucho paquete al vacío para no tener que venir a última hora y evitar aglomeraciones. Lo que hemos notado también es que las cantidades han sido menores. Hay clientas que aún no saben cuántos van a ser, está todo bastante en el aire y la gente está decidiendo todo a última hora».

Esta familia numerosa sabe que la de este 2020 será una Navidad diferente pero «es lo que toca», asumen. Sin embargo Leire e Iñaki han intentado impregnar su hogar a todo color para tratar de sentir esa vieja normalidad que tanto echan en falta. «Hemos puesto la decoración navideña con los niños, hemos hecho muchas manualidades y hasta taller de postales, aunque los pequeños son los que mejor lo llevan y están mucho más mentalizados que los adultos. Nosotros siempre estamos con el 'vaya, no podemos hacer esto o lo otro' y nos cuesta más aceptarlo».

Tati Pérez Colmenares de Licona (Alemania)

«Este año toca ser precavidos, no voya hacer un drama»

Enrique y Teresa, charlando desde Donostia con su hija Tati. Michelena

La donostiarra Tati Pérez Colmenares de Licona vive en la ciudad alemana de Leipzig, y desde allí reconoce que «intento tomarme con filosofía estas navidades, no quiero hacer un drama de esto. Más vale ser un poco precavidos» en estos momentos. No obstante, sabe que en varios instantes de estas fiestas su mente le llevará «a la familia, a los brazos de mi tía Pili, que tiene 96 años, a mis amigos, a visitar el nacimiento de la plaza de Gipuzkoa... En definitiva, a ver Donostia de Navidad, que nos encanta».

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Tras haber estado un par de semanas confinada a principios de mes al dar positivo en coronavirus, esta doctora ya se ha reincorporado al hospital quirúrgico especializado en cirugía general en el que está realizando la especialidad de Traumatología y Cirugía Ortopédica en su primer año como residente. Debido a las restricciones impuestas en Alemania y España, este año ha decidido pasar las navidades en Leipzig.

«Van a ser las primeras navidades que vamos a pasar separadas de mis padres», explica. ¿Vamos? «Sí, porque mi hermana Isabel también está en Leipzig conmigo», cuenta con alivio. «Tenemos una relación muy estrecha y va a ser muy importante para ambas estar juntas estos días», reconoce. Tati, 25 años, e Isabel, 26 años y también doctora, pasarán las navidades en el domicilio de la primera acompañadas por un amigo chileno que también es médico. Al igual que sucede en Donostia, en Alemania «el tema de juntarse mucha gente para pasar las fiestas está bastante restringido, podemos ser como máximo 10 personas de 3 unidades convivenciales». Siendo la Nochebuena y la Navidad las celebraciones más especiales y familiares para las hermanas donostiarras, tienen claro que «haremos una videollamada con mis padres en algún momento de la cena del día 24».

«Eso espero», cuenta desde su casa de Donostia Teresa, la madre de ambas. Reconoce esta mujer que ese momento puede ser emocionante. «Creo que igual se me cae alguna lagrimita cuando las vea». ¿Y a ellas? «Seguramente no, son más reservadas», dice entre risas, «aunque no descarto nada, es una situación muy diferente para todos». Llegan estas fechas familiares y Teresa reconoce que echa «muchísimo de menos» a sus hijas. A Tati hace un año que no la ve y a Isabel, seis meses. «Yo pasaré las fiestas con mis primos, en familia y bien, pero sin ellas sé que va a ser más triste. Están lejos y no sé cuando las voy a poder ver otra vez».

Nacho Pellejero (Ecuador)

«La distancia es dura y se echa de menos a la familia»

Nacho, en un momento de la ruta en bicicleta que le llevó hasta Ecuador.

El caso de Nacho Pellejero es algo peculiar. Este venezolano-donostiarra lleva dos años sin regresar a casa, y estas serán las cuartas navidades que pase lejos de los suyos. «La familia es la familia, y la distancia se hace difícil. Aunque he hecho muy buenas amistades y además tengo la suerte de que mi novia y su familia me han acogido como a uno más, estar lejos en ocasiones se hace duro», reconoce. Hace meses, cuando estalló la pandemia en Ecuador, tomó la decisión de quedarse y así lo hará también durante estas fechas navideñas.

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Hace tres años que inició junto con su amigo Simón Mendizabal la aventura de recorrer América en bicicleta. El reto que se plantearon era partir de la Patagonia argentina y terminar en Alaska, un recorrido que acordaron hacerlo a su debido tiempo, sin prisa. En septiembre de 2019 llegaron a Ecuador «y al igual que nos pasó las demás veces, al llegar al país pensamos que no íbamos a estar mucho tiempo». Pero fueron pasando las semanas, y dos meses después llegaron a la capital, Quito, «donde encontramos un lindo lugar en el que quedarnos una temporada y decidimos pasar allí las navidades».

La intención era continuar el viaje en enero, «pero enseguida llegaron los primeros indicios de pandemia, nos entró el miedo y, sin darnos cuenta, ya estábamos en marzo, encerrados, con un toque de queda que solo nos dejaba salir de 05.00 a 14.00 horas, y que parecía que no iba a acabar nunca», recuerda.

Pasaron los meses y se tuvieron que empezar a «buscar la vida», a la vista de que seguir con su ruta hacia el norte había dejado de ser complejo para convertirse en un imposible. Al menos en el medio plazo.

Su compañero regresó a Donostia y Nacho tomó la decisión de quedarse. «Puedo decir que hoy en día, un año después de llegar a Quito, estoy establecido. He conseguido hacerme un hueco en el mercado vendiendo tortillas de patata, y mi novia y yo hemos montado un negocio en el que hacemos piñatas, aunque cuando surge la oportunidad también hago producciones audiovisuales o trabajos de fotografía, que es mi verdadera profesión», explica al otro lado del teléfono.

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A la incertidumbre del país, se le suma una situación económica «complicada». «Los ingresos dan lo justo para vivir, así que poco a poco vamos llenando el cerdito para volver a hacer una visita en cuanto se pueda».

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