«Todos los días nos roban algo»
Vecinos y cuerpos de seguridad constatan un aumento de la delincuencia en San Sebastián, especialmente de los hurtos, lo que genera una sensación de mayor vulnerabilidad. «La mayoría son chavales que viven en la calle»
Probablemente «San Sebastián es una ciudad segura». Lo dijo el pasado miércoles en el pleno municipal el concejal de Seguridad Ciudadana, Martin Ibabe (PNV), y ... también lo pueden percibir los turistas que visitan la ciudad. «Depende de con quién te compares. Si lo haces, como dijo Ibabe, con Madrid, Barcelona, Málaga o Sevilla, Donostia es una ciudad bastante segura. Pero llevo más de diez años patrullando, y la ciudad ha cambiado un montón. Hay mucha más gente viviendo en la calle, en situación de vulnerabilidad, y hay muchos más hechos ilícitos que hace diez, cinco o tres años». Habla un agente de la Guardia Municipal que está de ronda por Amara Viejo, y lo apostilla un ertzaina. «No abundan los grandes delitos, pero los pequeños robos con más o menos violencia y los hurtos están a la orden del día. Constantemente nos llegan avisos». Los últimos datos del departamento de Seguridad reflejan ese incremento. En solo un año los delitos con armas blancas se han disparado un 40% en el territorio con 351 infracciones en 2023, de ellas 121 en la capital.
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«Yo –afirma Miguel, vecino de Morlans–, que tengo una hija de 10 años, le quiero dar más libertad para que empiece a ir sola al colegio, que está cerca de casa, pero no me atrevo por el tipo de gente que veo en el barrio». Un barrio «que siempre había sido bastante tranquilo». En él hace nueve años que Ane abrió el bar que lleva su nombre, y ya le han robado en cuatro madrugadas. Las cuatro «en los dos últimos años», y tras el segundo robo instaló cámaras que permitieron detener al autor del último delito, un joven extranjero.
Cuatro sobresaltos son pocos si se comparan con «unas quince denuncias» presentadas online por David y Jon, responsables del bar de la plaza Blas de Lezo en Egia, donde por la mañana patrullan los municipales y por las tardes, la Ertzaintza. «El seguro nos ha echado ya por tener tantas incidencias», lamentan, al tiempo que muestran los puntos donde la persiana ha sido forzada o el suelo reventado. «Nos hemos mentalizado a convivir con esto». El jueves por la tarde, con «unos 50 magrebíes» en la plaza, «hubo un momento que bajamos la persiana porque se pegaban al escaparate». Les llamó la atención que «la mayoría no eran caras conocidas y, algo raro, hablaban francés entre ellos. Pensamos que Francia ha hecho 'limpieza' por los Juegos Olímpicos y los ha devuelto». Su tesis la confirma un agente: «Un compañero de Irun me dijo que vio llegar una furgoneta de la Gendarmería a la frontera, bajar unos 20 inmigrantes, casi todos magrebíes, e irse».
«Quiero dar más libertad a mi hija de diez años para andar por el barrio, pero no me atrevo», señala un vecino de Morlans
La seguridad en Donostia es ya una de las tres grandes preocupaciones sociales junto a la vivienda y el turismo. Es la inquietud que proporcionalmente más ha aumentado en los últimos tiempos. Morlans, Txomin, Martutene, Herrera, Egia... Son zonas en las que los vecinos han alzado recientemente la voz para denunciar robos, daños o incluso ocupaciones de locales y trasteros. Esta semana, presidentes de sendas comunidades de Atotxa y Morlans se han dirigido a este periódico para denunciar «múltiples y reiterados robos y daños a vehículos» en sus barrios. «Nueve de cada diez actuaciones que tenemos por estos delitos son de este perfil: chavales que viven en la calle y no tienen nada que perder», acotan los dos policías.
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El propio Ayuntamiento ha reconocido esta semana que hay un grupo de delincuentes reincidentes que acumulan numerosos delitos. «Da igual que los detengas 12 veces en seis meses como dijo Ibabe, porque legalmente no tiene consecuencias. Ellos lo saben y se sienten impunes. Y hay zonas en las que la incidencia es alta», como «Tabakalera, Atotxa, las estaciones de tren y autobús, Easo, en verano las playas..., se ponen en los bajos de La Concha y si ven que alguien va al agua, se llevan su bolsa con el móvil y el dinero. Lo vemos a diario».
«La incidencia delictiva es alta en Egia, las estaciones de tren y autobús, Easo o, en verano, las playas»
Un paseo por estos lugares permite comprobar que la sensación de seguridad se agrieta. Tabakalera cuenta con seguridad privada en su edificio, que desde junio ha reforzado con un guardia todas las tardes desde las 14.00 horas en la biblioteca. Como usuario del centro, Gorka observa que «aquí tienen wifi y enchufes para cargar el teléfono, que es su vida. A veces vas al baño y ves a chavales sin camiseta en el lavabo. Yo no te he tenido problemas, pero a veces roban cosas o discuten entre ellos y el guarda les echa». Un trabajador asegura que hace «una gran labor con ellos. Alguno es mejor que no venga, pero a otros se les ayuda, porque ves que aunque ahora esté en situación de calle, está encauzado con colectivos o servicios sociales y puede salir adelante». Es el reto de entidades como Kaleko Afari Solidarioak, que ofrece más de 200 cenas diarias a personas sin hogar, «la mayoría jóvenes magrebíes».
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«En el fondo te dan pena, y se les ayuda. Me parece bien, siempre que ellos te respeten. Pero han entrado en locales de nuestra comunidad (Atotxa) y están viviendo. La Ertzaintza vino hace unos días con antidisturbios. Es un problema», dice una mujer que no quiere dar ni su nombre de pila en una tienda de comestibles de Duque de Mandas. Su dependienta, Vanessa, dice que «todos los días roban algo: bonito, galletas, fruta...».
Racismo
Es media mañana, y por la estación de Renfe ya han pasado «los municipales y la Ertzaintza», dice la persona de seguridad, aburrida de que «los de siempre» traten de «viajar sin billete» o «robar al descuido, sobre todo móviles y carteras». Muestra su «hartazgo» de que «te llamen racista, cuando hago lo mismo que haría a un vasco si comete un delito. Pero el 99,99% de las veces, son siempre los mismos. Y cada vez son más».
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La misma opinión recabamos en los aledaños de la plaza Easo, otro punto de reunión, estos días entre barracas y txosnas por las fiestas de Amara Viejo. Aunque «de vez en cuando» le roban productos en su tienda de alimentación, Xavier «nunca» ha avisado a la policía. Pero la ve «de continuo» en Easo. «Esta gente está todo el día ahí, a veces se pelean...».
En la estación de Euskotren tienen para un periódico de sucesos, «el 100% con los mismos» protagonistas, que suelen estar más activos «por las tardes, cuando hay más aglomeración». Siempre en contacto con cuerpos policiales, los guardas llevan chaleco anticorte ya que «cada vez más» ven armas blancas, incluso «barras de hierro o algún machete». El catálogo de infracciones más usuales lo cotejamos en 20 minutos: un chico que pretendía no pagar y al salir se une a un grupo en Easo, otro que salta el torno y echa a correr... «Los únicos que pagan son los que vienen con bicicleta, que suelen ir a Bilbao a venderla. Con las cámaras hemos recuperado varias bicis», muchas robadas en localidades sin vigilancia en la estación, como la de Zarautz. «Todos los fines de semana llegan llorando a la estación chavalas a las que han robado o molestado», algo que también apuntan en Renfe. «Buscan víctimas fáciles, como mujeres mayores que van mirando el móvil, se lo cogen y huyen; dejan los móviles sobre la rueda de un coche aparcado, y otro los va recogiendo» en la mochila donde se acumulan las grietas de la seguridad.
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